Las vueltas de la vida

Venía caminando en la mía, como siempre. Mirando el celular, googleando que podría pedir para cenar esa noche. Algo bien rico y grasoso, porque era viernes, porque había trabajado toda la semana y me lo merecía. Se me hacia agua la boca de solo pensarlo, ya que mi dieta venia siendo básicamente ensalada y ensalada. Esa noche era en la pera. Cuando de pronto me choqué de frente con alguien y caí al piso muy torpemente pero con el celular en la mano y a salvo. Prioridades. Quedé como una tortuga. Espalda al suelo, patas y manos mirando al cielo y moviéndose de un lado a otro. Una pose muy vergonzosa. Cuando me repuse, vi a la chica levantando todos los papeles y cosas que se le habían caído y me puse a ayudarla, pidiéndole mil disculpas, ella no paraba de insultarme. Qué como puedo ir tan distraído, que era un peligro, que tenia que tener más cuidado, que podía lastimar a alguien, que como podía ser tan pelotudo. Yo solo repetía la palabra perdón y perdón, mientras intentaba que esa escena bochornosa terminase cuanto antes.

Cuando terminé de alcanzarle todo lo que se le había caído y comenzaba mi huida, la vi y quedé helado. Ornela. Hacía mínimo diez años que no la veía. Tuvimos algo, o mejor dicho casi algo. Por diversos motivos lo nuestro no prosperó y no la volví a ver. Diversos motivos... ,  ¿A quien quiero engañar? Se fue con otro y al exterior. Y la tenía ahí, enfrente. De pronto dejó de insultarme y me clavó los ojos. Una gran sonrisa se le dibujó en el rostro. ¿Me reconoció? después de tanto tiempo, ¿Se acordaba de mi? . Mis dudas se disiparon cuando me dijo: Gerardo! No puedo creer que seas vos. Bah, tampoco me debería sorprender tanto, siempre fuiste bastante despelotado.

Me hizo mil quinientas preguntas sobre mi vida, yo hice lo mismo sobre la suya. Prácticamente éramos dos extraños que nos conocíamos un poco de otra vida. Sentía que sus ojos me exploraban la mente. Tenía miedo que se diese cuenta que nunca la había olvidado a pesar del tiempo, por eso evitaba como sea mantenerle la mirada, movía la cabeza de un lado a otro mientras contestaba su arsenal de preguntas. Un sentimiento de culpa me empezó a inundar y nos despedimos con promesas de seguir en contacto en el futuro. Era bastante probable que no la volviese a ver en mi vida, por eso cuando llegué a casa le conté a mi mujer con quien me había topado, ella contestó: Ah, Ornella... Si, la mujer de tus sueños, me acuerdo. 

Mujer de mis sueños, no recuerdo haber dicho eso jamás. Al menos no en voz alta. Pero como no tenia secretos con mi esposa, tal vez le haya dicho que en su momento, en otra vida, yo estaba muy involucrado cuando ella se fue con otro a afuera. Por eso la culpa. Yo decididamente no la busqué. No tenía pensado escribirle. Ah, porque al despedirnos ella propuso que intercambiáramos los números de teléfonos para pactar algún encuentro. Yo estaba seguro que era algo por convención. Que la gente suele hacer al verse después de tanto tiempo pero rara vez el objetivo sea revivir ese contacto. Es un: Te escribo, eh! y nunca más.

Me encerré en el baño e hice lo que cualquier persona haría: Stalkearla. La busqué en las distintas redes sociales e inspeccioné a detalle su perfil. El cambio que había sufrido en los últimos diez años era brutal. Quedé boquiabierto al ver una producción de fotos que había hecho para una renombrada marca de ropa interior. Se ve que estuve demasiado tiempo en el baño, ya que mi señora, entre risas, me gritó desde afuera: ¿Ya terminaste de pensar en ella? ¿Puedo usar el baño?

Odiaba profundamente que tuviese razón, no había manera de responder algo sincero sin ser culpable de algo. Me preparaba para salir del baño, cuando me llegó un mensaje de Ornela que decía: - ¿En serio no te diste cuenta de que te choqué a propósito?

DARIO BESADA

EDAD: 39 AÑOS

FECHA: 11/08/2022



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