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Mostrando entradas de agosto, 2018

El casting

Corrió las cortinas y los vio. Ahí, en pleno acto. Con todo el descaro del mundo estaban teniendo sexo contra la ventana. A la vista del que quisiera ver. Javier se ocultó instintivamente por miedo a que lo viesen chusmeando, pero la curiosidad se había apoderado de su persona. Era justo en el edificio de enfrente. Se había cruzado con esa voluptuosa mujer miles de veces e incluso había fantaseado con ella en varias oportunidades. Y la tenía ahí, al alcance de sus ojos, solo tenía que correr un poco la cortina y acomodarse para que no lo descubriesen. Le llamó la atención que el hombre no fuese el marido de ella. Era otro. Estuvieron media hora más, practicando diversas poses. Siempre frente a la ventana, como para no defraudar a su incipiente público. Eso no podía ser casualidad. Ellos querían que los vecinos los viesen. A cierta gente le excita eso, pensaba Javier. Además hay gente que se excita viendo como su pareja tiene sexo con otra persona delante de sus ojos. El deseo es algo m

Carta de lector

Buenas tardes, mi nombre es Leopoldo y tengo 62 jóvenes primaveras. El motivo de esta carta es para refutar de plano el artículo del número anterior que aseguraba que las personas mayores de 60 años tienen sexo a los sumo una vez por mes. No se quien fue la descerebrada que escribió semejante barbaridad. Se nota que entrevistó a personas que no representan en lo más mínimo a la gente de nuestro rango etario. Es una falta de profesionalismo que lo hayan publicado así, sin chequear ni nada. Como les dije tengo 62 años y mi vida sexual es plena y placentera. Tal vez ya no puedo hacer algunas de las poses acrobáticas que leo en esta revista, pero la frecuencia es mucho mayor que una por mes. Yo diría que es una por semana si recibo los estímulos necesarios. Y si, los recibo. Mi mujer, Clotilde era muy fogosa en su juventud y aún le queda nafta en el tanque. Ella es chapada a la antigua y no sabe que leo esta publicación todos los meses. Se escandalizaría. Es una lástima, porque sería idea

Deseos

La puerta se abrió y no era ella. Miraba el reloj con desesperación. La fiesta se estaba acabando y no aparecía. Fabián la había organizado únicamente por ella. Ya estaba harto de los cumpleaños, cenas monótonas e irse a dormir temprano. Hubiese preferido hacer otra cosa. No sabía bien qué pero estaba convencido de que había algo más divertido para hacer en su trigésimo cumpleaños. Sin embargo organizó esa pantomima para verla. No podía faltar. Le había dicho que tal vez pasase un rato. Tal vez. Esa duda lo carcomía por dentro. Si la fiesta terminaba y no aparecía, esa sería la señal inequívoca de que todo había acabado. Él jamás se perdería su cumpleaños. Jamás de los jamases. Por lo visto a ella le importaba todo bastante menos. Habían ido casi todos sus amigos. Las anécdotas que se contaron mil veces hacían su aparición una vez más para informar a alguna de las nuevas novias de los eventos transcurridos una década atrás. Las risas sonaban por doquier. Las historias de la adolescenci

Sueños de libertad

Había llegado el día. Cerraron su celda de golpe, apenas había logrado entrar. Hacía diez años que estaba preso por un crimen que sí había cometido. Era culpable pero había hecho justicia. Al menos eso se repetía todas las noches antes de dormir, como para calmar a su conciencia. El juicio había sido un desastre. Se había salvado por un pelito de la pena capital, y sólo porque se había declarado culpable. Su abogado era el más incompetente que el Estado le pudo encontrar. No querían nada librado al azar. Un latino asesinando brutalmente a un destacado cura norteamericano, en Texas. La prensa lo había condenado y hasta la Iglesia lo quería muerto. Silla eléctrica o perpetua. La sacó barata. Hacía cerca de dos años el plan de fuga se le había presentado casi sin pedirlo. El estado de la cárcel era deplorable y las condiciones, inhumanas. A veces eso no es tan malo para un preso que está condenado a cadena perpetua y el intento de fuga sólo provocaría un traslado a una prisión de mayo

Un martes cualquiera

Le pegó una cachetada y volvió a su puesto de trabajo. El resto de empleados de esa oficina lo miraban atónitos. Inmediatamente comenzaron a cuchichear. Manuel no entendía nada. Había sido golpeado porque sí. Literalmente. Y el tipo se fue a sentar a su escritorio como lo más tranquilo. Dudaba si ir a pedirle explicaciones o quedarse en el molde, no vaya a ser cosa de recibir una paliza. Absolutamente todos los empleados habían visto la secuencia. Si se quedaba sin hacer nada lo tildarían de cagón. Entonces se levantó simulando seguridad en sus movimientos. Por dentro sufría como un condenado. No podía dejarse pegar. Si no reaccionaba como dios manda, tal vez toda la oficina iba a empezar a golpearlo diariamente. Irse a quejar al jefe estaba fuera de las posibilidades. El último que fue a quejarse de un maltrato por un compañero fue marginado y, posteriormente, despedido. Se acercó al escritorio de Pablo y le pegó un cachetazo. Firme, pero no muy violento. No sabía si era un duelo

La parejita (no tan) feliz

-Tenemos tres opciones - le dijo mientras la recorría con la mirada Opción uno: Me besas. Opción dos: Te beso. Opción tres: Nos besamos. Se las dijo de corrido, como para no darle tiempo a que lo interrumpiese con alguna protesta. Así empezaron. Pero como toda historia de amor, nada es color de rosas todo el tiempo. Ahí es cuando aparece esta empresa. Cuya finalidad singular, no responde a criterios éticos ni morales. Sólo hacen el trabajo por el que alguien les paga. Ellos no deciden si está bien o mal, sólo lo hacen. Es absolutamente anónimo. Las partes nunca se reúnen. Este era un caso particularmente llamativo, porque fueron contratados por no una, sino por al menos dos personas. El objetivo: Separar a la hermosa pareja. Hacía varias décadas que funcionaban. Tenían cierta reputación en la ciudad, pero actuaban en las penumbras. Nadie podía saber que un operativo se estaba llevando a cabo. La discreción era absoluta. Separar a dos enamorados era un juego de niños pa