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Mostrando entradas de 2019

La apuesta

-La panamericana es un caos!! Siempre es un caos. Siempre hay un boludo al que se le queda el auto y nos jode el día. Esa era la queja cotidiana de Miguel. Todos los días la misma historia. No era que lo enojaba, era más como ya parte de una tradición. Para llegar a su trabajo tenía que cruzar toda la panamericana y para volver también, como muchísima gente de la ciudad. La Panamericana tenia un montón de carriles de ida y vuelta pero la gente se las arreglaba para que ese trayecto fuese un infierno. Choques y autos descompuestos eran los incidentes más comunes. El tuerto había escuchado esa queja de Miguel durante años y años, hasta que un día decidió hacer algo al respecto. -Te apuesto a que el Miércoles no se queda nadie en la Panamericana. -¿A vos te gusta perder plata por algo en particular? ¿Lo deducís de impuestos o sos sencillamente un boludo? -¿Te animas o no? Una luca. -Nunca he ganado plata tan fácil. ¿Cuál es la trampa? ¿Tenes un billete de una luca falso y no sabes

Luz, cámara, propinas

Estaba comprando queso en el chino y la vi. Era ella. Sin maquillaje, con ropa de entrecasa pero podría distinguirla a kilómetros de distancia. ¡Estaba comprando en el chino de mi casa! Yo, que la veía casi todas las noches por la compu, en esos show donde se quitaba la ropa para que la gente le diese propina en dólares. bah, gente... todos eran tipos. En general eran extranjeros pero los de acá podíamos mirar gratis. En cambio los pudientes que colaboraban con dinero podían pedir cosas que ella hacía sensualmente, los otros mirábamos sin pedir nada. Era como algo interactivo, tal vez de ahí el morbo. No era una filmación, si tenías dinero la mujer (también había hombres y parejas) hacía lo que se te antojase. Un mundo nuevo para mi, que no solía salir de los vídeos pornográficos tradicionales que pululan por doquier en la red. Podría decir que caí por error en ese sitio, pero no fue así. Mi situación económica no es la mejor y estaba pensando como generar dinero desde mi casa. Ya que

El Colectivo del Infierno

Subí al bondi y estaba vacío. No estoy exagerando, estaba literalmente vacío. Sólo estábamos el conductor, un tipo canoso de unos sesenta y largos, y agotado de la vida, y yo. Miré el reloj y comprobé que eran las once de la mañana. Un día de semana, once horas y el bondi estaba desierto. Me olió mal. Eso ya no me gustó nada. Bah, miento. La primer impresión fue de júbilo, ¡me iba a poder sentar donde yo quisiera! Pero al pasar los minutos se volvió más raro el asunto. Estábamos en primavera, un hermoso clima, por lo que yo estaba en remerita y, como corresponde, bermuda. Me senté en lo que luego de un pequeño análisis debería ser el mejor asiento de todo el colectivo. Individual, casi llegando al final. A los pocos minutos me cambié a otro porque el aire acondicionado me estaba haciendo tiritar de frío. No era cuestión del asiento comprendí después, el aire estaba muy alto y me iba a congelar sentara donde me sentara. Estuve tentado de entablar una charla banal y superflua con el cond

El Cuaderno

Lo encontró cuando volvía a su casa luego de que una banda de malvivientes le hubiese robado y golpeado salvajemente. Estaba ahí, esperándolo, como si algún ser divino lo hubiese dejado olvidado en ese preciso lugar para que justo él lo encontrara. ¡En ese momento! ¡Estando tan vapuleado!. Quizás en otra circunstancia lo hubiese dejado en el mismo lugar donde lo encontró, sin darle mayor importancia pero algo hizo que su vista se fijara específicamente en ese cuaderno, acomodado prolijamente sobre un container de basura. Parecía un anotador tradicional, en la tapa no pudo leer ninguna inscripción. Cuando lo hojeó se encontró con una lista de instrucciones para su uso. Instrucciones. La curiosidad lo atrapó. Según lo que explicaba parecía ser una suerte de cuaderno mágico en el cual uno ponía el nombre y apellido de una persona. Ese individuo fallecía de un ataque cardíaco al pasar un minuto. Demasiado sencillo. Había varias páginas explicando como utilizarlo para muertes más trágicas o

