La inquisición

Tengo media hora para ordenar este caos. En cuanto llegue me va a criticar todo, como siempre. La fiesta de anoche no fue una buena idea, si me hubiese levantado antes podría haber llamado a alguien para que venga a limpiar este desastre. Ahora ya es tarde. La ventana tiene manchas que no tengo idea como limpiar, ya me encargué del piso, pared, cama, baño, living, cocina. Es increíble todo lo que se puede ensuciar en una noche de alcohol. Se va a dar cuenta que algo pasó acá, no se lo voy a poder ocultar. Y me lo va a echar en cara.
Siempre me critica cosas: mis amigos y amigas, mi trabajo, si cocino, lo que debería haber en la heladera, la limpieza del departamento, mis años de facultad y a mi novia, desde ya. Nada le parece suficiente, haberme ido del lecho materno le dolió y se venga así: Pegándome con palabras, con la vaga esperanza que sucumba ante la presión y vuelva a mi casa con mamá.
Esta vez voy a dejar el departamento hecho una pinturita. Va a decir barbaridades de mi novia, va a decir que si sigo trabajando en esa oficina voy a ser un fracasado, que ya me tendría que haber recibido hace años, que estoy desperdiciando mi vida con esos amigos de cuarta. Todo eso no lo voy a poder evitar pero al menos se va a quedar sin aliento cuando vea lo pulcro que está el lugar donde vive su único hijo. Una batalla a la vez.

El problema es esa maldita ventana, no sé qué le tiraron. Vino, cerveza, mayonesa, pintura que sobró de cuando pinté el living, esmalte que pueden haber encontrado hurgando en el baño, líquido de frenos que me pareció ver un frasco vacío en un rincón, no sé, ya lo intenté todo y esa mancha azul verdosa sigue ahí, intacta. Faltan quince minutos y en eso pasa a saludar Nélida, que es una vecina, viuda, de unos sesenta y pico, obsesiva de la limpieza que tiene todo tipo de líquidos raros para sacar manchas. En su departamento hay un cuarto especialmente dedicado a los artículos de limpieza y no es que vive en una mansión, se lo toma muy en serio. Cuando vio la mancha pegó un gritito y se tapó la nariz. Acto seguido salió corriendo y volvió a los veinte segundos con un arsenal de frascos, botellas, aerosoles y franelas. Se calzó los guantes y comenzó la operación. Vi como disfrutaba ese desafío, en su casa no había visto algo semejante jamás. Luego de diez intensos minutos volvió a su templo de limpieza y orden estando absolutamente satisfecha con su trabajo y me prometió que me pasaría algunos tutoriales para que yo aprendiese a limpiar como dios manda. No había quedado ni un rastro de la mancha, nada nada. Se fue justo cuando sonó el timbre: Llegó la inquisición
Me saludó afectuosamente como siempre lo hacía, sin sacarse los guantes. Mirando las mesas, sillas, paredes, muebles, en busca de algún polvillo descuidado. Tocó todos los tópicos previsibles pero el de la limpieza parecía que se le escapaba y no quería hacerlo por deporte, vi como buscaba con angustia algo para remarcar y en eso se paró frente a la ventana, fingiendo mirar el horizonte, hablando sobre cosas absolutamente intrascendentes. Claramente escrutaba la ventana donde siempre encontraba algo. Mi vecina había hecho un gran trabajo pero este era su comodín y no le podía fallar. Se dio media vuelta y me paralicé: lo había visto. Todo había sido en vano, ya esperaba la catarata de reproches clásicos.

Sin embargo se dirigió a la puerta y antes de irse sólo atinó a decir: Buen trabajo con esa ventana, saludos a Nélida. 

DARIO BESADA
36 AÑOS
30/10/2018

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