Alquiler de gatos con skills
Miguel entró a la tienda con un propósito concreto. En el mostrador lo esperaba un vendedor con cara de estar aburrido de la vida, acompañado por su más fiel amigo: un gato que parecía tener doscientos años.
El animal se desperezó al verlo entrar y le gruñó con desgano.
—Buenos días —dijo el vendedor, con voz seca—. Mi nombre es Paco. Se puede retirar, por favor.
—¿Perdón? ¿Por qué? —preguntó Miguel.
—Mi gato… digo, Lord Trevor le gruñó. Eso significa que quiere que se vaya ya mismo.
—Pero apenas me conoce. A veces le caigo mal a la gente de entrada, pero después de un rato…
—Nada de un rato. Si da un paso más, Lord Trevor se le va a abalanzar. Y nunca falla un ataque.
—¿Y si falla… me puede atender?
Paco se quedó pensativo. Miró a su gato. El Lord le devolvió la mirada y le hizo un gesto mínimo, como diciendo: Olvidate, me lo como crudo.
—Está bien —aceptó Paco—. Pero no me hago cargo si sufre algún daño por ese ataque certero.
Miguel dio un paso adelante. Lord Trevor saltó con una fiereza irracional para ser apenas una bola de pelos. Erró. Erró feo. Miguel casi ni tuvo que moverse. El Lord quedó despatarrado en el suelo, desorientado, sin entender qué había fallado.
Paco saltó el mostrador con la agilidad que le faltaba a su mascota, lo levantó entre brazos y lo llenó de mimos mientras le susurraba:
—Te dije que ya estás viejo para estas cosas. Hace como diez años que no caés sobre la víctima.
Luego, volvió hacia Miguel.
—Bueno… ¿Qué quiere? Además de lastimar a mi gato.
—Justo de eso quería hablarle. Estoy por montar una exhibición.
—Ajá. Y quiere gatos con diversas skills, ¿verdad?
—Exacto. Acá tiene la lista con los requisitos y la fecha del evento.
Miguel le tendió un papel. Paco lo miró por arriba, garabateó una cifra, agarró el teléfono, habló con un socio y al rato anotó otro número. Después miró de reojo a su mascota.
—El Lord podría estar disponible para esa fecha.
—¿Lo puedo ver en acción?
—Ya lo vio venir… y lo esquivó.
—Pero este gato no cumple ningún requisito. No es ágil, no es de raza, no es cachorro, no parece un águila y, sobre todo, no se arroja en forma temeraria.
—Pídale perdón… o retírese.
Miguel suspiró, se inclinó y le pidió disculpas al Lord. El felino, solemne, le respondió chupeteándole la mejilla.
—¿Ve? —dijo Miguel—. Después de un rato, soy adorable.
—Yo no lo voy a chupetear, no se ilusione.
—Usted se lo pierde. Como le decía, noto que Lord Trevor es muy distinguido… pero necesito algo un poco más salvaje.
—Se aburguesó, sí. Todo empezó cuando le di Royal Canin. Comer caviar para gatos le mató el instinto indómito.
—¿Probó darle cerveza?
—Señor, tengo una tienda de alquiler de gatos para eventos. ¿Usted cree que no conozco todos los trucos? Me ofende.
—Disculpe. Como le mostré, necesito al menos veintitrés gatos.
—Nuestra organización puede suplir ese pedido en la fecha estipulada. Tuvo suerte: la competencia jamás lograría tanto en tan poco tiempo.
—Fui primero a la competencia. Me la sugirió Google. Tal vez deberían invertir más en publicidad.
—¿No vio nuestro último comercial? Aparecía un rayo que…
—¡Ah, la del rayo era suya! Dios mío… deberían cambiar el departamento de marketing entero. Fue una grasada total.
—Pero entre adolescentes tuvo buena repercusión.
—Claro… porque los adolescentes suelen alquilar cientos de gatos para eventos.
Paco se quedó pensativo otra vez. Sacó una bebida de un cajón, la vació en una mamadera de Paw Patrol y se la dio al Lord, que la vació de un trago. Entonces lo miró fijamente a Miguel.
—La idea del rayo fue enteramente mía. Desde que entró no ha hecho más que humillarnos. Lord quiere revancha. Y yo quiero que lo rasguñe como si no hubiera un mañana. ¿Se anima?
—¿Qué le puso en la mamadera?
—Eso es un secreto entre el Lord y yo.
—Le va a errar de nuevo. Se va a lastimar y usted me va a culpar.
—No va a fallar. Si falla, su evento le sale gratis. Pero si no falla…
—¿Si no falla qué?
—¿Acaso le preocupa?
—No, va a fallar. Llevo años esquivando gatos. Si existiera un Guinness, el récord sería mío.
—Entonces no necesita saber qué pasa si no falla.
—Tiene razón. Que salte.
Lord Trevor saltó con una precisión quirúrgica. Miguel hizo lo humanamente posible por evitarlo, pero terminó de espaldas en el piso, con el gato clavado en su pecho. Paco se frotaba las manos, ansioso por presenciar el ataque brutal que los redimiría de todas las afrentas.
Pero el Lord, en vez de destrozarlo, comenzó a chupetear salvajemente a Miguel, como si fuese la última Coca Cola en el desierto.
Paco se agarró la cabeza, desesperado. Miguel, entre risas y lamidas, dijo:
—¿Vio? Después de un rato, soy irresistible.
DARIO BESADA
EDAD: 43 AÑOS
09/09/2025
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