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Mostrando entradas de abril, 2018

El Primer Beso

Entró a la cocina y me vio. Ahí, en un rincón, ido. Luces apagadas, música fuerte, perdido en mis pensamientos, en mis dudas, en mis miedos. Yo no estaba en esa habitación. Se acercó como pidiendo permiso, buscando mi mirada, que la esquivaba deliberadamente. -¿Querés que me vaya? - Me preguntó, mientras se acercaba casi bailando - No, no. No te vayas. - Le respondí con las escasas palabras que lograron salir de mi boca Tenía miedo. Era un adolescente, con pánico. Acorralado en una cocina, en una de las tantas fiestas que se hacían en alguna casa en Diciembre. Ese no fue nuestro primer encuentro, los anteriores fueron bochornosos. Para mi, para ella, para todos los que sabían la historia. El problema era yo, o ella, o todo. Hoy me considero un tipo tímido, pero en aquello años... ¡mi dios! Era un papelón. No podía sostener la mirada de una mujer que me pareciese linda. Si no la podía mirar, ¿ Cómo la iba a encarar ? Y ella... era preciosa. Fuera de mi alcance, a mi entender. P

El Héroe Silencioso

Había salvado el día. Una vez más. Como hacía ya 30 días. Un incendio diario, y no es que fuera bombero, que trabajara de eso para ganarse el pan. No, no. Era un tipo común, con una insólita puntería para salir a pasear. Antes no le pasaba. No se explicaba qué había cambiado. Su rutina era casi la misma. Antes se dirigía directamente al bar, ahora... Iba luego del incendio del día. Se tomaba su vaso con licor, a modo de festejo. Festejo o resignación. Poco importaba el verdadero motivo. Solo importaba el vaso, con ese licor que le hacía olvidar, por unos instantes, que al día siguiente tendría otro incendio. El primero lo tomó por sorpresa. Una casa en llamas. ¿Qué hacer? ¿Entrar evadiendo el fuego, y rescatar a las personas que lloraban y gritaban dentro? o ¿Hacerse el boludo? Total... no era su trabajo, solo era un tipo paseando. ¿Por qué habría de poner en riesgo su vida para salvar la de extraños? Lo pensó unos segundos, y entró. La casa se estaba viniendo abajo. Rescató a un

Flechazo 2.0

Fue un flechazo. No encuentro otra descripción. Todo comenzó sin pensarlo. Llovía a cántaros. Me puse la campera gruesa que jamás utilizo y fui al ciber, como todos los miércoles, para imprimir el cuento del día. El destino, o vaya a saber qué cosa, quiso que me tropezase con ella. Así, como en las pelis mas románticas que se les pudiesen ocurrir. Dos extraños, apurados por la vida, chocan en una esquina, se les cae todo, se ayudan, se levantan, se miran, y... Se puso de pie, y se fue. Como si no hubiera pasado nada. Yo ya me había olvidado la razón por la que había salido de casa. La veía alejarse, rezando por que en algún momento frene, dé media vuelta, y me mire. Un segundo. Es todo lo que necesitaba. Una señal de que no era el único sumido en un caos incomprensible. Al llegar a la esquina se detuvo, la vi dudar, como debatiéndose entre cruzar la calle o mirarme. Tal vez eran ideas mías. Seguramente eran ideas mías. Yo seguía detenido en  tiempo y espacio. Inmóvil, petrificado. Ta

Flechazo 1.0

Fue un flechazo. No encuentro otra descripción. Todo comenzó sin pensarlo. Llovía a cántaros. Me puse la campera gruesa que jamás utilizo y fui al ciber, como todos los miércoles, para imprimir el cuento del día. El destino, o vaya a saber qué cosa, quiso que me tropezase con ella. Así, como en las pelis mas románticas que se les pudiesen ocurrir. Dos extraños, apurados por la vida, chocan en una esquina, se les cae todo, se ayudan, se levantan, se miran, y... Se puso de pie, y se fue. Como si no hubiera pasado nada. Yo ya me había olvidado la razón por la que había salido de casa. La veía alejarse, rezando por que en algún momento frene, dé media vuelta, y me mire. Un segundo. Es todo lo que necesitaba. Una señal de que no era el único sumido en un caos incomprensible. Al llegar a la esquina se detuvo, la vi dudar, como debatiéndose entre cruzar la calle o mirarme. Tal vez eran ideas mías. Seguramente eran ideas mías. Yo seguía detenido en  tiempo y espacio. Inmóvil, petrificado. Ta

Yendo de la cama al taller

Ganó el Barca. Qué placer ver jugar a esos tipos. Me queda una hora para llegar al taller. Aunque también debo imprimir el cuento de hoy, y... Si, también debería bañarme. Tendría que haber hecho esto antes. El tiempo vuela cuando ves a Messi.  Cuarenta y cinco minutos... No habían pasado cuarenta y cinco minutos. Fue un suspiro. Messi y compañía me habían birlado cuarenta y cinco minutos de un miércoles. Creo que no llego. Imprimir, bañarme, viajar y... estacionar... en Almagro. Todo en sesenta minutos. Di-fi-cil. En el ciber me acordé que debería imprimir los otros cuentos para poner en el respaldo del asiento del acompañante del taxi, así la gente puede leer mientras viaja. ¿Quién sabe? Mirá si se sube alguien, lee algún cuento, queda impactado y lo quiere llevar al teatro! o al cine! ¡Andá a saber! Media hora. Ducha y salgo. Podría bañarme en cinco minutos. Pero cuesta salir de la ducha. Casi tanto como entrar. Quince minutos para el curso. Varado en la vía. ¿Quién me mandó

La Parrillita del Terror

Nos sentamos los cuatro a comer en una parrillita. Medio pelo. La parrilla era una excusa. Estaba cerca. Si había que viajar, era probable que la gente se disperse y recuerde, de la nada, que tenía cosas que hacer. Así que la parrillita, por conveniencia geográfica, fue elegida para albergarnos esa noche. Nos pusimos a charlar de todo, o de nada, bah. De nimiedades. Música, series, películas, trabajo, facultad, libros, viajes, etc... De todo y de nada. Pedimos una parrillada, como tenía que ser en una parrilla. Una de las chicas, en cambio, optó por unos fideos con manteca. Parrilla... fideos.... y bue... la parrillita era una excusa. Sinceramente no tengo la más pálida idea de cómo fue que terminamos hablando de tortugas. Pero, por lo visto, era un tema jugoso. La chica de los fideos, aseguraba, con mucha convicción, que era bastante común que, hoy por hoy, las familias tuviesen como mascotas a tortugas. Era difícil no salir al cruce de tal afirmación. Luego de una intens