Del amor al odio

Miré el celular y nada. Cero mensajes, igual que hacía cinco minutos. Me juré que no le volvería a hablar, me lo puse como meta personal. Algunos se proponen ir caminando a Luján, otros anotarse en el gimnasio para llegar esbeltos al verano... Mi meta era llegar al verano pero sin rastros de ella. El problema era que cada tanto me mandaba algún mensaje y aunque hacía un esfuerzo sobrehumano para no contestarlo, lo leía unas quince o veinte veces y tal vez me quedaba esperando el próximo.
El otro día estaba en un bar con unos amigos, tomando una cerveza, que es una grata compañía en este momento de duelo y me pareció verla en ese bar, yéndose. El corazón se me detuvo unos segundos y luego comenzó a latir a toda maquina. No era y ahora sabía como reaccionaría mi cuerpo ante un posible encuentro fortuito. Creo que no resistiría verla con mi reemplazo.
En este tiempo salí con otras mujeres que no tuvieron oportunidad. Hasta me dio culpa porque era consciente que las estaba usando para no pensar más en ella. Claro que no funcionó, pienso en ella todos los benditos días de mi vida. Hay demasiadas cosas que me la recuerdan. Boludeces, bah. Lugares, palabras, series, golosinas, de todo.
Con el paso de los días y los insistentes mensajes comencé a odiarla. Creo que era necesario, tenía que terminar con esa absurda adoración y dicen que del amor al odio hay sólo un paso y viceversa.
El odio me hizo hacer cosas terribles, solo por resentimiento. Le comencé a responder los mensajes con mentiras viles, tratando de hacerle daño, buscando algún punto débil en su armadura. Mentiras que la dejaron pensando, que la hicieron llorar. No sabía que tenía ese poder en ella.
Al pasar los días creo que ella también me empezó a odiar. Sobretodo por las cosas que le decía. Era cuestión de tiempo para que se empezara a defender de alguna manera, si algún espectador neutral leía las cosas que nos decíamos no iba a entender jamás porque seguíamos hablando.
Yo la acusaba de ser una cualquiera, de encamarse con todo el barrio, de ser fría y hueca. De ser preciosa solo por fuera. Le aconsejaba que se casase rápido con algún viejo con plata, antes que esa belleza desapareciera. Que luego de eso nadie estaría interesado en dirigirle la palabra. Le aconsejaba que hablase poco y se acostase mucho. Que un hombre relativamente inteligente no tardaría casi nada en darse cuenta que ella no valía la pena.
Ella no se quedó atrás. Me dijo que buscara mujeres con poca autoestima, que serían las únicas que podrían verse tentadas a mis dulce y vacías palabras. Que encuentre alguna fea, sin ambición y no la deje ir más, que eso era lo máximo a lo que podría aspirar.
Pasaron los meses, llegó el verano y no había cumplido mi meta. Seguíamos hablando todos los días, con agresiones e insultos por doquier, pero seguíamos hablando. En una de esas tantas fiestas de verano donde la gente busca cualquier excusa para juntarse a tomar una cerveza y comer una picada en un bar, la vi sola con un vestido que me turbó. No la recordaba tan preciosa, esperé unos segundos a ver si había ido acompañada: Ella miraba el celular, se daba media vuelta, tomaba un trago de su daikiri preferido. Tomé coraje y me le acerqué, no terminé de saludarla cuando llegó su pareja. Alto, elegante, atractivo... entonces fue cuando ella le dijo:

 -No te preocupes, va ir un bar a levantarse a una chica sin autoestima.

Yo negué lentamente con la cabeza mientras no dejaba de mirarla a los ojos y le dije:

 - No, me voy a mi casa. La única chica sin autoestima que quería hoy eras vos.

Pude ver como de pronto sus ojos se abrían de par en par, su armadura se deshacía y su respiración se detenía por unos segundos. Dicen que del amor al odio hay sólo un paso y viceversa. Di media vuelta y me fui a mi casa donde sigo esperando el próximo mensaje. Uno sin tantas agresiones e insultos. Uno más sincero. Uno que sólo diga "Viceversa".

DARIO BESADA
36 AÑOS
17/10/2018

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