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Mostrando entradas de 2020

Pequeños sobreentendidos

Me miró e hizo un gesto leve de asentimiento. Bueno, en realidad no fue tan leve, fue bastante contundente, como para no dejar ningún margen de duda: Te estoy haciendo un gesto de asentimiento. Lo primero que pensé fue: Que gesto más sólido, hasta parece haberlo ensayado. Después de ese lapsus, caí en la cuenta que me lo estaba haciendo a mí. Y yo que no soy el tipo más despierto del mundo, giré la cabeza para ver si había alguien más atrás mio: No había nadie. En ese paraje, en el lejano oeste, o como le dice la gente local: Rafael Castillo, solo estábamos él y yo. Volví a mirarlo. A él y a su entorno, a su circunstancia. A su todo, a ver si podía entender qué corno me estaba queriendo decir, sin emitir sonido. Porque él no dijo ni mu, solo asintió y lo dio por hecho. Así que si alguien estaba fallando en esta conversación, era yo. De pronto, la luz. No se cómo fue que sucedió pero lo entendí. Era evidente hasta para mí. ¡Claro! Casi salto de emoción por haber descifrado el código per

A veces

A veces me lo pregunto cuando estoy en el super, mientras comparo precios de potes de dulce de leche. A veces mientras camino, entre un tumulto de gente apurada por llegar a un trabajo que posiblemente deteste. Otras veces me lo pregunto mientras desayuno. Unos mates, unas facturas y tu recuerdo. A veces me lo pregunto mientras tomo sol en el patio o mejor dicho, mientras finjo tomar sol en el patio, porque no hay nada más aburrido que eso. Así que mientras el sol hace su trabajo, yo concentrado, me lo pregunto. En algunas ocasiones me lo pregunto mientras recaliento comida en el microondas, esperando que tenga el mismo sabor que supo tener.  No es que sea una pregunta que me altera la vida, no vayas a creer eso. Es un momento fugaz, efímero. Impredecible e incontrolable. Por momentos estoy jugando al tenis. Tal vez en el punto del partido, donde un error o un segundo de inspiración pueden marcar la diferencia, tal vez en ese momento puntual y decisivo, me lo pregunto. Viendo una peli,

El último suspiro

Diez años de casados. Nuestra intención era festejarlo en grande. No todo el mundo encuentra el amor de su vida. Así que nuestro festejo tenía que ser épico. Gastamos los pocos ahorros que teníamos para reservar un hotel de mil estrellas en un lugar paradisíaco. Sobraban los lujos por todos lados, era como un sueño hasta que de pronto mientras ella paseaba por el borde la piscina, se resbaló. Su cabeza golpeó contra el borde y cayó dentro de la pileta. Totalmente inconsciente. Sin pensarlo ni medio segundo, me tiré a auxiliarla. Con mucho esfuerzo logré sacarla del agua y grité por ayuda con todo mi ser. Nos habíamos asegurado de tener privacidad absoluta, así que nadie, pero nadie, iba a escuchar mis gritos desesperados de auxilio. Intenté hacerle RCP. Alguna vez había hecho un curso, pero con los nervios los recuerdos eran difusos. Se me estaba yendo y dependía de lo que hiciese en los siguientes segundos. Tenía miedo de hacer mal las cosas, o hacer algo tan mal que la terminara perj

El engaño

Diez años de casados. Hijos. Sueños perdidos y este desgraciado me engañó con alguna chiruza. Lo confronté y lo negó, por supuesto. El siempre dijo que esas cosas había que negarlas hasta el lecho de muerte, donde uno puede ser estúpido y sincero porque no hay un mañana del cuál preocuparse. Así que lo negó durante meses. Sin embargo yo lo sabía. Bah, para ser honesta no es que realmente lo sabía: Lo deduje porque lo intuía. Soy de esas personas que confían en su intuición, sobretodo porque no me falla. Jamás. Y yo lo intuía. Empecé a sospechar en una de esas aburridísimas cenas con sus amigos de toda la vida, donde hablaban del pasado  como si hubiesen tenido una vida feliz antes de conocer a sus respectivas mujeres. Un idiota que se creía un Don Juan, cuál regalo del cielo cómo se autodenominó en alguna ocasión, sacó el tema de que nadie, pero nadie, era fiel luego de diez años de matrimonio. Las risas cómplices de todos esos orangutanes me prendió una lucecita de alarma. Después de

