Friend Zone

-Pero... ¿Somos amigos, o no?

Otra vez. Siempre le pasaba lo mismo a Marcelo. Era una especie de maldición gitana, aunque no conocía realmente a ningún gitano: Cada vez que te importe alguien irremediablemente va a decir : Somos amigos. Dos palabras que juntas pueden derrumbar hasta las ilusiones más optimistas. Se lo decían con tanta frecuencia que si fuese realmente cierto, tendría cientos de amigas desperdigadas por toda la ciudad. ¡Qué afortunado! tantas amigas, tanta gente que lo quería. Debería ser el tipo más feliz del mundo. Pues no. Esas dos benditas palabras unidas lo hacían un tipo muy desgraciado. Para ser totalmente sincero, no todas las veces le había importado esa respuesta. En varias ocasiones la muchacha en cuestión no le interesaba en gran medida. Esta vez era diferente, o al menos así lo sentía él. Lo peor de todo es que ella lo acusaba de mujeriego. ¿Cómo se le responde a esa acusación? Se lo dijo como si fuese un pecado que le gustasen las mujeres. Esa acusación lo amedrentó. Si era cierto o no, era un tema bastante relativo, pero que lo pensara ella lo deprimía. No debería pensar eso. No justo ella. La "Friend Zone" es prácticamente infranqueable. Mucha gente ha intentado burlarla sin éxito alguno. Es totalmente hermética. Claro que algún que otro elegido ha logrado burlarla pero son la excepción. La ultra rara excepción.

No se conocían hacía tanto tiempo pero para él era suficiente para saber que Carla era especial. No sabía como explicarlo con palabras ante sus amigos más cercanos. Había algo. Eso era lo que les respondía ante la insistente pregunta: ¿Porqué ella? : Tiene algo, solía responder a secas.
Era difícil explicar ese algo. Y si no lo tenía claro él, menos que menos alguien que no sabia nada del asunto, así que se reservaba todo lo que pensaba al respecto, además estaba el pequeño hecho de que tampoco lo podía hablar con ella. Se había hartado de hacerle todo tipo de invitaciones y ella parecía no darse cuenta de los verdaderos motivos de él. Como si se hiciese la desentendida. Eso lo frustraba. Hasta que un día sencillamente dejó de intentarlo. Quería un amigo, lo tendría. Tal vez se daría cuenta demasiado tarde pero Marcelo realmente lo había intentado.

Con el pasar del tiempo, él conoció a otra mujer, Noemí, aunque la espina de Carla no dejaba de fastidiarlo. Como que estaba todo bien pero no era lo mismo. No estaba dándolo todo. Una horrible sensación porque no había un motivo real de descontento. Y lo peor es que ellas se llevaban bien. El colmo. ¿No podían tener la decencia de odiarse? ¿De hablar pestes una de la otra? Pero no, nada de eso. Se convirtieron en intimas amigas. Incluso Carla lo retaba con frecuencia porque estaba descuidando a Noemí. Un odio interno comenzó a formarse dentro de Marcelo. El odio nunca es buen consejero y la que pagó los platos rotos fue ella, que al poco tiempo fue abandonada sin ningún motivo. Pero para su enorme sorpresa, Noemi no entró en un pozo depresivo ni mucho menos. Y eso fue gracias a la contención de.... si si, Carla. Que bronca.

Ellas se siguieron viendo e incluso afianzaron aún mas su amistad yéndose a vivir juntas. ¿No se podían odiar? Ahora las iba a tener que ver todo el tiempo, riéndose, hablando de él por lo bajo, callándose cuando se acercara. Marcelo soñaba con un amor de esos que ves en las pelis. Si la vida fuese un toque como lo es en las pelis, Carla se debería morir de celos. Pero no esos celos enfermizos que le harían matar a Noemí, no no, no ese tipo de pelis. Unos celos que le hagan darse cuenta en un momento puntual, que está enamorada. Podría ser en una góndola del super, mientras compra queso untable, que de pronto recuerde algo y cual revelación, diga: la puta madre, estoy enamorada.
Pero la vida no funciona así, al menos no la de Marcelo. A otros les funciona bárbaro. Deben tener algún secreto o un pacto con el diablo que andá a saber quien paga. Hay gente que probó una vez y zas: 80 años de un feliz matrimonio. Tal vez por una especie de equilibrio mundial hay otros a los que nunca les va a pasar, como compensación con respecto a esa gente que tuvo un hoyo en uno.
En cierta ocasión Carla lo interrogó:

