Ideas mías
La miraba tratando de deducirlo, ella jugueteaba con sus ojos
mientras me sonreía. Al mismo tiempo contorneaba la cabeza de un lado a otro
con un movimiento lento y practicado. No era la primera vez que lo hacía, lo
tenía ensayado.
Me estaba seduciendo, no podía
ser de otra manera. Yo seguía recorriendo su rostro en busca de señales más
concretas. Podían ser ideas absolutamente mías, basadas en mis deseos de ser el
objeto de esa seducción en la que me sentía sumergido.
Se reía de un chiste que no era
tan gracioso, mientras aprovechaba la ocasión para acariciarme la mano. El
contacto siempre me desorientó. La gente que nos rodeaba parecía cómplice, nos
daban nuestro espacio, sin interrumpir, como entendiendo un código que yo no
terminaba de descifrar.
Ella se acercó aún más,
aduciendo que la música estaba fuerte y me susurró varias palabras que aunque
intenté escuchar no las comprendí. La tenía a centímetros, su perfume me había
enceguecido. Colocó su mano sobre mi hombro, dijo algunas palabras más y se
dirigió a otro cuarto.
La gente seguía interactuando a
nuestro alrededor. Vi cómo se alejaba y me miraba por sobre el hombro. Supuse
que me había dicho que la acompañase. Pero podían ser ideas mías. Se detuvo en
la puerta, impaciente, esperando que la siguiera. Lo dudé unos segundos. Está
bien, unos segundos de más, lo admito, pero sinceramente estaba más atolondrado
que de costumbre.
Me puse de pie y la seguí,
cuando entré al otro cuarto se recostó en la cama y se comenzó a desnudar.
Estaba sucediendo. No eran
ideas mías. La imité torpemente, cual debutante. Los nervios manejaban mis
extremidades. No llegué a sacarme todo cuando me empezó a ayudar. Parecía un
sueño. Y tal vez lo fuese, capaz me despertaba en breve.
A la mañana siguiente la vi
ahí, durmiendo en paz a mi lado. Le toqué el hombro desnudo con miedo, deseando
con todo mí ser que realmente estuviese ahí, que no sea una ilusión producto de
mi alocada imaginación. Y estaba, no eran ideas mías. No esta vez.
DARIO BESADA
36 AÑOS
22/11/2018
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