Bache creativo

Estoy bloqueado. No se me ocurre absolutamente nada. Es el peor momento porque hace unos días firmé un contrato multimillonario con una de las productoras más prestigiosas del medio para hacer una película a escala mundial. Con actores de primerísimo nivel, con sueldos a su altura. No es la primera vez que me encargan algo así, las anteriores fueron éxitos abrumadores. Premiadas en casi todos los festivales e incluso me di el lujo de caminar la alfombra roja. Me pidieron una comedia romántica y que la escribiese para la parejita que convenientemente salió a la luz hace pocas semanas. Parece todo una farsa para vender más entradas, ambos están en la cresta de la ola y quieren sellarlo con una peli cursi y empalagosa.
Todo muy lindo, pedí un dineral que acalle mis cuestionamientos morales y accedieron sin trabas. El problema es que me senté a escribir y nada salió. Ni una línea, ni el título, ni los nombres de los personajes, nada. Fue entonces cuando contraté a un tipo que se especializa en destrabar a escritores bloqueados. Me lo recomendaron varios colegas. Cobra una fortuna, desde ya, pero dicen que es el mejor y al saberse el mejor es también algo excéntrico. Llegó a casa y me dijo en un tono que sonó a orden, que dejase todo ahí y saliéramos a caminar, una vuelta por el barrio, en absoluto silencio. Pude notar lo ofuscado que estaba por tener que trabajar en Bs As, su hábitat era Los Angeles, donde estaba todo su acaudalado círculo.
Salir a pasear en silencio. Esa era la solución de este tipo, como si fuese ¡wow! ¡que genialidad!, pero tenía demasiado prestigio como empezar a protestarle de entrada, así que dejé todo en la oficina y salimos al calor de Noviembre en el hemisferio sur. Me pidió que analizara todo lo que vea, que a veces la inspiración surge de algo tan pequeño e irrisorio como lo puede ser un trapo sucio contra una pared verde o una hoja cayendo en zig zag de un árbol. La inspiración está ahí, sólo hay que reconocerla.
En absoluto silencio, me quedé pensando. Posiblemente porque le irritaba mi pésimo inglés. Lo primero que vi fue una bandera de Argentina que debía estar colgada en ese balcón desde el Mundial, hace unos tres meses ya, pero este tipo no tiene ni la más pálida idea de lo que el fútbol significa para nosotros, así que esa bandera era simplemente una bandera, no una demostración de pasión deportiva. La historia de amor en una tribuna estaba descartada, los del norte juegan al fútbol con las manos. Futbol americano le dicen.... Tendría que ser Basket, Beisball, pero ya todo está escrito sobre eso.
Por primera vez recorrí con la mirada las diversas fachadas de mi barrio, vivo acá hace años, pero nunca me detuve a mirar nada. Vi un "Se Alquila" y sentí una punzada rara, medio de nostalgia, depresión, sentirme viejo, un poco de todo eso. El antiguo Kiosco donde primero compraba golosinas y luego pasé a comprar preservativos y cigarrillos, ya no estaba entre nosotros. El paso del tiempo, el cliente que se enamora de la cajera y de un día para el otro, va a comprarle algo como excusa y ésta ya no está. Podría ser un buen hilo conductor pero tiene que ser algo más... original, sin dejar de ser posible. Que la gente lo sienta cercano, pero no tan cercano.
Seguimos caminando y vi un portón amarillo, con letras negras que decía: "CONSULTAS GRATIS", y un teléfono de contacto. Me acerqué y revisé esa frente con absoluta minuciosidad. El tipo me miraba incrédulo, creo que no entendía por qué me había detenido ahí y yo no podía decírselo en silencio. Anoté el teléfono en el único anotador que me dejó llevar y seguimos con nuestra tarea. Cada tanto me daba vuelta y volvía a mirar ese portón como si con mayor distancia aumentara la nitidez. Había una historia ahí.
Pasamos por un bar que tenía mesitas en la calle y la gente se distendía charlando y tomando un café. a las 16hs bajo el sol de Noviembre. Eso no hubiese sido tan llamativo, si el local de al lado no fuese una heladería. Otro grupo de gente devoraba helados como si estuviesen en un desierto. El sector café transpiraba la gota gorda, pero se negaban de plano a dejar su costumbre de las 16hs. Me pude imaginar un amorío entre dos personas de distintos lados de esa grieta. Podría empezar como un cuestionamiento. Una chica reclamándole a un señor que hacía demasiado calor para tomar un café y él sólo sintió calor en cuanto la vio. Cursi, empalagoso, predecible. Aman eso si el final es feliz. No había pensado aún en eso. ¿Me habían pagado por un final feliz?
Me quedé mirando al tipo del norte. ¿Y si hubiesen mandado a una mujer o si me gustaran los hombres? La historia se escribiría sola. Era una lástima que no le pudiera compartir todas estas inquietudes en un inglés rudimentario. Por lo menos tenía ideas para descartar, es mejor que nada. Capaz este tipo es tan brillante como dice ser. De pronto me quedé mirando un tacho de basura. Verde, colgado de un poste. Lo que me llamó la atención era el afiche pegado al tacho. Un concurso literario, pero me chocó verlo pegado a un tacho de basura. Si escribís basura mandanos tu obra y competí con otros de tu nivel. Vaya manera de promocionar un concurso literario. Gracias a dios ya no tengo que suplicarle a editoriales para que publiquen mis escritos y decididamente no tengo que mandarlos a un concurso que se publicita en tachos de basura.
