La Parrillita del Terror
Nos
sentamos los cuatro a comer en una parrillita. Medio pelo. La parrilla era una
excusa. Estaba cerca. Si había que viajar, era probable que la gente se
disperse y recuerde, de la nada, que tenía cosas que hacer. Así que la
parrillita, por conveniencia geográfica, fue elegida para albergarnos esa
noche.
Nos pusimos a charlar de todo, o de nada, bah.
De nimiedades. Música, series, películas, trabajo, facultad, libros, viajes,
etc... De todo y de nada. Pedimos una parrillada, como tenía que ser en una
parrilla. Una de las chicas, en cambio, optó por unos fideos con manteca.
Parrilla... fideos.... y bue... la parrillita era una excusa.
Sinceramente no tengo la más pálida idea de cómo
fue que terminamos hablando de tortugas. Pero, por lo visto, era un tema
jugoso. La chica de los fideos, aseguraba, con mucha convicción, que era
bastante común que, hoy por hoy, las familias tuviesen como mascotas a
tortugas.
Era difícil no salir al cruce de tal afirmación.
Luego de una intensa, pero no acalorada, discusión, decidimos que el mozo sería
el juez y jurado del tema en cuestión. Porque los mozos suelen reflejar el
promedio de la gente. Al menos los mozos de Almagro.
Cuando el mozo se acercó, lo abordamos. La
pregunta era sencilla y directa: -En tu familia, ¿alguien tiene alguna tortuga?
El mozo, titubeó. De pronto, pude sentir, sin
verlo, porque tenía el uniforme típico de mozo que lo cubría de pies a cabeza,
que se le habían erizado los pelos del cuerpo. No lo pude ver físicamente, pero
vaya si lo sentí. Ese hombre estaba visiblemente incómodo.
En un tono lúgubre, casi tartamudeando, logró
preguntar:
Mozo: - ¿Hay una tortuga por acá?
De pronto, uno de los comensales trajeados, que
estaba detrás nuestro, pegó un salto, digno de los acróbatas del circo du
soleil o alguno de esos. El traje parecía una fachada. El salto fue una especie
de mortal para atrás. No sé bien que es ese término, pero debe ser eso. Una
vuelta para atrás, como haciendo una medialuna en el aire. Una locura.
Cayó en guardia. Como para pelear por su vida.
No es que haya visto miles peleas de boxeo, pero el tipo era claramente
diestro. La derecha la tenía atrás, como para lanzarla con fuerza llegado el
caso. Empezó a mover los ojos, de un lado para otro, esperando no encontrar lo
que estaba buscando.
Luego lanzó una pregunta al aire, como para que
todos la escuchasen, incluyendo "ellas".
Comensal: -¿Dónde están las tortugas?
El mozo, al escuchar la pregunta, lanzó la
bandeja con la parrillada por los aires, y huyó al grito de: "¡Sálvese
quien pueda! ¡¡¡Esto está lleno de tortugas!!!"
El mozo corrió hacia la cocina, llevándose por
delante absolutamente todo: mesas, sillas, personas hambrientas, vendedores
ambulantes, todo. Todo lo que se le interpusiese en su camino.
A todo esto, el hombre trajeado comenzó,
lentamente, a retroceder. Sin bajar la guardia, claro. Un paso, dos pasos, tres
pasos. Seguía moviendo los ojos de un lado a otro, y se exaltaba ante cualquier
murmullo. Antes de retirarse completamente de la parrillita les dijo a sus
amigos o familiares, o quienes sean que lo hubieran acompañado esa noche:
Comensal: Yo me voy a ir A-HO-RA, ¿Está bien? ¡Y
no vuelvo más a esta parrilla de mierda!
No terminó de hablar, cuando ya había pegado
media vuelta, y corría desesperado hacia su auto, mientras buscaba afanosamente
la llave en alguno de sus cuatrocientos bolsillos.
El resto de los comensales, no había podido
probar bocado. Todo esto había sucedido demasiado rápido. La chica de los
fideos, sin embargo, tenía el plato a medio terminar, porque la comida le había
llegado antes del "tortuga gate". Sin embargo, tal vez por alguna
especie de justicia de divina, cuando el mozo arrojó la bandeja de la parrillada
al aire, en su huida, uno de los chorizos, se estrelló en la mejilla de la
chica de los fideos. Aún estaba limpiándose el rostro, cuando pude observar
que, milagrosamente, un pedazo de vacío había aterrizado en mi plato, y antes
de comenzar a disfrutar de tal inesperado manjar le dije con un susurro:
DARIO BESADA
04/04/2018
35 AÑOS
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