Entradas

Mostrando entradas de 2025

El pitufo africano

Imagen
Entré a la exposición y ahí estaba: la estatua del pitufo. Inmensa. Tardaron años en poder exhibirla porque algunos alarmistas decían que estaba maldita. La habían encontrado en una excavación en África, junto a tumbas de faraones. Los arqueólogos se quedaron de piedra: esperaban momias, sarcófagos, tal vez un gato disecado. Pero no. Un pitufo gigante. Se permitía sacar fotos con la estatua, pero no más de dos por persona y sin flash. Otro rumor decía que el flash podía despertar al espíritu que dormía dentro del pitufo. Una incoherencia brutal. Pero bueno… ya era bastante incoherente encontrar un pitufo en una tumba egipcia. Había otras cosas en esa sala, pero ninguna llamaba tanto la atención. El pitufo africano, así lo llamaban, estaba hecho de un material desconocido. Nadie sabía qué era. Y menos aún quién lo había tallado. Ni cómo. Ni por qué. Me acerqué para tocarlo. Quería sentir su textura, aunque estuviera prohibido. Al posar las manos sobre su hombro, un tornillo se desprendi...

La cena está servida

Imagen
Colgó el hacha y su esposa le preguntó cuántos jabalíes había cazado. Él rezongó y, sin decir ni media palabra, entró a la habitación y se tiró a dormir, así como estaba, con toda la ropa de caza puesta. La mujer agarró el hacha y salió al bosque, otra vez. Hacía varias semanas que su marido no cazaba ni un gusano. Antes traía alimentos para una legión, pero desde la noche trágica —donde un par de jirafas se aliaron con dos zorrinos y lo habían perseguido y humillado— había perdido el instinto, o la suerte, o el coraje... o vaya uno a saber qué le pasaba por la cabeza, ya que apenas hablaba. A las pocas horas, ella apareció cargando un oso. Lo trozó como una experta en la materia y al ratito llamó al marido para cenar. Él se despertó con el aroma de la comida. Salió del dormitorio y, al ver la mesa preparada y el hacha llena de sangre colgada en su lugar, dijo un par de palabras inentendibles y se fue de la cabaña. Pasaron las horas y, al ver que él no volvía, ella salió en su búsqueda...

El mundial

Imagen
 Leí el cartel y grité de la emoción: Campeonato nacional de avioncitos de papel. No era un torneo más. Estaban buscando el mejor a nivel mundial. El que ganaba, pasaba a las eliminatorias sudamericanas y luego al mundial donde finalmente podría enfrentar a los más capos en la materia. En mi grupo de amigos era por mucho, el mejor. Hacia años que no perdia una competencia de aviones de papel. Incluso me pasé varias tardes dando clases de construcción de avioncitos a niños adinerados. No era para presumir, pero era una eminencia. Hay gente que tiene talentos más útiles, yo era bueno en solo una cosa y resultaba que a un patrocinador se le ocurrió hacer un mundial!. El premio me decepcionó un poco. Esperaba que al ganador les correspondan varios millones de dólares, pero el patrocinador venía del palo de las golosinas. El gran premio era una dotación vitalicia de chocolates, en todas su formas. Yo era alérgico, desde ya. Alérgico a casi todo bah, pero en especial al chocolate en rama...

El caso Le Mans

Imagen
La función comenzaba a las 20:00 en punto, y la fama de la orquesta era clara: puntuales hasta la obsesión. Tanto para tocar como para el público. El que llegaba tarde, simplemente se perdía el espectáculo. Lo que nadie había previsto era el viejo ascensor del teatro municipal. No es que no funcionara. Funcionaba, sí. Pero sólo cuando se le antojaba. Era de lo más caprichoso. Lo revisaban cada mes, y siempre salía airoso. Certificados en regla. Mantenimiento ejemplar. Pero cuando alguien estaba realmente apurado, el bendito ascensor decidía no moverse. Era como si pudiera oler el apuro. Eso fue lo que le sucedió a la Orquesta de Le Mans en su primera función en el pueblo. Todos los músicos —cuarenta en total, con sus instrumentos al hombro y trajes impecables— quedaron atrapados dentro del ascensor. Apilados como sardinas, algunos ya con visibles problemas para respirar. Los gritos no tardaron en llegar. El conserje del teatro, un hombre curtido por años de rarezas edilicias, les había...

Ella sabe

Imagen
 Salimos del jardín y me tiró su mochila para sacarse de encima una abrigada e incómoda campera. Antes de cruzar la calle tomó mi mano, porque sabe que aunque le digamos que está inmensa, y que por esa calle hace décadas que no pasa un auto, tiene que agarrarle mano a un adulto para cruzar la calle. Cuando subimos a la vereda, soltó mi mano como si estuviera envenenada. En eso le dije a mi vieja: Má, teneme esto. M ientras le pasaba la mochila de Lucy. La agarró en forma automática, como tantas otras veces. En eso veo a Lu y nos miramos. Ella sabe lo que se viene. Tiene un sexto sentido para cazar los juegos improvisados al vuelo. La veo elongar, ella sabe. Sabe que a la cuenta de tres, sin mediar otras palabras va a tener que salir corriendo a máxima velocidad, para derrotar a su tío. La meta? mi auto. Toda palabra era una despilfarro, lo intuyó en cuanto me deshice de la mochila y me saqué el cel del bolsillo (Ya se me cayó alguna vez en una carrera con final incierto). No sabe d...

