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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Colores

El verde saltaba alegremente. El rojo irradiaba intensidad, tenía ganas de vivir, como el azul y el naranja. Todos esos colores vivos bailaban y cantaban hasta quedarse afónicos. El gris no. Los miraba rezongando desde un rincón, sin entender porqué tanta alegría. Pensaba que tarde o temprano se cansarían de ese absurdo e infantil festejo y volverían a esa rutina donde él se sentía tan a gusto. Ingenuos, pensaba. La vida no es esto. La vida es responsabilidades, obligaciones. Trabajo. A estos colores les falta trabajar. Les falta el jefe que los tiene cortitos. Bailar y cantar despreocupadamente... Si el jefe estuviese acá... ahí los quiero ver. Nada de estos grititos de felicidad. El verde hacía bromas con el rojo, que lo abrazaba porque sí. El amarillo jugaba con el azul y se reían. La risa irritaba a al gris, al punto de pedir silencio a los gritos. Nadie le hacía caso. La fiesta era un éxito salvo por ese cascarrabias amargado. El gris apagó la música desconectando el equipo pero

El Bar

Entré al bar y los vi besándose. Mi mundo se derrumbó en segundos mientras ellos se fundían en un beso del tipo donde los cuerpos se contornean al unísono con los labios. Yo los miraba petrificado como esperando que ella se aleje al grito de: ¡Salí de acá ¿qué estás haciendo!? Pero los segundos pasaban y no sucedía. Realmente se estaban besando. Realmente lo quería besar. Y yo ahí, viendo esa escena como si estuviese en un palco, de pie con los ojos abiertos de par en par, sin poder emitir ningún tipo de sonido. Perdí el control cuando observé como él escabullía sus juguetonas manos por dejado de la blusa. No recuerdo qué revolee primero. Las sillas, las mesas, las botellas, o todo junto y al mismo tiempo. Recuerdo que el DJ en un acto de pura empatía apagó la música y el dueño del bar prendió las luces. Esos dos se desprendieron y ella corrió hacia mí, seguramente para explicarme algo de lo que había sucedido. Me hubiese gustado escuchar esa mentira disfrazada pero no dejaba de s

La pelea de tu vida

Boris no quería pelear. No esa noche. No contra La Mole. No estaba preparado. La prensa lo había inflado luego de algunos knock outs intrascendentes. Tal vez por su bello rostro o su carisma. Tal vez por su invicto. Tal vez para cautivar a la audiencia con la pelea del novato vs el experimentado. No había punto de comparación. Sabía que dentro del ring sufriría una paliza inolvidable. Necesitaba años de práctica y entrenamiento para poder considerar el campeonato. Le habían ofrecido un dineral que no pudo rechazar. Sólo tenía que mantenerse en pie doce rounds. Ni consideraba la opción de ganar la pelea. Eso no estaba dentro de sus posibilidades. Perder por puntos. Derrota digna. Y la revancha en unos años cuando llegue a su techo. No ahora que recién estaba poniendo los cimientos de sus habilidades. En el precalentamiento recordó diversas peleas del campeón. Era una máquina de músculos y violencia. Tuvieron que encontrarle un rival porque prácticamente había noqueado a todos los b

En línea

Agarré el cel y te vi en línea. Me corroen los celos por dentro pensar que estás hablando con otro. Miro fijo ese aparatito y seguís ahí. No estás en mi conversación. Hay otro que te mantiene despierta hasta estas horas como solía hacerlo yo. La idea me revuelve el estómago. Me imagino que te hace reír e ilusionar. Te imagino esperando un nuevo mensaje como yo espero el tuyo. Me imagino el sobresalto cuando ves que finalmente te escribió. Te imagino pensándolo. Me imagino cuando te invite a salir y no me lo digas. Porque no somos nada. Lo fuimos. Ya no. Yo quería seguir. Vos no. Me imagino los nervios de la cita. De la previa. Te imagino revisando el placard buscando que ponerte para estar linda. Para otro. Te imagino maquillándote para resaltar esa sonrisa que todo lo puede. Frente al espejo haciendo caras sexys que por vergüenza no se las vas a mostrar a él. Te imagino revisando la hora todo el tiempo para no llegar tarde. Dudando justo antes de salir. Mirándote al espejo pensa

Un fraude exitoso

Revisé el mail y ¡había ganado! ¡Yo! Entre diez mil personas, había quedado entre los cincuenta cuentos seleccionados. Una cosa de locos. Historias Breves. Nada de novelas y esas cosas. Mandé mi humilde cuentito porque sí. Porque era gratis participar. No esperaba ganar algo. Los primeros cinco cobraban plata, el resto sólo una mención. Eso lo era todo para un tipo que escribía cuando tenía ganas, porque le divertía. El resto eran todos casi próceres de la literatura. Yo no. Trabajo en una empresa. Soy un administrativo más como tantos otros. Y empecé a escribir estas cositas, para salir de la rutina. A mis amigos les gusta. O eso dicen. bah, no a todos. Algunos me critican los cuentos y me gusta. Porque si después ese mismo tipo me alaba uno, para mí tiene más valor. Todo mi entorno se revolucionó con la noticia. Mis amigos, mi familia, mis mujeres, todos. No paraban de felicitarme. No sé si por ser cordiales o por verdadera admiración u orgullo. Para mí no es difícil escribir. Al me