Miro hacia la calle y veo una ambulancia atascada en el tráfico. Pensé en el pobre enfermo que tal vez se estuviese muriendo y por culpa del conductor del Clio no llegue con vida al hospital, donde tal vez si llegase a tiempo conocería a una enfermera o doctora que le podría salvar y cambiar la vida. Romance en un hospital. Nunca lo sabremos por culpa del Clio que en lugar de dejar pasar a la ambulancia hace gestos con las manos y señala el semáforo en rojo. Al lado mío pasó un hombre silbando una canción que no logré descifrar, entonces apuré el paso, como si fuese a algún lado concreto cuando en realidad solo quería estar cerca de ese hombre y de esa melodía porque en cuanto deje de escucharla no la podría volver a reproducir. Es lo mágico e irritante de escuchar silbidos ajenos, si no estás realmente atento, perdiste.
El hombre me miró por sobre su hombro y creo que se asustó porque dejó de silbar y apuró el paso en busca de algún policía, le perdí el rastro cuando un transeúnte saludó efusivamente al tipo del norte, con un saludo ensayado, como si se conocieran de toda la vida o como si ambos pertenecieran al mismo club secreto. Un club secreto, ese podría ser un buen escenario para una tórrida historia de amor. Un miembro y una moza, aunque en estos tiempos, caracterizar a un empresario y a una mesera podría traer problemas por la igualdad de género. Podría ser al revés o tal vez podría no ser un club secreto y ya. En unas de las vidrieras había carteles advirtiendo que ahí se vendían plantas carnívoras. Eran demasiado pequeñas, no podían comerse ni una hormiga. Cuando me hablan de plantas carnívoras me imagino una especie de palmera que caza humanos, no estas plantitas de morondanga que si se comen un grillo luego estarían un año haciendo la digestión. Tampoco es una idea para meter en una peli romántica: Plantas que te devoran. Tal vez en la próxima.
Frente a una construcción, vi a veinte obreros tirados en la vereda tomando unas cervezas, supuse que su jornada había terminado pero a los pocos segundos el capataz los llamó con un fuerte grito y volvieron adentro. Después de tomar todo ese alcohol iban a seguir trabajando como si nada. Estaban construyendo lo que podría ser mi casa el día de mañana. Había visto los planos y me había fascinado el 4°G. Ahora ya no estaba tan seguro de esa inversión, ese edificio podría caerse así sin más. Podría haber alguien que compró un departamento y que claramente tiene defectos edilicios y va a quejarse a la constructora, en donde lo atiende una bella señorita. Entre reclamos y reclamos podría surgir algo.
El día se estaba pasando y el anotador se iba llenando de ideas aisladas, tal vez a la noche podría unirlas para hacer el éxito por el que me contrataron. Volviendo para casa vi a una parejita charlando animadamente contra el portón amarillo. Debía ser unas de las primeras salidas, él intentaba ser gracioso, ella lo miraba embelesada. De pronto ella me vio y sonrió. Una sensación rara. ¿Me había reconocido? Podría ser un flechazo. Una pareja charlando en una plaza, pasa un hombre, mira a la mujer de la pareja, ella lo ve, se miran, el tiempo se detiene y Hollywood tiene mil películas con esa trama. Tiene que ser original.
A metros de casa había un teatro under al cual nunca había ido porque.... no sé, lo tenía tan cerca que cuando iba al teatro prefería tener que movilizarme más y no hacer 50 metros. Entré y tomé asiento en un barcito improvisado, el tipo del norte siempre en silencio me seguía cual guardaespaldas. Estaban ensayando, no tardé nada en comprobar que era particularmente malos, tenía la vaga ilusión de poder meter a alguno de estos chicos en un éxito de Hollywood y cambiarles la vida, cual buena obra de mi vida, pero me lo hacían realmente difícil. Teatro under, ensayos. Actor, actriz practicando una obra romántica, un beso que dura más de lo que debería, una mirada confusa, un director que grita corte. Así deben haber empezado miles de romances en este medio. ¿Cómo se puede ser tan ingenuo como para pensar que un beso es sólo un beso?
Ya en casa, dejando atrás ese molesto silencio, le comenté todas esas ideas al tipo del norte y no le gustó ninguna, como era de esperar. Me dijo que volvería al día siguiente con otros ejercicios, que en una semana el trabajo estaría terminado. Revisé mis anotaciones y había cosas que no me dejaban tranquilo. Esa melodía silbada podría ser la clave de la película, las inspiración funciona así pero por más que lo intentaba no recordaba cuál era. Entonces agarré el teléfono y marqué el número que estaba en el portón amarillo. Todo empezó a tener sentido cuando escuché que la melodía de espera era la misma que la que silbaba el hombre. Atendió una voz de mujer a la que le pregunté sin rodeos:

-¿Consultas gratis de qué?


DARIO BESADA
36 AÑOS
15/11/2018



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