Memoria muscular

Imagen
  Hoy es Jueves. Hace varios años que, los jueves, mis amigos y yo nos juntamos a jugar al fútbol a la noche. Mis intentos de que después del fútbol haya un asadito aún no dieron sus frutos. Todos salen disparados para volver a comer a sus casas, con sus novias o mascotas o vaya uno a saber qué, como si esa horita de ocio estuviera violando algún principio ancestral: "No te ausentarás de tu casa más de 2 horas un día de semana". Ya estoy por los 40 años, y aunque me sienta de la mitad de mi edad, mi cuerpo sabe de su antigüedad. Hace aproximadamente seis meses que los jueves, y solo los jueves, durante el transcurso del día, siento una pequeña molestia en el gemelo. ¿Qué es el gemelo? ¿Viste la rodilla? bueno, atrás y abajo. Se le debe decir gemelo porque tenemos dos iguales, como si fueran inseparables. Como los jueves y el fútbol, no sé, habría que preguntarle al chat GPT el origen de esa palabra. La cosa que los jueves, es como que se sobrecarga y siento una molestia. Cuan...

Operación helado

  Llegué al mostrador y pedí el helado de siempre. Chocolate y dulce de leche. Agarré la billetera para pagar y estaba vacía. La cajera me miraba con impaciencia. Entonces empecé a alejarme muy despacio . Ella no entendía nada. Yo meditaba si salir corriendo o si primero agarraba el helado y luego salía corriendo. Le arrebaté el cucurucho de un manotazo y procedí al operativo “huída”. Cuando iba a cruzar la puerta con el botín robado, un tipo disfrazado de ninja me pegó un fuerte golpe en la frente y caí al piso. El ninja se movió a la velocidad de la luz y se hizo con el cucurucho en perfecto estado. Luego se acercó mansamente a la caja y le dio plata a la cajera que no salía del asombro. Cuando logré volver en mí, Desde el piso, vi cómo el ninja se alejaba, lamiendo mi helado con una paz insultante. No lo perseguí. No gritaba. Solo lo miraba. Ese día aprendí dos cosas: que no es tan fácil chorearse un helado, y que el karma cuando quiere, se disfraza de ninja y te roba el postre...

La sustancia

 El rey se paró en el atril y le habló a su pueblo: -Estamos en problemas. Los vecinos del norte están marchando hacia nuestras fronteras. Necesitamos una producción total de nuestra arma secreta. Toda persona, hombre, mujer, mayor de 10 años capaz de producir la sustancia debe presentarse al almacén de su zona y entregar todo el suministro que tenga y que pueda producir, para que nuestra arma tenga la mayor pureza jamás vista. Nuestras máquinas y nuestros científicos van a trabajar sin descanso hasta que el invasor sea derrotado. Nuestro legado está en peligro, hagan su mayor esfuerzo. Mis propios hijos, los príncipes de este gran reino ya están donando su sustancia. La gente murmuraba cosas inentendibles, pocos entendían como el moco de un granjero que le salía al sonarse la nariz, podía detener un ejército. Pero su rey, que fue elegido por los dioses divinos, les aseguraba que era un arma letal, que los invasores no tenían una cura, ni antídoto, ni nada. Que de hecho los están a...

Experta en atracones

  Corrió el armario, sacó el ladrillo flojo y miró dentro. La abuela le había dicho que tenía que haber al menos tres cuerpos, pero había muchos más. La habitación estaba repleta. El olor nauseabundo de la putrefacción le produjo arcadas. Tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no vomitar. Había de todos los tamaños y formas. No terminaba de entender como una abuelita tan malvada pero frágil había logrado meter, sola, todos esos cuerpos en ese habitáculo. Sola. Le parecía imposible. Puso todo en su lugar antes de volver a hablar con su abuela, no vaya a ser cosas que algunos ojos moralistas se encontraran con ese botín. Nieta: Hay un montón Abuela: Ah, fuiste a chusmear nomas Nieta: No te creía. Imaginate que venga tu abuela que tiene 300 años y te diga que tiene un par de cuerpos escondidos detrás de una pared? Abuela: No siempre tuve 300 años, antes era más… ágil y prolifera. Me puse una cuota semanal o quincenal y la cumplía a rajatabla. Pero con el paso del tiempo se me hi...

Insultos que importan

El arquero había venido de afuera, de Colombia más precisamente, para ocupar el inmenso arco de Boca. No tenía grandes pergaminos, pero lo había recomendado una leyenda del club, y eso le allanó el camino. Los hinchas hubiesen preferido a alguien consagrado, con títulos encima y años de experiencia bajo los tres palos, no un X total que, encima, usaba un valioso cupo de extranjero. El debut fue caótico. Un error suyo desembocó en la derrota del equipo. Los hinchas, con nula paciencia, no tardaron en abuchearlo. Tardó un par de partidos en demostrar por qué lo habían traído. Una vez afianzado, fue una auténtica muralla. Se convirtió en el mejor arquero del continente y ganó todos los premios que le pasaban cerca. Además, contribuyó en los éxitos del club durante su estancia, obteniendo torneos locales y copas internacionales. Había ganado absolutamente todo lo que se podía ganar. Pero no todo era color de rosas: algunos hinchas lo seguían insultando todos los partidos. —¡Ponete las mano...