El cómico

Me senté en la silla y arrancó el show. Trabajo toda la semana en una oficina que detesto y los fines de semana, cuando me da el bolsillo, asisto a diversos show de stand Up. Mi sueño es estar arriba de un escenario y vivir de eso. Por eso trato de ir a todos los shows que me pasen cerca como para empaparme del tema. Con tiempo voy a ir armando mi propio material, me considero un tipo gracioso pero no es fácil pararse ante una multitud y desenvolverse como si nada. En esta ocasión, un gran cómico a nivel continental estaba en mi ciudad y yo no me podía perder la oportunidad de ir a verlo y aprender lo que pudiese de este supuesto prodigio. Empezó el espectáculo y, para mi enorme sorpresa, el tipo no era gracioso. Sin embargo la gente a mi alrededor estallaba de risa, las carcajadas me aturdían aunque decididamente yo no estaba entendiendo ningún chiste. A mi parecer el ritmo del relato era cansino, se notaba a la legua que el cómico estaba en piloto automático. No era un show que le

La parca

Me desperté y estaba ahí, esperándome como si no tuviese nada mejor que hacer. La identifiqué inmediatamente porque... bueno, la parca es inconfundible. En un tono que intentó sonar lúgubre, me dijo:  Parca: Llegó tu hora Yo: Eso no es posible Parca: ¿Me estás diciendo mentirosa? Yo: Claro que no. Solo digo que tu jefe se equivocó de archivo. ¿Estás segura que el de la foto soy yo? La parca chequeo el archivo y luego dijo con seguridad:- No es tu mejor foto, pero si, sos vos. No sé porque subiste esta fotos a las redes. Fue un error. Bah, uno de tus errores. Estoy viendo que cometiste varios y algunos te deben joder a la hora de dormir, ¿No? Yo:Bue, ¿Quién no se equivocó alguna vez? Pero volvamos a lo nuestro. Yo no puedo morir Parca:Todos mueren. Este es un trabajo que se hace. Tarde o temprano, pero se hace. Yo:Me refiero a que no me puedo morir hoy, ya, ahora. Parca: ¿Y qué es esa cosa taaan importante que tenés que hacer como para que sea imposible matarte hoy? Yo: Uffff,

Sueños de cuarentena

La extraño. Sí, decididamente la extraño. Hace mas o menos 2 meses que estamos. Justo nos agarra esta cuarentena de porquería. Extraño el olor de sus brazos, de sus hombros, de su cuello. Extraño ver cómo finge que le molesta que la llene de besos. Extraño tenerla cerca. La cuarentena se puso porque hay un virus letal que está infectando a todo el mundo que es increíblemente contagioso. Sí,sí, como leen. Parece una película de Hollywood con todos los cliches del mundo pero acá estamos todos encerrados en nuestras casas. Yo tengo dos gatos con los cuales me llevo de maravillas, como tiene que ser, no estoy totalmente sólo. Ella también tiene dos gatos. Son lindos, es cierto, pero los míos son especiales. La cuarentena me está afectando principalmente con pesadillas. Antes no tenía y ahora tuve un par. La primera fue que yo estaba saliendo a una cita y mis viejos me querían echar de casa. Supongo que yo era un adolescente. Estaba buscando ropa para irme a una cita y mis viejos no sé porq

La fiesta de los Arroyo

¡¡Me llegó la invitación!! No puedo más de la emoción. Se comentaba por el pueblo que ya las estaban mandando y si no te llegaba por estos días estabas frito. Es el acontecimiento del año, no, que digo del año. ¡Es el acontecimiento de la década! Esta fiesta se hace cada diez años, es una excentricidad de los Arroyo, que para nosotros son como los Roquefeller. Imaginense el revuelo que hay en este pueblito en el medio de la nada cuando llega la fecha de la fiesta. Somos la envidia de todos las localidades vecinas, que se esmeran en atraer turismo como sea. Nosotros tenemos esto y tiene alcance, no solo provincial y regional, sino que nacional. Las cadenas más importantes de la Gran Capital vienen a cubrir este evento. Es que los Arroyo son una de las familias más acomodadas del país, si si, así como lo escuchan. Y como no olvidan sus orígenes, dejaron una mansión acá y una vez cada diez años hacen esta fiesta para que durante un fin de semana se hable de nosotros a lo largo y ancho del