El engaño

Diez años de casados. Hijos. Sueños perdidos y este desgraciado me engañó con alguna chiruza. Lo confronté y lo negó, por supuesto. El siempre dijo que esas cosas había que negarlas hasta el lecho de muerte, donde uno puede ser estúpido y sincero porque no hay un mañana del cuál preocuparse.
Así que lo negó durante meses. Sin embargo yo lo sabía. Bah, para ser honesta no es que realmente lo sabía: Lo deduje porque lo intuía. Soy de esas personas que confían en su intuición, sobretodo porque no me falla. Jamás. Y yo lo intuía.
Empecé a sospechar en una de esas aburridísimas cenas con sus amigos de toda la vida, donde hablaban del pasado  como si hubiesen tenido una vida feliz antes de conocer a sus respectivas mujeres. Un idiota que se creía un Don Juan, cuál regalo del cielo cómo se autodenominó en alguna ocasión, sacó el tema de que nadie, pero nadie, era fiel luego de diez años de matrimonio. Las risas cómplices de todos esos orangutanes me prendió una lucecita de alarma. Después de todo, este simio creció con estos idiotas. Tal vez sus historias lo tentaron y lo llevaron por el mal camino. O no. O tal vez la respuesta es aún más sencilla y devastadora: es como ellos, sólo que hace diez años se disfraza de buen marido y buen padre. Porque la realidad es que no tengo quejas, pero esa cena lo cambió todo.
Luego de esa noche, lo abordé hasta el hartazgo. Debo reconocer que hice de nuestra vida familiar un auténtico desastre. Necesitaba esa confesión, no se bien para qué, o que quería lograr. Tampoco me puse a pensar que implicaría que se haya acostado con otra. O peor aún, que se siguiese acostando con otra.
Empecé a desconfiar de su poker de los viernes y su fútbol de los martes. Incluso contraté un investigador privado para que lo siguiese. Plata tirada a la basura, no encontró nada o el muy desgraciado se dio cuenta y lo sobornó para que no abriese la boca.
Lo que más me irritaba era que uno de sus amigos me mandaba mensajes cada tanto, como tanteando el terreno. Y eran amigos de toda la vida! Pero se ve que eran tan promiscuos que no les interesaba nada. Nunca se lo dije, porque esa carta me podría servir en alguna futura pelea. Uno nunca sabe.
Yo le contestaba los mensajes, marcando distancias pero tratando de tirarle de la lengua para que me contara las indiscreciones de mi marido. Tal vez se podría convencer de que si me confesaba que mi esposo me engañaba, me podría vengar con él. Realmente se creen que todos vivimos en ese universo. Aunque lo intenté, no saqué nada en limpio. Manejan un código de honor hecho a la medida. Se quieren acostar con su mujer, pero ¿Delatarlo? Jamas.

Luego de seis meses en ese infierno, con un par de copas encima, mi esposo me contó todo. Le prometí que no me iba a enojar y no se cuentas pelotudeces más.
Había tenido una aventura con una mujer que conoció en un bar una noche que yo había salido de la ciudad. Una noche solo y se acuesta con otra. El tipo era muy eficaz por lo visto. Después de eso siguió viendo a esa mujer por un par de meses y luego todo terminó. No estaba convencida de que eso fuese todo, pero noté que su sincericidio había llegado a su fin. No podría sacarle nada más, ni mediante tortura.
Aunque lo intuía, la confirmación me derrumbó. Es como haber estado viviendo una mentira de la cual yo estaba orgullosa. Un marido ejemplar, dos hijos preciosos, una casa inmensa... Para que este se levante una x en un bar, porque se quedó solo una noche.
Necesitaba lastimarlo. Que sufra la humillación que estaba sufriendo yo. Así que me armé de valor y le dije lo que jamás pensé que le diría: Que no me podía enojar porque yo también lo había engañado. El se paralizó. De repente empezó a tartamudear y luego me gritó de todo. Ya más calmado me preguntó quién era, si lo seguía viendo, como lo había conocido, si era mejor amante que él, si estaba bien dotado. Hombres. Creo que me hubiese perdonado todo si le hubiese dicho que el tipo del affaire había sido un auténtico desastre.
Lo vi abatido. Como si hubiese estado en un tiroteo y lo hubiesen acribillado. 

Lo vi sentado, tomando un vaso de whisky. Tal vez pensando en que su affaire no le quitaba el dolor que le producía el mío.
Lo vi pensando como arreglar algo que no tenía arreglo. 
Necesitaba lastimarlo. Que sufra la humillación que estaba sufriendo yo, así que le mentí.



DARIO BESADA
37 AÑOS
20/07/2020

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