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Mostrando entradas de 2025

¿Destino o mera casualidad?

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 Salió del bar de la YPF apurado porque iba a llegar tarde a una importante reunión de trabajo. No había terminado de cerrar la puerta cuando se quedó petrificado. Sus ojos la habían visto. Ella también había sentido esa conexión. Se quedaron mirándose unos segundos, sin decir palabras hasta que ella atinó a decirle:  -¿Vamos por un café? Él miró su reloj de marca y a regañadientes le respondió: -Bueno, dale, tengo veinte minutos nomás Se sentaron en unos sillones, la mesita era baja, como si fuese una mesita ratona. No volvieron a emitir comentario. Solo se contemplaban en silencio. Como si un campo de fuerza invisible les hubiese robado la capacidad del habla. Sus ojos se escrutaban. iban de un ojo al otro, a una velocidad frenética. Ni siquiera querían perder tiempo en pestañar. Todo ese clima surrealista se rompió en cuanto el camarero les preguntó que iban a tomar. Él anticipándose a ella le respondió: -Dos cortados en jarrito, por favor Ella amagó a protestar, y se detuv...

Hasta que Mercurio retrógrado nos separe

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  Llegaron a la cita y él quedó fascinado con esa mujer. Hermosa, elegante, con una mirada que lo desarmaba. Tomaron asiento, pidieron algo para tomar, y como para romper el hielo, él largó: —Mi astróloga me dijo que iba a conocer a alguien especial esta semana. —¿Pedimos la cuenta? —¿Pero… si acabamos de llegar? —Es que mencionar a tu astróloga en la primera oración es muy fuerte. —No la vuelvo a mencionar. —¿Seguro que vas a poder reprimirte? —Claro. No es tan importante en mi vida. —¿Ah, no? Contame qué hiciste hoy. —Hoy… tuve una cita con… ehm, una curandera. —¿Ah, mirá? ¿Tenés algún problema de salud? —No, estoy bárbaro. Como vos. —… ¿Seguro que no querés pedir la cuenta?. —¡Que no! Necesito decirte algo. —A ver, ¿con qué salís ahora? —¡Te quiero! —¿Cómo que me querés? ¡Nos conocemos hace dos minutos! —Te quiero… conocer. ¡Dejá de interrumpirme! —¿Desde cuándo me das órdenes? —La curandera me dijo que tengo que mostrar seguridad. —¿De qué signo es? —No se lo pregunté. Pero deb...

Como en mis sueños

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El finde te veo. Casi como en mis sueños. --- En mis sueños, estas mesas que usamos para jugar tienen otros usos. Sirven de cama, donde reposa tu cuerpo; donde lo recorro, lo exploro, lo descubro. Donde encuentro el mayor de los tesoros. Donde el gemido más ligero despierta a los vecinos del último piso, y el suspiro más pequeño sacude los cimientos de la cuadra. Donde la moral y el decoro ya no son excusas, Y nos sumergimos sin freno en la oscuridad de nuestros anhelos secretos En mis sueños es dónde practicamos cosas irreproducibles, que sólo el deseo conoce y calla. Donde ensayamos rituales que no figuran en ningún manual, y saboreamos la piel del otro, como si estuviéramos catando un vino prohibido En mis sueños es Donde somos bestias en celo, salvajes, primitivos, sin pudor ni decencia, sucumbiendo al instinto más básico. En mis sueños, con esas sillas que otros usan para debatir algún libro, nosotros desafiamos las leyes de la física con poses acrobáticas. Solo la fantasía incomp...

Un demonio creativo

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  Entré a la habitación y vi al pobre tipo golpeándose la cabeza contra la mesa, lentamente, como siguiendo el ritmo de alguna canción que desconozco. Otra vez era Él. -Así que te estabas escondiendo acá ¿eh? -Ah, pero que susto la puta madre. ¿No podrías haber golpeado la puerta como cualquier persona civilizada? -Vos no fuiste muy civilizado en nuestro último encuentro -Pero ese cuarto quedó de lujo con ese rojo brillante, admitilo -Están viendo de demoler todo el hotel, el olor que dejaste no se va con nada -Una de mis mejores obras, si -¿Porque elegiste a este pelagatos ahora? -No es un pelagatos desde que tomé posesión. -¿A que te referís? -Mirá los planos de lo que está haciendo -Ummmm, esto es imposible -Es lo que le vengo diciendo. Pero el muy terco está obsesionado con hacer el pony más grande de la historia con algún material que dure toda la eternidad - ¿Y porqué no hacer un caballo? -Tiene sus motivos. Cuando era chico se cayó de un caballo y dice que un pony milagroso ...