Friend Zone

-Pero... ¿Somos amigos, o no? Otra vez. Siempre le pasaba lo mismo a Marcelo. Era una especie de maldición gitana, aunque no conocía realmente a ningún gitano: Cada vez que te importe alguien irremediablemente va a decir : Somos amigos. Dos palabras que juntas pueden derrumbar hasta las ilusiones más optimistas. Se lo decían con tanta frecuencia que si fuese realmente cierto, tendría cientos de amigas desperdigadas por toda la ciudad. ¡Qué afortunado! tantas amigas, tanta gente que lo quería. Debería ser el tipo más feliz del mundo. Pues no. Esas dos benditas palabras unidas lo hacían un tipo muy desgraciado. Para ser totalmente sincero, no todas las veces le había importado esa respuesta. En varias ocasiones la muchacha en cuestión no le interesaba en gran medida. Esta vez era diferente, o al menos así lo sentía él. Lo peor de todo es que ella lo acusaba de mujeriego. ¿Cómo se le responde a esa acusación? Se lo dijo como si fuese un pecado que le gustasen las mujeres. Esa acusación

El Examen

Miré la hoja una vez más. El trabajo estaba terminado. No se puede decir que era mi mejor examen pero dadas las circunstancias estaba bastante bien. Observé a mi alrededor y noté que algunos se rascaban la cabeza, otros se mordían las uñas, incluso el sargento Perez temblaba. No es que fuese sargento realmente, pero su padre era militar y en el colegio lo cargaban con eso. El sargento Perez temblaba, si lo viese su padre... el Coronel Perez le daría una tunda épica. ¿Cómo un Perez va a temblar así ante un insignificante examen? Eso le diría, aunque todos sabíamos que eso no era enteramente cierto. Podía parecer un examen más pero tal vez este nos catapultaría a la facultad o .... hacia donde? nadie lo sabia, por eso tantos nervios. Nada peor que no saber que hay mas allá de este examen. Otros en cambio parecían haber nacido para este reto, como por ejemplo Lucrecia Ortiz, o Su Majestad como le decíamos. Era como de la realeza. Tenia embobado a todo el colegio, incluyéndome. Es que ...

Matame de una vez

-José, matame de una vez. Vos sabés de esto. Yo no tengo idea. Viste que lo intenté pero por H o por B no me sale, termino hospitalizada con lesiones leves y me dan de alta al toque. No tengo pasta de asesina y menos que menos de suicida pero necesito acabar con esto ya. Es terminal, vos viste los mismos exámenes que yo. Lo consultamos con todos los médicos que quisiste y no sabes como duele el pasar de los días. Matame y ya. Si queres incluso te pago, pero supuse que teniendo el cariño que nos tenemos me ibas a ahorrar la deshonra de pagarte para que me mates. Vos nunca fallaste, o al menos eso es lo que se comenta. Dicen que sos uno de los mejores en el ambiente, por algo aún nunca te atraparon. Si queres te doy motivos, ya que por las buenas te negas. ¿Te acordas ese viaje relámpago que te surgió al Caribe para liquidar a esa parejita de españoles? En ese tiempo estaba algo aburrida de mi vida y algunos amigos tuyos siempre me buscaron... Pensé que había más códigos entre ustedes, p

Una isla paradisíaca

Salí corriendo como si mi vida dependiese de ello. Me tropecé unas quince veces con ramas, troncos, arbustos, etc. Por suerte, o por la escasa velocidad de los otros, nadie me alcanzó. La noche complicaba todo y la lluvia ni hablar. Deseaba no haber perdido el rumbo porque una pequeña desviación podría significar una vida entera en una isla paradisíaca repleta de predadores. Mis pies sangraban, mi cuerpo estaba recubierto de barro, hojas, astillas y cosas que ni sé como se llamaban pero picaban. Y mucho. Cuando no pude dar un paso más por el agotamiento miré a mi alrededor y me pareció exactamente el mismo lugar de donde había partido. Vaya decepción. A los pocos minutos vi luces de linternas y escuché gritos a lo lejos. El descanso había terminado y tenía que llegar a la costa antes que nadie. No había medalla de plata para el segundo. Justo antes de empezar a correr nuevamente, un... no se lo que era. ¿Un tigre? No debería haber tigres en los bosques ¿O si?. Bueno, parecía un tigre