Hasta que Mercurio retrógrado nos separe

 



Llegaron a la cita y él quedó fascinado con esa mujer. Hermosa, elegante, con una mirada que lo desarmaba.


Tomaron asiento, pidieron algo para tomar, y como para romper el hielo, él largó:


—Mi astróloga me dijo que iba a conocer a alguien especial esta semana.


—¿Pedimos la cuenta?


—¿Pero… si acabamos de llegar?


—Es que mencionar a tu astróloga en la primera oración es muy fuerte.


—No la vuelvo a mencionar.


—¿Seguro que vas a poder reprimirte?


—Claro. No es tan importante en mi vida.


—¿Ah, no? Contame qué hiciste hoy.


—Hoy… tuve una cita con… ehm, una curandera.


—¿Ah, mirá? ¿Tenés algún problema de salud?


—No, estoy bárbaro. Como vos.


—… ¿Seguro que no querés pedir la cuenta?.


—¡Que no! Necesito decirte algo.


—A ver, ¿con qué salís ahora?


—¡Te quiero!


—¿Cómo que me querés? ¡Nos conocemos hace dos minutos!


—Te quiero… conocer. ¡Dejá de interrumpirme!


—¿Desde cuándo me das órdenes?


—La curandera me dijo que tengo que mostrar seguridad.


—¿De qué signo es?


—No se lo pregunté. Pero debe ser de Acuario porque…


—¿Ves? Sos un nerd de los signos. Esto no va a funcionar. Me voy.


—Quedate.


—¿Por qué? ¿No podés estar cinco minutos sin mencionar a los signos?


—Bueno… es que estoy nervioso. Listo. Lo dije.


—¿Nervioso por qué?


—Por vos. Por esta cita. Porque aunque yo haya aparecido en tu vida hace dos minutos… vos estás en mi cabeza hace meses.


—¿Me estuviste acechando?


—¡No! Pero desde la primera vez que te vi, me flechaste. Y acá estamos.


—No me digas que creés en el amor a primera vista y esas huevadas.


—No creía… hasta que te vi.


—Bueh… más cursi no se consigue. Estás caliente, me tenés ganas y ya.


—Nada que ver.


—¿Ah, no te caliento? ¿Te calentaría más si tuviera una remera de Géminis o un broche de Capricornio?


—Bueno… sí. Pero me calienta banda estés como estés.


—No te tenía tan pajero.


—Bueh… te veo y te quiero arrancar la ropa con las muelas, ¿Qué tiene de malo?


—Que sos puro biri biri, pero no hacés nada.


—Es que la astróloga…


—¡¿No te digo?! Sos un pelotudo.


—Es que vos me ponés así. Se me nubla la mente cuando te tengo enfrente.


—¿De dónde sacaste esas frases románticas de cuarta?


—Estuve toda la tarde googleando piropos para decirte.


—¡Ja! Dios mío. A ver, te escucho.


—Pero no me bardees, ponéle onda.


—Hagamos una cosa: si no me gusta el piropo, me paro y me voy. Si me gusta, me siento al lado tuyo y te beso. ¿Te parece justo?


—Ehm… sí. Qué presión.


—Dale, decime el mejor que tengas.


—Bueno, acá va. Pero tené en cuenta los atenuantes.


—¿Cuáles?


—Que estoy enfrente de la mujer más hermosa del mundo… y estoy temblando de los nervios.


Ella se paró, caminó hasta la puerta del bar, y cuando él creyó que se había ido para siempre… ella volvió con una sonrisa:


—Bueno, está bien… pero solo si me prometés no contarme nunca lo que te dijo Mercurio retrógrado.


Él asiente. Ella se sienta a su lado, lo besa… y le susurra al oído:


—Igual, soy de Sagitario. Así que esto no va a durar nada.


DARIO BESADA

05/08/2025

42 AÑOS

Comentarios

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena