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Mostrando entradas de 2018

La misión del día

Me miré en el espejo resignado. El verano estaba a la vuelta de la esquina y los rollos seguían ahí, desafiando mis inútiles esfuerzos por eliminarlos. No es que era realmente obeso pero al lado de esos muchachos que hacía 15 años no se comían una buena milanesa... parecía el muñeco de Michelin.  El gimnasio no era lo mío. Intenté ir varias veces pero siempre terminaba hablando más de lo que entrenaba. Incluso comencé a ir en horarios donde iba la gente con la que había pegado más onda, porque si no había nadie tenía que entrenar y eso sí que me aburría. Evitaba los espejos dentro del gym porque era un vil recuerdo de lo que tendría que estar haciendo en lugar de pavear. Estaba convencido de que yo no tenía madera para ese lugar. Hay gente que parece que fue diseñada para estar ahí, que suben fotos entrenando, que se la pasan hablando de máquinas, rutinas, suplementos. A mi ese chip no me vino. Ya la palabra gimnasio me hace bostezar, no sé si es algo químico o qué. Igual iba, trata

Ideas mías

La miraba tratando de deducirlo, ella jugueteaba con sus ojos mientras me sonreía. Al mismo tiempo contorneaba la cabeza de un lado a otro con un movimiento lento y practicado. No era la primera vez que lo hacía, lo tenía ensayado. Me estaba seduciendo, no podía ser de otra manera. Yo seguía recorriendo su rostro en busca de señales más concretas. Podían ser ideas absolutamente mías, basadas en mis deseos de ser el objeto de esa seducción en la que me sentía sumergido. Se reía de un chiste que no era tan gracioso, mientras aprovechaba la ocasión para acariciarme la mano. El contacto siempre me desorientó. La gente que nos rodeaba parecía cómplice, nos daban nuestro espacio, sin interrumpir, como entendiendo un código que yo no terminaba de descifrar. Ella se acercó aún más, aduciendo que la música estaba fuerte y me susurró varias palabras que aunque intenté escuchar no las comprendí. La tenía a centímetros, su perfume me había enceguecido. Colocó su mano sobre mi hombro, dijo a

Bache creativo

Estoy bloqueado. No se me ocurre absolutamente nada. Es el peor momento porque hace unos días firmé un contrato multimillonario con una de las productoras más prestigiosas del medio para hacer una película a escala mundial. Con actores de primerísimo nivel, con sueldos a su altura. No es la primera vez que me encargan algo así, las anteriores fueron éxitos abrumadores. Premiadas en casi todos los festivales e incluso me di el lujo de caminar la alfombra roja. Me pidieron una comedia romántica y que la escribiese para la parejita que convenientemente salió a la luz hace pocas semanas. Parece todo una farsa para vender más entradas, ambos están en la cresta de la ola y quieren sellarlo con una peli cursi y empalagosa. Todo muy lindo, pedí un dineral que acalle mis cuestionamientos morales y accedieron sin trabas. El problema es que me senté a escribir y nada salió. Ni una línea, ni el título, ni los nombres de los personajes, nada. Fue entonces cuando contraté a un tipo que se espec

El infiel de los lunes

Nos vimos por primera vez y sucedió. No es que yo estuviese buscando ser infiel, bueno en realidad si, lo estaba buscando. Es parte de mi esencia. Es porque soy así. Algunos son altos, flacos, gordos, rubios, yo soy infiel. Practico ese hobby con total responsabilidad e incluso animo a mis amigos y compañeros de trabajo a experimentarlo. Mi mujer  tal vez algo sospechó  con el pasar de los años, pero no me lo hizo saber. Yo tampoco nunca le preguntaba por las clases de yoga a las cuales iba todos los martes, ni a las cenas impostergables de los jueves donde en teoría se juntaba con esas amigas que yo sólo conocía de nombre y de anécdotas posiblemente inventadas. Cuando Mónica entró en la oficina, supe que íbamos a tener una aventura. No puedo explicar cómo. Nos vimos y sucedió. Ella también estaba casada, hacía muchos años y le daba más culpa que a mí. Al comienzo solo fueron charlas prolongadas y miradas intensas, con el pasar de los días la energía entre nosotros la podía ver el

