El pitufo africano

Entré a la exposición y ahí estaba: la estatua del pitufo. Inmensa. Tardaron años en poder exhibirla porque algunos alarmistas decían que estaba maldita. La habían encontrado en una excavación en África, junto a tumbas de faraones. Los arqueólogos se quedaron de piedra: esperaban momias, sarcófagos, tal vez un gato disecado. Pero no. Un pitufo gigante. Se permitía sacar fotos con la estatua, pero no más de dos por persona y sin flash. Otro rumor decía que el flash podía despertar al espíritu que dormía dentro del pitufo. Una incoherencia brutal. Pero bueno… ya era bastante incoherente encontrar un pitufo en una tumba egipcia. Había otras cosas en esa sala, pero ninguna llamaba tanto la atención. El pitufo africano, así lo llamaban, estaba hecho de un material desconocido. Nadie sabía qué era. Y menos aún quién lo había tallado. Ni cómo. Ni por qué. Me acerqué para tocarlo. Quería sentir su textura, aunque estuviera prohibido. Al posar las manos sobre su hombro, un tornillo se desprendi...