Chequeo de rutina



 Entré al consultorio y me encontré con un viejo gruñón. Debía tener mil años, o tal vez más.

Me señaló la camilla sin mirarme y dijo:

—Sacate la ropa. Toda.


Me quedé dura.

—¿Toda?

—Es lo habitual —respondió, como si nada.


El asco me subió a la garganta. Ese viejo verde iba a verme desnuda. Podía imaginarlo babeando, usándome para sus fantasías nocturnas. Cuando acercó el estetoscopio a mi pecho, me recorrió un temblor. Sentí que, si se pasaba un centímetro más, iba a gritar.

Podía ver cómo se le hacía agua la boca al mirar mi piel. Viejo pajero.

No habían pasado ni cinco minutos cuando se escuchó un estruendo. La puerta voló por el aire y entró un ejército de policías. Gritos, armas, luces. Yo, desnuda y paralizada.

El jefe, un tipo de bigote prolijo con una chapa que decía Jorge, empujó al viejo contra la pared y le puso las esposas.

—Disculpe, señorita —me dijo sin mirarme a los ojos—. Este tipo se hace pasar por médico para manosear jovencitas. Es la tercera vez que lo agarramos este mes.

Suspiró.

—Tiene un abogado con contactos y siempre lo sueltan. Yo que usted… no confiaría en ningún uniformado. Hay mucho chanta dando vuelta.


Se llevaron al viejo, que no me quitó la mirada ni un segundo. Y para ser honesta, los policías tampoco se esforzaron mucho por mirar hacia otro lado.

Me vestí temblando, salí de la consulta y encendí el celular. Necesitaba apagar la cabeza.

Abrí Tinder.

Un poco de alcohol, un random, una noche para olvidar.


El primer perfil que apareció fue el del poli Jorge.

Solo que ahí figuraba como Salvador.


Hay mucho chanta dando vuelta, sí.

Pero ese estaba lindo.

Like.


DARIO BESADA

EDAD: 43 AÑOS

05/11/2025


Comentarios

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena