Congreso internacional

Él empezó a hablar y el auditorio lo admiró en silencio. Parecían hipnotizados. Tomaban notas a la velocidad que podían, con el pánico de olvidarse algo fundamental. A pesar de las advertencias de su astróloga de confianza, el evento se desarrollaba según lo previsto. Sin catástrofes a la vista. Que la luna estaba en tal planeta, que el ascendente tal cosa. Todas mentiras. Los vaticinios, por lo visto, habían resultado claramente exagerados. Este evento sería inolvidable.

El calor era sofocante y los trajes no ayudaban. Era algo formal, un gran evento corporativo, de nivel internacional. Con personas como él que venían de todo el mundo para capacitar a este grupo de gente ávida de información.

El fotógrafo estaba en su salsa, captaba planos de personas concentradas o de él haciendo grandes movimientos histriónicos. De pronto la catástrofe. Los movimientos veloces seguían intactos pero ahora el silencio era absoluto. Ningún sonido salía de esa boca. Él se quedó paralizado, pensando como salir a flote en esa presentación fundamental que se caía a pique. Sus vasallos seguían mirándolo con fascinación. Estaban tan absortos admirando a su líder que aún no se habían percatado de su pequeño problema. Tenía que hacer algo rápido para no perder ese inconmensurable idilio. Se le ocurrió algo jugado: Fingir que había terminado su presentación. En un silencio brutal empezó a señalar uno por uno a la gente del llano. Cuando terminó empezó a aplaudir, cada vez mas fuerte. Su ejército lo siguió sin cuestionamientos y luego lo ovacionó.

Mauro, su mano derecha, se dio cuenta que algo había sucedido. Nunca jamás él había hecho algo así en una presentación, y eso que lo había visto haciéndola durante años y años. Dependiendo del público notaba pequeños cambios entre una y otra, pero a sus ojos algo grave había pasado. La cara de pánico de él se lo confirmó: Se había quedado mudo. Hacía añares que esperaba una oportunidad para poder salir y hablar en tarima. Anhelaba poder cautivar al publico como su jefe pero nunca se había presentado la oportunidad. Practicaba frente al espejo casi todas las noches, haciendo gestos y muecas para, además de informar, poder entretener al público. Se veía como todo un showman. Su mejor amigo, Sandro, que había ido a visitarlo esta vez, también notó algo. Mauro practicó la presentación con Sandro cientos de veces, así que medio que la tenia memorizada y estos cambios repentinos le sonaron raro, pero él había ido como un simple amigo para saludar, así que no le dio mayor importancia. Mauro le tocó el hombro, mientras se ponía de pie y le susurró al oído: Es hoy. Luego salió corriendo al escenario en auxilio del líder. Cuando llegó, le arrebató el micrófono y lo despidió entre alabanzas, decidido a continuar con la presentación. El líder agradeció en silencio y se retiró lo más rápido que pudo.

A Mauro le faltaba el carisma innato de su jefe, pero lo suplía con una energía contagiosa. El público seguía tomando nota en forma frenética, para luego poder estudiar todo en sus hogares. La cantidad y calidad de oradores del congreso internacional lo situaba como indispensable para la gente del ambiente. Habían viajado eminencias de todo el mundo, por lo que probablemente este congreso quedaría para la historia y Mauro estaba destacando. Pasaba las diapositivas diciendo datos precisos y pocos conocidos que sorprendieron incluso a varios oradores que esperaban su turno. Estaba en la gloria, de ahora en más la tarima sería su lugar. De pronto la catástrofe. De un segundo a otro pasó de ver cientos de ojos mirándolo fijamente a ninguno. No veía nada. Se había quedado ciego. Al igual que su jefe intentó continuar la presentación, mirando al techo, haciendo movimientos histriónicos, contando chistes, lo que sea con tal de que la gente en sus sillas no se diera cuenta de su pequeño problema.

Sandro lo supo inmediatamente. De ninguna manera su amigo dejaría de ver al público en medio de una presentación. Lo observó unos segundos y lo comprendió. Tomó aire, repasó mentalmente alguna de las cientos de veces que su amigo lo había usado para ensayar la presentación y salió corriendo al escenario en auxilio de Mauro. Cuando llegó, le arrebató el micrófono y lo despidió entre alabanzas, decidido a continuar con la presentación. Su amigo agradeció sin dejar de mirar el techo y se retiró lo más rápido que pudo.

Al haber tantos oradores nuevos y prestigiosos, nadie conocía realmente a todos, así que Sandro pasó desapercibido. Nadie sospechó que no tenía ni la más pálida idea de lo que estaba hablando. Solo recitaba, con su impronta, las palabras que escuchó tantas veces. Una vez más, el público no notó nada llamativo, estaban demasiados preocupados en que algún calambre en la mano les impidiese tomar nota de todo lo que estos prestigiosos oradores estaban diciendo. Se desenvolvió bastante bien, mientras el líder y su amigo se lamentaban tras el escenario. Improvisó algunos chistes para que no sonara tan acartonado, el público lo ovacionó y lo aplaudió sin contemplaciones. Aprovechaba esas interrupciones para repasar mentalmente el final de la presentación, cuando de pronto la catástrofe final...


DARIO BESADA

23/03/2022

39 AÑOS

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