Flechazo 1.0

Fue un flechazo. No encuentro otra descripción. Todo comenzó sin pensarlo. Llovía a cántaros. Me puse la campera gruesa que jamás utilizo y fui al ciber, como todos los miércoles, para imprimir el cuento del día. El destino, o vaya a saber qué cosa, quiso que me tropezase con ella. Así, como en las pelis mas románticas que se les pudiesen ocurrir. Dos extraños, apurados por la vida, chocan en una esquina, se les cae todo, se ayudan, se levantan, se miran, y...

Se puso de pie, y se fue. Como si no hubiera pasado nada. Yo ya me había olvidado la razón por la que había salido de casa. La veía alejarse, rezando por que en algún momento frene, dé media vuelta, y me mire. Un segundo. Es todo lo que necesitaba. Una señal de que no era el único sumido en un caos incomprensible. Al llegar a la esquina se detuvo, la vi dudar, como debatiéndose entre cruzar la calle o mirarme. Tal vez eran ideas mías. Seguramente eran ideas mías. Yo seguía detenido en  tiempo y espacio. Inmóvil, petrificado. Tal vez hubiese debido ir a su encuentro y decirle algo así como "no te puedo dejar ir" o alguna de esas cursilerías que hasta hoy me parecían ridículamente forzadas y falsas.

Me pareció verla suspirar, y cruzó la calle. La había perdido. El tumulto de flores me hizo imposible ver para donde se dirigía. Y yo iba a llegar tarde al taller, pero tal vez por un buen motivo. Un flechazo así no pasa todos los días.

Los días pasaron, y no digo que hice guardia en esa esquina para cruzármela de nuevo, pero... bueno, si, es lo que hice. Había  un barcito, y fue mi guarida esa semana. Probé todos los menúes del día, variedades de café, medialunas, todo el menú durante una semana. El día límite era el miércoles. Si el destino quería, el día era el miércoles. A esa hora, en esa esquina.

No sabía si pararme en la esquina, o sentarme en el barcito, o ir y volver, para que parezca casual. Dios. Era de todo, menos casual. Me senté en el barcito. y esperé. La recordaba perfectamente. Como si su rostro lo tuviese tatuado en la palma de mi mano. La podría reconocer sin dudas. Los minutos pasaban, y caía en la cuenta de que había tenido la oportunidad y la había dejado ir.

En eso apareció. Era ella, sin dudas. Lo comprobé, porque me había quedado sin aliento, sin palabras, sin ideas. El mismo caos de la semana pasada. Era ella.

Se acercó a mi mesa, yo estaba aturdido. Me quise de poner de pie y me frenó con un gesto. Quise decir algo. No se bien que quería decir, pero tenia que decir aaaalgo, y me volvió a frenar con un gesto. Dejó un papel sobre la mesa y se fue.

Haciendo caso omiso del papel, la vi alejarse. Otra vez. Paralizado. La iba a dejar ir otra vez. Cuando caí en la cuenta, me puse de pie de un salto, y antes de salir corriendo a buscarla, recordé el papel. Lo agarré  y decía:

"Semanas buscando una excusa para chocarme con vos y ¿ Ni siquiera podes encontrar mi teléfono en el bolsillo de la campera? Apurate extraño. Apurate que me voy." FIN

DARIO BESADA
11/04/2018
35 AÑOS
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