El mundial


 Leí el cartel y grité de la emoción: Campeonato nacional de avioncitos de papel.

No era un torneo más. Estaban buscando el mejor a nivel mundial. El que ganaba, pasaba a las eliminatorias sudamericanas y luego al mundial donde finalmente podría enfrentar a los más capos en la materia.

En mi grupo de amigos era por mucho, el mejor. Hacia años que no perdia una competencia de aviones de papel. Incluso me pasé varias tardes dando clases de construcción de avioncitos a niños adinerados. No era para presumir, pero era una eminencia. Hay gente que tiene talentos más útiles, yo era bueno en solo una cosa y resultaba que a un patrocinador se le ocurrió hacer un mundial!.

El premio me decepcionó un poco. Esperaba que al ganador les correspondan varios millones de dólares, pero el patrocinador venía del palo de las golosinas. El gran premio era una dotación vitalicia de chocolates, en todas su formas. Yo era alérgico, desde ya. Alérgico a casi todo bah, pero en especial al chocolate en rama que me producía brotes inimaginables.  El chocolate lo podría vender o regalar, pero la fama que tendría luego de ganar el mundial de avioncitos de papel era innegable, luego tendría que ver cómo convertir eso en dinero.

Llegó el día de la competencia y había no menos de 500 niños anotados. A más de la mitad les había dado alguna clase particular sobre el tema. Ese torneo era pan comido. Varios niños abandonaron el torneo cuando me vieron entrar. Tenían cero chances de derrotarme.

Al empezar la primera ronda quedé en shock. Todos tenían avioncitos de papel, con el inusual detalle de que sobre el avión había como paquetitos de chocolate. Ese nuevo cambio en el reglamento me tomó por sorpresa. El patrocinador quería que su marca tuviera más preponderancia en el torneo y exigió que arriba del avión haya chocolate y que además la carga tenia que sobrevivir al vuelo. Si la carga caía, el participante era descalificado.

En cuanto me dieron el primer paquete de chocolate para poner encima de mi sofisticado avión, me broté cómo nunca. Me derivaron directo al sanatorio donde peleé por mi vida durante días. Pude ver la final del mundial desde la cama del hospital. Ganó Jorge, mi mediocre alumno. Su mejor talento? Ser inmune al chocolate.


DARIO BESADA

42 AÑOS

13/06/2025

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