El Examen

Miré la hoja una vez más. El trabajo estaba terminado. No se puede decir que era mi mejor examen pero dadas las circunstancias estaba bastante bien. Observé a mi alrededor y noté que algunos se rascaban la cabeza, otros se mordían las uñas, incluso el sargento Perez temblaba. No es que fuese sargento realmente, pero su padre era militar y en el colegio lo cargaban con eso. El sargento Perez temblaba, si lo viese su padre... el Coronel Perez le daría una tunda épica. ¿Cómo un Perez va a temblar así ante un insignificante examen? Eso le diría, aunque todos sabíamos que eso no era enteramente cierto. Podía parecer un examen más pero tal vez este nos catapultaría a la facultad o .... hacia donde? nadie lo sabia, por eso tantos nervios. Nada peor que no saber que hay mas allá de este examen.
Otros en cambio parecían haber nacido para este reto, como por ejemplo Lucrecia Ortiz, o Su Majestad como le decíamos. Era como de la realeza. Tenia embobado a todo el colegio, incluyéndome. Es que ... Ortiz era Ortiz. Supongo que me quedé demasiado tiempo mirándola, porque la profesora había dejado de hojear su diario para llamarme la atención. Ortiz era la chica diez. Si alguien sabía que pasaría luego de este examen, era ella. Fue la primera en terminar, era otro diez asegurado. Los rumores dicen que alguna vez se ligó un 9+, pero es incomprobable, era la chica diez.
La profesora estaba sumida en su diario amarillista sección espectáculos, despreocupada por si alguien decidía copiarse, no era su culpa. Necesitaba saber ya y ahora quien se había acostado con quien engañando a quien en la farándula de anda a saber qué país europeo.
Aprovechando el descuido intencional de la docente, Lopez intentó copiarse acercándose muy discretamente al pupitre de Su Majestad. Una acción temeraria. Si era descubierto sería el fin, pero si lograba el cometido su futuro podría ser brillante. Porque Lopez no lo era. Era un tipo hábil, ventajero y, sobre todo, vago. Si hubiese estudiado no tendría mayores inconvenientes en aprobar este examen porque el bocho le daba, pero luego de conocerlo un poco comprendí que le gustaba el vértigo. La emoción de lo prohibido, de lo ilegal, de superar obstáculos sin las herramientas tradicionales. Y tampoco era la cuestión de copiarse de cualquier X. Si alguien merecía el riesgo era Su Majestad. Había mucha demanda de ubicaciones cercanas a su pupitre, incluso me llegaron comentarios de que se alquilaban por día de examen los asientos a su lado. Cada uno tenia su chanchullo y este no era un examen más, así que López debía haberle pagado una buena suma al Rengo. El Rengo era aquel que te conseguía lo que querías. Así sin mas. ¿Querés un lugar al lado de Su Majestad? Sale tanto. Pagalo y es tuyo. Tenia miles de contactos diseminados por todo el colegio. Como una especie de ejèrcito propio, ejército pago desde ya. Uno de sus lemas era: todo es imposible a menos que puedas pagarlo. El Rengo tenia un precio para todo. Respuesta de exámenes, drogas varias, contrabando de lo que te imagines, asientos preferenciales, información sensible sobre profesores, directores, alumnos. Las posibilidades eran infinitas y el colegio tenia alguien a la altura de nuestras necesidades. Las demandas eran inmensas y personalmente a mí, el rengo nunca me falló. Tenia sus métodos y sus informantes, creo que la escuela le había servido mucho para lo que vendría para él después de este examen. Le serviría mucho para su vida.
Terminó la hora y todos se empezaron a poner lentamente de pie, releyendo lo más rápido posible las barbaridades que habían puesto en esas hojas. Se armó una especie de fila india hacia el escritorio de la profesora. En el trayecto no fueron pocos los que corrigieron cosas sobre la marcha, como si un tachón más le permitiría aprobar. Podrían decírselo a sus nietos: En la fila hacia el escritorio taché tal cosa y aprobé. Cada uno tiene sus pequeños logros.
La profesora nos exhortaba a que nos apresuráramos mientras seguía con los ojos clavados en el diario, todos fueron dejando los exámenes uno arriba del otro en su escritorio. Al cruzar la puerta del salón arrojé el mio a un tacho de basura, no sin antes hacerlo un bollito. Encesté y pegué un alarido de satisfacción, me pareció que el Rengo hasta me aplaudió. Cada uno tiene sus pequeños logros. La semana que viene voy a tener que sonar lo mas horrorizado y escandalizado posible cuando la docente me encare: Profesora... ¿Me está diciendo que perdió mi examen?

DARIO BESADA
26/05/2019
EDAD: 36 AÑOS


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