La capa de Pedro

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  Era una fiesta rara. De esas que organiza la gente con demasiado dinero y aún más aburrimiento. Convocaron a personajes de los rincones más insólitos del mundo. Todos recibieron su cuantioso cachet por adelantado. No era en un salón ni en un yate lujoso. Habían comprado una isla exclusivamente para hacer la fiesta del siglo. También habían invertido lo necesario para que ninguna autoridad arruinara el evento. En la isla montaron una especie de feria bizarra con tiendas temáticas. Un delirio. Pedro no tenía idea de por qué le había llegado una invitación, pero aceptó sin dudar. Todos hablaban del evento: noticieros, redes, incluso su grupo de vecinos del barrio. Era imposible decir que no. Se puso su disfraz de Superman. No decía nada en la invitación sobre ir disfrazado, pero Pedro no perdía oportunidad de lucir su capa fosforescente: una reliquia familiar que más de un coleccionista había querido comprarle. Esa capa llamaba la atención en cualquier parte, y él estaba convencido ...

El ladronzuelo de mala muerte

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Pinki hizo el ruido de siempre y me arrojé atrás del mostrador. Los guardias entraron a mi taberna buscándome. Una vez más. No sabían que esa era mi taberna, pero estaban peinando todo el reino para cazarme. El rey le había puesto precio a mi cabeza. Y no era cualquier precio. Todo aldeano se veía tentado a entregarme. Era un dineral.  Todo empezó en una de mis inspecciones nocturnas, cuando me infiltré en el castillo de Su Majestad y me hice con ciertos documentos que lo ponen en graves aprietos. Él nunca se hubiera dado cuenta si yo no lo hubiera despertado en la madrugada para comprobar mi hallazgo. Es que era algo escandaloso. El rey, el supuesto enviado por los dioses para guiarnos en este camino, con toda su sabiduría a cuestas era un lisiado. Bah, no es que estaba impedido realmente. Le faltaba un dedo del pie. Deforme. ¿Qué clase de enviado de dios es deforme? Si el pueblo se enterara, la turba iracunda se rebelaría y prendería fuego a toda la familia real. Ningún rey defor...

La ciudad de los dados

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  El magnate que todo lo tenía se enteró de que, en una ciudad lejana y misteriosa, alguien estaba vendiendo aquello que más deseaba en el mundo. Tenía mansiones abarrotadas de tesoros exóticos, colecciones únicas que no cabían ni en sus recuerdos. Solo le faltaba una cosa. El viaje era complejo. Algunos aseguraban que la ciudad no existía. Otros decían que era una trampa para locos y codiciosos. Pero él eligió creer. Y buscó un guía. Encontró a un muchacho de reputación dudosa que juraba poder llevarlo. Eso sí: tenía exigencias extrañas. —Yo lo puedo llevar, míster. —Estupendo, salgamos cuanto antes. —No tan rápido, don. Depende de usted si vamos o no. —¿Qué tengo que hacer? —Tirar este dado. Si sale 1, 2, 3, 4 o 5, vamos. —¿Y si sale 6? —No puede salir 6. Tire, con mucho cuidado. El magnate lanzó el dado. Salió dos. Subieron al avión. Doce horas después —que parecieron cincuenta— sobrevolaban un territorio sin pistas de aterrizaje. —Tire el dado —dijo el joven, sacando un paracaí...

La frase

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Me desperté después de una noche soñada. Ella dormía desnuda a mi lado. Hasta dormida era hermosa. Era un montón. Mi montón. No me resistí a llenarla de besos por todo el cuerpo, hasta que se despertó refunfuñando. Me acerqué a su cara, le besé los labios, le dije la frase y me levanté para preparar el desayuno. A mitad de camino me cayó la ficha. Ah, pero soy un boludo. ¿Cómo le voy a decir eso? La voy a espantar. No es que no lo sienta, pero… es muy pronto. Ella debe tener otro ritmo. Esa frase abre puertas. Pensamientos. Expectativas. Y nosotros estábamos tan bien, en ese equilibrio mágico. ¿Por qué arruinarlo? Es que no lo pensé. Me salió con una naturalidad que asusta. Como si se lo hubiera dicho mil veces antes. Capaz no lo escuchó. Estaba medio dormida. ¿Y si lo escuchó? No dijo nada. ¿Eso es una respuesta? ¿Me voy a convertir en eso? La puta madre! ¿En alguien que analiza cada silencio? Si lo escuchó, ya no hay marcha atrás. Es como lanzarse desde una montaña: puede ser un salt...

