Matame de una vez

-José, matame de una vez. Vos sabés de esto. Yo no tengo idea. Viste que lo intenté pero por H o por B no me sale, termino hospitalizada con lesiones leves y me dan de alta al toque. No tengo pasta de asesina y menos que menos de suicida pero necesito acabar con esto ya. Es terminal, vos viste los mismos exámenes que yo. Lo consultamos con todos los médicos que quisiste y no sabes como duele el pasar de los días. Matame y ya. Si queres incluso te pago, pero supuse que teniendo el cariño que nos tenemos me ibas a ahorrar la deshonra de pagarte para que me mates. Vos nunca fallaste, o al menos eso es lo que se comenta. Dicen que sos uno de los mejores en el ambiente, por algo aún nunca te atraparon. Si queres te doy motivos, ya que por las buenas te negas. ¿Te acordas ese viaje relámpago que te surgió al Caribe para liquidar a esa parejita de españoles? En ese tiempo estaba algo aburrida de mi vida y algunos amigos tuyos siempre me buscaron... Pensé que había más códigos entre ustedes, pero bueno... me costó bastante que me dejaran en paz después.

-Callate de una vez. Solo lo decís para que me enoje. No lo voy a hacer aunque me hayas engañado con todo el continente. Mi trabajo es eso: trabajo. Con vos es diferente. No lo puedo hacer, sentiría culpa por no haber ayudado a curarte aunque los médicos me digan que eso es imposible. Y si, soy bueno. Tal vez el mejor del país, no hay forma de medirlo. Un método puede ser el dinero que pagan por el trabajo y ahí estoy mano a mano con Gilberto. ¿Lo ubicas? El grandote ese que te cayó tan mal en la cena de fin de año.  Es desagradable el tipo pero muy efectivo. Capaz le podemos consultar cuanto nos cobraría por este favor. Pero yo sigo pensando que esta es una decisión apresurada, tal vez la quimio te hace bien y santo remedio.

-Si, como olvidarme del enorme Gilberto. No me cayó tan mal la segunda ni la tercera vez que lo ví.

-Basta.

-José, no hay vuelta atrás. Por lo menos diez médicos nos dijeron que la quimio tampoco iba a ayudar. Te acordas la cara del último al que le consultamos. El viejito simpático que no sabía como decirnos que me estaba muriendo. Dio vueltas y vueltas. Caminó por todo el consultorio, abrió muchos libros de medicina buscando alguna solución mágica. El pobre se equivocó de profesión, se le veía en las lágrimas que sufría horrores cuando tenía que dar estas noticias, incluso a gente como nosotros, que no es que somos la creme de la creme de esta sociedad.

-En el supuesto caso que te diese el gusto, cosa que no va a pasar te lo digo desde ya... ¿ Cómo sería ?

-Yo me siento acá, tranquilita como ahora, pensando en la buena vida que hay en el más allá, donde te voy a estar esperando por muchos muchos años. Vos venís, te pones al lado. Agarras esa pistola que tenes escondida en el armario, segundo cajón, abajo del buzo gris que deberías haber tirado hace años aunque fuese tu cábala. Me pones la pistola en la sien. Me decís que lo sentís mucho, que me amas  y todas esas cursilerías que me vas a decir. Lloras un poco. Y pum. Se acabó el sufrimiento. Al menos el mío. Vos vas a estar deprimido un tiempo. A fin de cuentas mataste al amor de tu vida, pero con el pasar de los días, semanas, vas a volver a trabajar y seguramente te vas a involucrar con alguna otra zorra que me va a caer pésimo, te aviso.

-Lo haces parecer tan banal, tan rutinario. Y no es así. Sos vos. No es una X cualquiera. Esto debe ser el karma por mi trabajo. Tiene sentido. Es mi culpa, ahora caigo. Maté a tanta gente y tengo que ver como te vas vos, lentamente sin que yo pudiera evitarlo. Además... ¿ Te pensás que la policia no va a sospechar de mi? Aunque lo haga parecer un suicidio, me van investigar, por primera vez y andá a saber si algún detective entrometido encuentra algo. No no, es una locura.

-Hace quince años que estamos juntos, hace por lo menos veinte años que te dedicas a esto y nunca te interrogaron. No te pongas paranoico. Tengo una enfermedad terminal que me provoca muchísimo dolor y por eso me suicido. Es lo más normal, lo hace mucha gente en mi estado. Gente menos cobarde, bah. O con mejor puntería. La verdad que no pensé que fuera tan difícil pegarse un tiro. Pero bueno, necesito tu ayuda.

Luego de horas y horas de debate, recriminaciones y súplicas, José accedió a cumplir la última voluntad de Carmen. Como se lo pidió, se puso a su lado, vio como ella cerraba los puños con fuerza. No es la primera vez que veía esa reacción. Varias de su victimas lo habían hecho, aunque nunca había entendido porqué, como si cerrar los puños le diese más valor para pasar al otro mundo, si es que realmente existe "el otro mundo".  Le apuntó, estuvo varios minutos en esa pose, le temblaba el pulso. Algo nuevo. Eso nunca le había pasado, realmente no quería hacerlo. Cerró los ojos, no quería ver como los sesos de ella se esparcían por la habitación. Le dijo unas últimas palabras. Ella protestó y lo exhortó para que lo haga de una buena vez. El disparó. Suspiró, dejó caer el arma. Abrió los ojos y pudo ver por la ventana, que se había olvidado completamente de cerrarla, al vecino de enfrente que mientras lo miraba con la boca desencajada y sin pestañear, cerraba la cortina de un tirón.

El suspiró.



DARIO BESADA
36 AÑOS
09/04/2019




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