Ella

La contemplé nuevamente con los ojos inundados de lágrimas. Su calor oscuro atravesó 

mi ser, dando lugar a una infinidad de heridas destinadas a perpetuar una agonía que ella, 

perversamente, disfrutaba. 

Su compañía me hería, evitarla resultaba impensado. Algo en mi interior indicaba que 

pronto la perdería, o me perdería yo en el vano intento. 

Caminé a su encuentro, un destello de luz opaca aturdió mis sentidos y, acto seguido, caí 

inconsciente. 

Se acercó lentamente, palabras frías huían de sus labios traicioneros, mentiras camufladas 

me distrajeron mientras sus garras se apoderaban, sin mesura, de mi voluntad. 

Rendido a sus pies, fui un esclavo más de sus caprichos. Una extraña e inexplicable 

conexión me hacía necesitarla, cómo si mi corazón latiera únicamente al sentirla. 

Y... un día el sol brilló. Ella luchó por subsistir, sus guadañazos atentaron contra mis 

diminutos esfuerzos. Ella, la causante de mi dolor, el motivo de mi reclusión; se negaba a 

partir. 

Sus viles intenciones se vieron frustradas. 

Abrí tímidamente los ojos y, ante mi sorpresa, ella ya no estaba. La cadena que me 

apresaba había desaparecido. 

Una oleada de esperanza invadió mi espíritu y salí a vivir, algo que no practicaba desde su 

primera ( y única) visita. 

Ella finalmente cedió a mis plegarias. Ella, la soledad, me abandonó; seguramente para 

atormentar otra alma en llamas.



Autor:  Dario Besada

Fecha 13/11/2004

Hora:  21hs

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