El pitufo africano

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Entré a la exposición y ahí estaba: la estatua del pitufo. Inmensa. Tardaron años en poder exhibirla porque algunos alarmistas decían que estaba maldita. La habían encontrado en una excavación en África, junto a tumbas de faraones. Los arqueólogos se quedaron de piedra: esperaban momias, sarcófagos, tal vez un gato disecado. Pero no. Un pitufo gigante. Se permitía sacar fotos con la estatua, pero no más de dos por persona y sin flash. Otro rumor decía que el flash podía despertar al espíritu que dormía dentro del pitufo. Una incoherencia brutal. Pero bueno… ya era bastante incoherente encontrar un pitufo en una tumba egipcia. Había otras cosas en esa sala, pero ninguna llamaba tanto la atención. El pitufo africano, así lo llamaban, estaba hecho de un material desconocido. Nadie sabía qué era. Y menos aún quién lo había tallado. Ni cómo. Ni por qué. Me acerqué para tocarlo. Quería sentir su textura, aunque estuviera prohibido. Al posar las manos sobre su hombro, un tornillo se desprendi...

La cena está servida

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Colgó el hacha y su esposa le preguntó cuántos jabalíes había cazado. Él rezongó y, sin decir ni media palabra, entró a la habitación y se tiró a dormir, así como estaba, con toda la ropa de caza puesta. La mujer agarró el hacha y salió al bosque, otra vez. Hacía varias semanas que su marido no cazaba ni un gusano. Antes traía alimentos para una legión, pero desde la noche trágica —donde un par de jirafas se aliaron con dos zorrinos y lo habían perseguido y humillado— había perdido el instinto, o la suerte, o el coraje... o vaya uno a saber qué le pasaba por la cabeza, ya que apenas hablaba. A las pocas horas, ella apareció cargando un oso. Lo trozó como una experta en la materia y al ratito llamó al marido para cenar. Él se despertó con el aroma de la comida. Salió del dormitorio y, al ver la mesa preparada y el hacha llena de sangre colgada en su lugar, dijo un par de palabras inentendibles y se fue de la cabaña. Pasaron las horas y, al ver que él no volvía, ella salió en su búsqueda...

El mundial

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 Leí el cartel y grité de la emoción: Campeonato nacional de avioncitos de papel. No era un torneo más. Estaban buscando el mejor a nivel mundial. El que ganaba, pasaba a las eliminatorias sudamericanas y luego al mundial donde finalmente podría enfrentar a los más capos en la materia. En mi grupo de amigos era por mucho, el mejor. Hacia años que no perdia una competencia de aviones de papel. Incluso me pasé varias tardes dando clases de construcción de avioncitos a niños adinerados. No era para presumir, pero era una eminencia. Hay gente que tiene talentos más útiles, yo era bueno en solo una cosa y resultaba que a un patrocinador se le ocurrió hacer un mundial!. El premio me decepcionó un poco. Esperaba que al ganador les correspondan varios millones de dólares, pero el patrocinador venía del palo de las golosinas. El gran premio era una dotación vitalicia de chocolates, en todas su formas. Yo era alérgico, desde ya. Alérgico a casi todo bah, pero en especial al chocolate en rama...

El caso Le Mans

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La función comenzaba a las 20:00 en punto, y la fama de la orquesta era clara: puntuales hasta la obsesión. Tanto para tocar como para el público. El que llegaba tarde, simplemente se perdía el espectáculo. Lo que nadie había previsto era el viejo ascensor del teatro municipal. No es que no funcionara. Funcionaba, sí. Pero sólo cuando se le antojaba. Era de lo más caprichoso. Lo revisaban cada mes, y siempre salía airoso. Certificados en regla. Mantenimiento ejemplar. Pero cuando alguien estaba realmente apurado, el bendito ascensor decidía no moverse. Era como si pudiera oler el apuro. Eso fue lo que le sucedió a la Orquesta de Le Mans en su primera función en el pueblo. Todos los músicos —cuarenta en total, con sus instrumentos al hombro y trajes impecables— quedaron atrapados dentro del ascensor. Apilados como sardinas, algunos ya con visibles problemas para respirar. Los gritos no tardaron en llegar. El conserje del teatro, un hombre curtido por años de rarezas edilicias, les había...

Ella sabe

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 Salimos del jardín y me tiró su mochila para sacarse de encima una abrigada e incómoda campera. Antes de cruzar la calle tomó mi mano, porque sabe que aunque le digamos que está inmensa, y que por esa calle hace décadas que no pasa un auto, tiene que agarrarle mano a un adulto para cruzar la calle. Cuando subimos a la vereda, soltó mi mano como si estuviera envenenada. En eso le dije a mi vieja: Má, teneme esto. M ientras le pasaba la mochila de Lucy. La agarró en forma automática, como tantas otras veces. En eso veo a Lu y nos miramos. Ella sabe lo que se viene. Tiene un sexto sentido para cazar los juegos improvisados al vuelo. La veo elongar, ella sabe. Sabe que a la cuenta de tres, sin mediar otras palabras va a tener que salir corriendo a máxima velocidad, para derrotar a su tío. La meta? mi auto. Toda palabra era una despilfarro, lo intuyó en cuanto me deshice de la mochila y me saqué el cel del bolsillo (Ya se me cayó alguna vez en una carrera con final incierto). No sabe d...

