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Mostrando entradas de 2022

La risa de la abuela

Noventa y pico de años tiene mi abuela. Una banda. Hace un tiempo tuvo un ACV que la dejó media media, pero antes de eso iba seguido a su casa y jugábamos a la canasta. También al chinchón, pero la canasta era su fuerte. Yo le decía que hacia trampa, ella se enojaba y se reía. No hacia trampa en realidad, solo me gustaba molestarla y ella se reía. Eran otros tiempos, hace mucho que no la veo reír. Hace mucho que no jugamos, hoy no está para esas cosas. Tiene miles de dolores, se la pasa tomando pastillas y remedios.  Vive sola en la casa, cosa que es un problema, porque cuando mi vieja la llama y ella no atiende el teléfono es un caos. Mi vieja piensa que algo malo le pasó y sale disparada a verla. Llega en un estado calamitoso. Deseando con todas sus fuerzas que no sea nada, que el teléfono no haya sonado, o que mi abuela no escuche su ruido, cualquier cosa con tal de que no sea lo que se está imaginando. Hace poco la acompañé en una de esas corridas contra el tiempo. Llegamos y mi ab

Huevos

Apenas se mudó pasó algo entre nosotros. No fue una historia inolvidable de la cual escribirán novelas, ni harán películas. Fue una historia cortita, intensa y que a mi me marcó profundamente. Yo vivo en este edificio hace años, no conozco a ningún vecino, no por ser antisocial, sino porque por algún motivo que desconozco les caigo mal a todos. Tal vez sea porque soy el único que tiene patio y a veces los veo mirándome desde su balcón enrejado, atrapados en su vida, con un gesto de resentimiento que no hice nada para generar. La cuestión es que ella llegó con todas sus cosas y de inmediato me la crucé en el hall. Tenia un millón de cajas y cosas para subir. Di por asumido que se mudaba con su pareja. No se bien porqué, pero puede que sea porque salvo yo, todo el mundo está en pareja. Nos pasamos nuestros teléfonos porque ella aún no me odiaba como el resto y siempre está bueno tener el contacto de algún vecino ante alguna emergencia. Como quien no quiere la cosa empezamos a hablar casi

Las vueltas de la vida

Venía caminando en la mía, como siempre. Mirando el celular, googleando que podría pedir para cenar esa noche. Algo bien rico y grasoso, porque era viernes, porque había trabajado toda la semana y me lo merecía. Se me hacia agua la boca de solo pensarlo, ya que mi dieta venia siendo básicamente ensalada y ensalada. Esa noche era en la pera. Cuando de pronto me choqué de frente con alguien y caí al piso muy torpemente pero con el celular en la mano y a salvo. Prioridades. Quedé como una tortuga. Espalda al suelo, patas y manos mirando al cielo y moviéndose de un lado a otro. Una pose muy vergonzosa. Cuando me repuse, vi a la chica levantando todos los papeles y cosas que se le habían caído y me puse a ayudarla, pidiéndole mil disculpas, ella no paraba de insultarme. Qué como puedo ir tan distraído, que era un peligro, que tenia que tener más cuidado, que podía lastimar a alguien, que como podía ser tan pelotudo. Yo solo repetía la palabra perdón y perdón, mientras intentaba que esa esce

Los isleños

 Noooo. Me desperté en una isla. Otra vez. La puta madre. Ya perdí la cuenta de cuando fue la primera vez. Con lo lindo que era despertarse en un continente lleno de gente para hacer cosas. Acá estoy solo. Las islas nunca son las mismas. Varían dia a día. Hay cosas para hacer, eh. No es que es un embole supremo. Hay animales silvestres, vegetación y diversas actividades con las cuales entretenerte un rato pero luego de tanto tiempo en estas islas uno quiere sociabilizar. Es divertido un rato nomás. Llegar a otra isla, o mismo al continente, es muy dificultoso. Puede llevar todo el día y nada te garantiza de que si logras llegar a destino, mañana te vas a despertar ahí, no no. No sé si vale la pena. No hay botes, barcos, ni nada. Uno se las tiene que ingeniar con ramas y cosas que podes encontrar en una isla desierta. Otro tema es como te reciben los habitantes. Hay isleños que son muy hostiles cuando alguien quiere llegar a su territorio. Lo consideran una invasión y básicamente viven

Congreso internacional

Él empezó a hablar y el auditorio lo admiró en silencio. Parecían hipnotizados. Tomaban notas a la velocidad que podían, con el pánico de olvidarse algo fundamental. A pesar de las advertencias de su astróloga de confianza, el evento se desarrollaba según lo previsto. Sin catástrofes a la vista. Que la luna estaba en tal planeta, que el ascendente tal cosa. Todas mentiras. Los vaticinios, por lo visto, habían resultado claramente exagerados. Este evento sería inolvidable. El calor era sofocante y los trajes no ayudaban. Era algo formal, un gran evento corporativo, de nivel internacional. Con personas como él que venían de todo el mundo para capacitar a este grupo de gente ávida de información. El fotógrafo estaba en su salsa, captaba planos de personas concentradas o de él haciendo grandes movimientos histriónicos. De pronto la catástrofe. Los movimientos veloces seguían intactos pero ahora el silencio era absoluto. Ningún sonido salía de esa boca. Él se quedó paralizado, pensando como