La inquisición

Tengo media hora para ordenar este caos. En cuanto llegue me va a criticar todo, como siempre. La fiesta de anoche no fue una buena idea, si me hubiese levantado antes podría haber llamado a alguien para que venga a limpiar este desastre. Ahora ya es tarde. La ventana tiene manchas que no tengo idea como limpiar, ya me encargué del piso, pared, cama, baño, living, cocina. Es increíble todo lo que se puede ensuciar en una noche de alcohol. Se va a dar cuenta que algo pasó acá, no se lo voy a poder ocultar. Y me lo va a echar en cara. Siempre me critica cosas: mis amigos y amigas, mi trabajo, si cocino, lo que debería haber en la heladera, la limpieza del departamento, mis años de facultad y a mi novia, desde ya. Nada le parece suficiente, haberme ido del lecho materno le dolió y se venga así: Pegándome con palabras, con la vaga esperanza que sucumba ante la presión y vuelva a mi casa con mamá. Esta vez voy a dejar el departamento hecho una pinturita. Va a decir barbaridades de mi n

El hotel Oxford

El hotel estaba maldito. Eso decían todos, yo tenía mis reservas. Me parecía una campaña de marketing muy pensada. Me imaginaba a todo el pueblo reunido en el ayuntamiento debatiendo la inminente quiebra, buscando maneras para incrementar el turismo. No tenían nada destacable como para que alguien de la otra punta del mundo fuese a gastar su dinero y tiempo en un lugar tan gris. Debo admitir que si era una farsa, la tenían bien aceitada. La cara de pavor del tipo que me pasó a buscar por la estación de tren hubiese convencido a cualquiera. Sólo al mencionarle que tenía pensado pasar un tiempo en el hotel Oxford le erizó la piel. Aún no descubrí como lograron eso, una técnica admirable. Casi tartamudeando me aconsejó que parase en otro lado. Me contó muy por arriba la historia de los espíritus que aún lo habitan, de los asesinatos, de los ruidos en la noche y de las desapariciones. Debería aclararles que soy periodista y mi jefe me mandó a cubrir esta historia. Ya había decidido

Del amor al odio

Miré el celular y nada. Cero mensajes, igual que hacía cinco minutos. Me juré que no le volvería a hablar, me lo puse como meta personal. Algunos se proponen ir caminando a Luján, otros anotarse en el gimnasio para llegar esbeltos al verano... Mi meta era llegar al verano pero sin rastros de ella. El problema era que cada tanto me mandaba algún mensaje y aunque hacía un esfuerzo sobrehumano para no contestarlo, lo leía unas quince o veinte veces y tal vez me quedaba esperando el próximo. El otro día estaba en un bar con unos amigos, tomando una cerveza, que es una grata compañía en este momento de duelo y me pareció verla en ese bar, yéndose. El corazón se me detuvo unos segundos y luego comenzó a latir a toda maquina. No era y ahora sabía como reaccionaría mi cuerpo ante un posible encuentro fortuito. Creo que no resistiría verla con mi reemplazo. En este tiempo salí con otras mujeres que no tuvieron oportunidad. Hasta me dio culpa porque era consciente que las estaba usando para no

Secretos incómodos

El celular enloqueció. Le entró un virus o algo mucho peor. Cuando te bajas algo puede estar infectado. Algún troyano te roba información, te jode las aplicaciones o te arruina el celular. Esto está en otro nivel, es como si el virus hubiese evolucionado. Se apoderó completamente del aparato y... ¡Qué horror! Empezó a mandar mensajes a todos mis contactos. Mensajes con verdades incómodas, secretos inconfesables. Cosas que ni aún bajo tortura revelaría. Y los está enviando a mansalva. A mi jefe le dijo que es un inútil, explotador, que si no fuese el hijo del dueño estaría limpiando baños en Retiro (con perdón a la gente que hace dignamente ese insalubre trabajo). A un amigo que la mujer lo engaña con el primo, que hace años que lo sé. Que los vi entrar mil veces al telo de la esquina de casa. Que no dije nada por los hijos.  A mi vieja que fui yo el que rompió el Super Nintendo hace como veinte años. No fue mi hermano, por lo que lo castigaron severamente durante meses. Era mu

El hilo rojo

La vi ahí, sentada. Con la cabeza entre las piernas. Peleando contra sus demonios y prejuicios. Peleando por los dos. Peleando por nosotros. Sola. Sangraba en forma de lágrimas. Yo estaba enfrente. A un mundo de distancia. La miraba impotente sin saber como ayudarla. Ella negaba con la cabeza y se limpiaba las lágrimas. No era una batalla sencilla. Meses y meses de dudas, de miedo, de sufrir en silencio. Pero ahí estaba de nuevo. Luchando. Después de haber tirado la toalla, se debatía en intentarlo de nuevo. Yo la exhortaba con palabras y frases inútiles. Era mi guerra también pero no era mi turno. Ya había peleado y había vencido. Ella no lo tenía tan fácil. La abrazaba cuando la veía flaquear, como si mis brazos pudiesen reponerla de energía. Como si mi cuerpo le pudiese transmitir argumentos que mis palabras no encontraban. En eso se paró y me dijo que se iba, que no podía seguir así. Yo me negué a dejarla ir. Quizás fuese nuestra última oportunidad. Si se iba tal vez era para sie

Colores

El verde saltaba alegremente. El rojo irradiaba intensidad, tenía ganas de vivir, como el azul y el naranja. Todos esos colores vivos bailaban y cantaban hasta quedarse afónicos. El gris no. Los miraba rezongando desde un rincón, sin entender porqué tanta alegría. Pensaba que tarde o temprano se cansarían de ese absurdo e infantil festejo y volverían a esa rutina donde él se sentía tan a gusto. Ingenuos, pensaba. La vida no es esto. La vida es responsabilidades, obligaciones. Trabajo. A estos colores les falta trabajar. Les falta el jefe que los tiene cortitos. Bailar y cantar despreocupadamente... Si el jefe estuviese acá... ahí los quiero ver. Nada de estos grititos de felicidad. El verde hacía bromas con el rojo, que lo abrazaba porque sí. El amarillo jugaba con el azul y se reían. La risa irritaba a al gris, al punto de pedir silencio a los gritos. Nadie le hacía caso. La fiesta era un éxito salvo por ese cascarrabias amargado. El gris apagó la música desconectando el equipo pero

El Bar

Entré al bar y los vi besándose. Mi mundo se derrumbó en segundos mientras ellos se fundían en un beso del tipo donde los cuerpos se contornean al unísono con los labios. Yo los miraba petrificado como esperando que ella se aleje al grito de: ¡Salí de acá ¿qué estás haciendo!? Pero los segundos pasaban y no sucedía. Realmente se estaban besando. Realmente lo quería besar. Y yo ahí, viendo esa escena como si estuviese en un palco, de pie con los ojos abiertos de par en par, sin poder emitir ningún tipo de sonido. Perdí el control cuando observé como él escabullía sus juguetonas manos por dejado de la blusa. No recuerdo qué revolee primero. Las sillas, las mesas, las botellas, o todo junto y al mismo tiempo. Recuerdo que el DJ en un acto de pura empatía apagó la música y el dueño del bar prendió las luces. Esos dos se desprendieron y ella corrió hacia mí, seguramente para explicarme algo de lo que había sucedido. Me hubiese gustado escuchar esa mentira disfrazada pero no dejaba de s

La pelea de tu vida

Boris no quería pelear. No esa noche. No contra La Mole. No estaba preparado. La prensa lo había inflado luego de algunos knock outs intrascendentes. Tal vez por su bello rostro o su carisma. Tal vez por su invicto. Tal vez para cautivar a la audiencia con la pelea del novato vs el experimentado. No había punto de comparación. Sabía que dentro del ring sufriría una paliza inolvidable. Necesitaba años de práctica y entrenamiento para poder considerar el campeonato. Le habían ofrecido un dineral que no pudo rechazar. Sólo tenía que mantenerse en pie doce rounds. Ni consideraba la opción de ganar la pelea. Eso no estaba dentro de sus posibilidades. Perder por puntos. Derrota digna. Y la revancha en unos años cuando llegue a su techo. No ahora que recién estaba poniendo los cimientos de sus habilidades. En el precalentamiento recordó diversas peleas del campeón. Era una máquina de músculos y violencia. Tuvieron que encontrarle un rival porque prácticamente había noqueado a todos los b