Memoria muscular

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  Hoy es Jueves. Hace varios años que, los jueves, mis amigos y yo nos juntamos a jugar al fútbol a la noche. Mis intentos de que después del fútbol haya un asadito aún no dieron sus frutos. Todos salen disparados para volver a comer a sus casas, con sus novias o mascotas o vaya uno a saber qué, como si esa horita de ocio estuviera violando algún principio ancestral: "No te ausentarás de tu casa más de 2 horas un día de semana". Ya estoy por los 40 años, y aunque me sienta de la mitad de mi edad, mi cuerpo sabe de su antigüedad. Hace aproximadamente seis meses que los jueves, y solo los jueves, durante el transcurso del día, siento una pequeña molestia en el gemelo. ¿Qué es el gemelo? ¿Viste la rodilla? bueno, atrás y abajo. Se le debe decir gemelo porque tenemos dos iguales, como si fueran inseparables. Como los jueves y el fútbol, no sé, habría que preguntarle al chat GPT el origen de esa palabra. La cosa que los jueves, es como que se sobrecarga y siento una molestia. Cuan...

Operación helado

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  Llegué al mostrador y pedí el helado de siempre. Chocolate y dulce de leche. Agarré la billetera para pagar y estaba vacía. La cajera me miraba con impaciencia. Entonces empecé a alejarme muy despacio . Ella no entendía nada. Yo meditaba si salir corriendo o si primero agarraba el helado y luego salía corriendo. Le arrebaté el cucurucho de un manotazo y procedí al operativo “huída”. Cuando iba a cruzar la puerta con el botín robado, un tipo disfrazado de ninja me pegó un fuerte golpe en la frente y caí al piso. El ninja se movió a la velocidad de la luz y se hizo con el cucurucho en perfecto estado. Luego se acercó mansamente a la caja y le dio plata a la cajera que no salía del asombro. Cuando logré volver en mí, Desde el piso, vi cómo el ninja se alejaba, lamiendo mi helado con una paz insultante. No lo perseguí. No gritaba. Solo lo miraba. Ese día aprendí dos cosas: que no es tan fácil chorearse un helado, y que el karma cuando quiere, se disfraza de ninja y te roba el postre...

La sustancia

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  El rey se paró en el atril y le habló a su pueblo: -Estamos en problemas. Los vecinos del norte están marchando hacia nuestras fronteras. Necesitamos una producción total de nuestra arma secreta. Toda persona, hombre, mujer, mayor de 10 años capaz de producir la sustancia debe presentarse al almacén de su zona y entregar todo el suministro que tenga y que pueda producir, para que nuestra arma tenga la mayor pureza jamás vista. Nuestras máquinas y nuestros científicos van a trabajar sin descanso hasta que el invasor sea derrotado. Nuestro legado está en peligro, hagan su mayor esfuerzo. Mis propios hijos, los príncipes de este gran reino ya están donando su sustancia. La gente murmuraba cosas inentendibles, pocos entendían como el moco de un granjero que le salía al sonarse la nariz, podía detener un ejército. Pero su rey, que fue elegido por los dioses divinos, les aseguraba que era un arma letal, que los invasores no tenían una cura, ni antídoto, ni nada. Que de hecho los están ...

Experta en atracones

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  Corrió el armario, sacó el ladrillo flojo y miró dentro. La abuela le había dicho que tenía que haber al menos tres cuerpos, pero había muchos más. La habitación estaba repleta. El olor nauseabundo de la putrefacción le produjo arcadas. Tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no vomitar. Había de todos los tamaños y formas. No terminaba de entender como una abuelita tan malvada pero frágil había logrado meter, sola, todos esos cuerpos en ese habitáculo. Sola. Le parecía imposible. Puso todo en su lugar antes de volver a hablar con su abuela, no vaya a ser cosas que algunos ojos moralistas se encontraran con ese botín. Nieta: Hay un montón Abuela: Ah, fuiste a chusmear nomas Nieta: No te creía. Imaginate que venga tu abuela que tiene 300 años y te diga que tiene un par de cuerpos escondidos detrás de una pared? Abuela: No siempre tuve 300 años, antes era más… ágil y prolifera. Me puse una cuota semanal o quincenal y la cumplía a rajatabla. Pero con el paso del tiempo se me hi...