El infiel de los lunes
Nos vimos por primera vez y
sucedió. No es que yo estuviese buscando ser infiel, bueno en realidad si, lo
estaba buscando. Es parte de mi esencia. Es
porque soy así. Algunos son altos, flacos, gordos, rubios, yo soy infiel.
Practico ese hobby con total responsabilidad e incluso animo a mis amigos y
compañeros de trabajo a experimentarlo. Mi mujer tal vez algo sospechó con el pasar de los años, pero no me lo hizo saber. Yo tampoco nunca le preguntaba por
las clases de yoga a las cuales iba todos los martes, ni a las cenas
impostergables de los jueves donde en teoría se juntaba con esas amigas que yo
sólo conocía de nombre y de anécdotas posiblemente inventadas.
Cuando
Mónica entró en la oficina, supe que íbamos a tener una aventura. No puedo
explicar cómo. Nos vimos y sucedió. Ella también estaba casada, hacía
muchos años y le daba más culpa que a mí. Al comienzo solo fueron charlas
prolongadas y miradas intensas, con el pasar de los días la energía entre
nosotros la podía ver el que quisiera verla. Ella se reprimió todo lo que pudo
ante mis insistentes avances y cuando finalmente cedió a la tentación, no
pudimos dejarlo en una noche. Es difícil de explicar pero el cuerpo del otro
nos llamaba y el morbo de lo prohibido se encargó del resto.
Nos
veíamos todos los lunes en un hotel cerca de la oficina. Era algo nuestro,
hablábamos de trabajo, de nuestros matrimonios, hijos y finalmente recorríamos
el cuerpo del otro como si no hubiese un mañana, con una exhaustividad
ejemplar. Lo prohibido nos enloquecía, practicábamos cosas que jamás haríamos
en nuestras casas y el paso de las semanas, meses y años incluso lo fue
mejorando. Uno espera que con el paso del tiempo el fuego disminuya y
finalmente se extinga, el momento indicado para buscar otro amante. Pero
en nuestro caso la pasión se incrementaba semana a semana. Hablamos cientos de
veces de dejar a nuestras parejas y fugarnos juntos pero esa fantasía nos
excitaba y luego de revolcarnos durante dos horas volvíamos a nuestra realidad,
esperando el próximo lunes. Porque me gustaba que ese lunes sea un lunes, dos
horas y ya. No quería que ese excitante día se convirtiese en la semana
entera, porque no me quedaría más remedio que buscarme otro lunes y éste
realmente me gustaba.
No era todo color de rosas, cientos de veces minutos después de vestirnos un
remordimiento voraz la nublaba y quería terminar todo. Ella no es como yo, la
culpa por engañar a su adorable esposo la hacía llorar. Incluso estuvo a punto
de confesárselo en más de una ocasión, pero sabía que si lo hacía lo perdería
para siempre. La vida del infiel no es para cualquiera, yo disfrutaba esas dos
horas, pero mucho más imaginarme a ella el resto de la semana en su casa, con
su marido, hijos, mascotas, pensando en mí, mirando cuantos días faltaban para
nuestro lunes, para hacer todas esas cosas que esa mujer en esa casa, con ese
marido, con esos hijos, con esa mascota no hacía.
Hoy,
luego del intenso rito sexual acostumbrado, me volvió a plantear la posibilidad de empezar una vida juntos, de separarnos ambos. La persuadí para que no
dejase a su familia.
Hace
un tiempo que me separé de mi mujer, Mónica no lo sabe. No se lo dije porque
seguramente todo cambiaría. Me gusta este lunes y no quiero que se transforme
en toda la semana. No quiero tener que buscar otro. Me gusta este lunes como
está. De hecho, ya estoy anhelando el próximo.
DARIO BESADA
36 AÑOS
05/11/2018
Es la descripción perfecta de muchas realidades, de la búsqueda insaciable de conceptos diferentes difíciles de entender.
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