En línea

Agarré el cel y te vi en línea. Me corroen los celos por dentro pensar que estás hablando con otro. Miro fijo ese aparatito y seguís ahí. No estás en mi conversación. Hay otro que te mantiene despierta hasta estas horas como solía hacerlo yo. La idea me revuelve el estómago. Me imagino que te hace reír e ilusionar. Te imagino esperando un nuevo mensaje como yo espero el tuyo. Me imagino el sobresalto cuando ves que finalmente te escribió. Te imagino pensándolo. Me imagino cuando te invite a salir y no me lo digas. Porque no somos nada. Lo fuimos. Ya no. Yo quería seguir. Vos no. Me imagino los nervios de la cita. De la previa. Te imagino revisando el placard buscando que ponerte para estar linda. Para otro. Te imagino maquillándote para resaltar esa sonrisa que todo lo puede. Frente al espejo haciendo caras sexys que por vergüenza no se las vas a mostrar a él. Te imagino revisando la hora todo el tiempo para no llegar tarde. Dudando justo antes de salir. Mirándote al espejo pensa

Un fraude exitoso

Revisé el mail y ¡había ganado! ¡Yo! Entre diez mil personas, había quedado entre los cincuenta cuentos seleccionados. Una cosa de locos. Historias Breves. Nada de novelas y esas cosas. Mandé mi humilde cuentito porque sí. Porque era gratis participar. No esperaba ganar algo. Los primeros cinco cobraban plata, el resto sólo una mención. Eso lo era todo para un tipo que escribía cuando tenía ganas, porque le divertía. El resto eran todos casi próceres de la literatura. Yo no. Trabajo en una empresa. Soy un administrativo más como tantos otros. Y empecé a escribir estas cositas, para salir de la rutina. A mis amigos les gusta. O eso dicen. bah, no a todos. Algunos me critican los cuentos y me gusta. Porque si después ese mismo tipo me alaba uno, para mí tiene más valor. Todo mi entorno se revolucionó con la noticia. Mis amigos, mi familia, mis mujeres, todos. No paraban de felicitarme. No sé si por ser cordiales o por verdadera admiración u orgullo. Para mí no es difícil escribir. Al me

El casting

Corrió las cortinas y los vio. Ahí, en pleno acto. Con todo el descaro del mundo estaban teniendo sexo contra la ventana. A la vista del que quisiera ver. Javier se ocultó instintivamente por miedo a que lo viesen chusmeando, pero la curiosidad se había apoderado de su persona. Era justo en el edificio de enfrente. Se había cruzado con esa voluptuosa mujer miles de veces e incluso había fantaseado con ella en varias oportunidades. Y la tenía ahí, al alcance de sus ojos, solo tenía que correr un poco la cortina y acomodarse para que no lo descubriesen. Le llamó la atención que el hombre no fuese el marido de ella. Era otro. Estuvieron media hora más, practicando diversas poses. Siempre frente a la ventana, como para no defraudar a su incipiente público. Eso no podía ser casualidad. Ellos querían que los vecinos los viesen. A cierta gente le excita eso, pensaba Javier. Además hay gente que se excita viendo como su pareja tiene sexo con otra persona delante de sus ojos. El deseo es algo m

Carta de lector

Buenas tardes, mi nombre es Leopoldo y tengo 62 jóvenes primaveras. El motivo de esta carta es para refutar de plano el artículo del número anterior que aseguraba que las personas mayores de 60 años tienen sexo a los sumo una vez por mes. No se quien fue la descerebrada que escribió semejante barbaridad. Se nota que entrevistó a personas que no representan en lo más mínimo a la gente de nuestro rango etario. Es una falta de profesionalismo que lo hayan publicado así, sin chequear ni nada. Como les dije tengo 62 años y mi vida sexual es plena y placentera. Tal vez ya no puedo hacer algunas de las poses acrobáticas que leo en esta revista, pero la frecuencia es mucho mayor que una por mes. Yo diría que es una por semana si recibo los estímulos necesarios. Y si, los recibo. Mi mujer, Clotilde era muy fogosa en su juventud y aún le queda nafta en el tanque. Ella es chapada a la antigua y no sabe que leo esta publicación todos los meses. Se escandalizaría. Es una lástima, porque sería idea