-¿Porque dejaste a Noemi?
-Que se yo... No me pasaba lo que me tenia que pasar. y vos la conoces, es un minon, pero...
-Pero... no te pasa lo que te tiene que pasar.
-Ahá... lo intenté, eh. Pero tampoco es cuestión de hacerle perder el tiempo, se merece que alguien sienta...
-Lo que vos sentís por mi.
-Eh... ponele.
-Ya lo hablamos esto.
-No lo estamos hablando. Vos me haces preguntas y yo trato de contestarte. Trato.
-¿Y qué vas a hacer cuando aparezca con un novio?
-¿Además de matarlo, decís?
-Muy gracioso... ¿Qué vas a hacer?¿Lo vas a odiar? ¿Vas a desaparecer?
-No me va a caer bien, desde ya te lo digo. No sé quien es pero desde acá parece un auténtico idiota, ni lo conozcas.

Un día Carla le presentó a su novio y él se desmoronó. Finalmente había sucedido. Ella se había enamorado de otro. Un absoluto don nadie que no estaba a su altura. Ese tipo tendría que ser él.
Pasaron los días, semanas, meses y la relación era cada vez más estable. Incluso el susodicho hasta se llevaba bien con Noemí. ¿Qué les pasa a esta gente? ¿No pueden llevarse mal de compromiso por lo menos?
Marcelo lo miraba y no entendía qué le había visto Carla. No era atractivo, ni interesante, ni inteligente, ni simpático. Era un... potus. Y se había llevado el gordo de navidad. Hoyo en uno. Ya los veía envejeciendo juntos y él esperando que por alguna intervención divina se separasen y ella caiga rendida a sus brazos. Ah si. Soñaba con esa imagen, ella dejándose caer y el sosteniéndola, como si fuese una delicada pluma. Eso no sería posible mientras exista ese diabólico potus.

Un año después, el potus y la pluma se casaron. Era el fin de todo. ¿Cómo podía ser que este tipo no se diese cuenta que estaba interrumpiendo una épica historia de amor? ¿Y ella como podía ser tan ciega? Marcelo estaba decidido a esperar que ella abriera los ojos de una vez por todas, era demasiado consciente que era Carla o nadie, así que siguió aguardando lo inevitable: tarde o temprano se iban a separar.

En la fiesta de casamiento, cuando finalmente bailaron juntos ella le dijo:

-Pensé que ibas a desaparecer el año pasado.
-¿Yo? ¿Desaparecer? Jamás.
-¿Conociste a alguien hoy? Hay amigas de la facu de mi marido que te devoran con los ojos
-Ya conocí al amor de mi vida. ¡No te conté!
-¡Contame todo!
-Después te cuento, es largo.
-Quiero todos los detalles, eh.
-Si si, te hago un cuadro sinóptico con linea del tiempo y toda la bola.
-Mas te vale. Me pone muy contenta que hayas venido hoy, en serio.
-¿Cómo me lo voy a perder?... ¿Somos amigos, o no?.

En esa misma fiesta, Noemí encontró su propio potus. Uno que la hizo sentir como si fuese una pluma. A fin de cuentas en esta vida hay tres tipos de personas. El potus, que encuentra el amor en su primer intento, un espécimen con una suerte fascinante. La pluma, que tarde o temprano se recupera de una desventura amorosa y logra rehacer su vida. Y la gente como Marcelo, que sigue encadenado al pasado, esperando algo que probablemente nunca suceda, anhelando encontrar una grieta en ese domo hermético llamado Friend Zone, mientras ve pasar su vida. Porque Marcelo esperó y esperó. Pensando y maquinando. Esperando a su pluma, creyéndose un potus con efecto retardado.



DARIO BESADA
30/06/2019
EDAD: 36 AÑOS


-






Comentarios

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena