Flechazo 2.0

Fue un flechazo. No encuentro otra descripción. Todo comenzó sin pensarlo. Llovía a cántaros. Me puse la campera gruesa que jamás utilizo y fui al ciber, como todos los miércoles, para imprimir el cuento del día. El destino, o vaya a saber qué cosa, quiso que me tropezase con ella. Así, como en las pelis mas románticas que se les pudiesen ocurrir. Dos extraños, apurados por la vida, chocan en una esquina, se les cae todo, se ayudan, se levantan, se miran, y...

Se puso de pie, y se fue. Como si no hubiera pasado nada. Yo ya me había olvidado la razón por la que había salido de casa. La veía alejarse, rezando por que en algún momento frene, dé media vuelta, y me mire. Un segundo. Es todo lo que necesitaba. Una señal de que no era el único sumido en un caos incomprensible. Al llegar a la esquina se detuvo, la vi dudar, como debatiéndose entre cruzar la calle o mirarme. Tal vez eran ideas mías. Seguramente eran ideas mías. Yo seguía detenido en  tiempo y espacio. Inmóvil, petrificado. Tal vez hubiese debido ir a su encuentro y decirle algo así como "no te puedo dejar ir" o alguna de esas cursilerías que hasta hoy me parecían ridículamente forzadas y falsas.

Me pareció verla suspirar, y cruzó la calle. La había perdido. El tumulto de flores me hizo imposible ver para donde se dirigía. Y yo iba a llegar tarde al taller, pero tal vez por un buen motivo. Un flechazo así no pasa todos los días.

Los días pasaron, y no digo que hice guardia en esa esquina para cruzármela de nuevo, pero... bueno, si, es lo que hice. Había  un barcito, y fue mi guarida esa semana. Probé todos los menúes del día, variedades de café, medialunas, todo el menú durante una semana. El día límite era el miércoles. Si el destino quería, el día era el miércoles. A esa hora, en esa esquina.

No sabía si pararme en la esquina, o sentarme en el barcito, o ir y volver, para que parezca casual. Dios. Era de todo, menos casual. Me senté en el barcito. y esperé. La recordaba perfectamente. Como si su rostro lo tuviese tatuado en la palma de mi mano. La podría reconocer sin dudas. Los minutos pasaban, y caía en la cuenta de que había tenido la oportunidad y la había dejado ir.

En eso apareció. Era ella, sin dudas. Lo comprobé, porque me había quedado sin aliento, sin palabras, sin ideas. El mismo caos de la semana pasada. Era ella.

Pasó de largo, sin mirarme, ni buscarme, sin nada. Sólo pasó. Yo me quedé ahí. Otra vez. Sin poder reaccionar.

El destino nos volvió a cruzar varias veces mas, con el mismo resultado.

Hasta que decidió que me tenía que dar una mano en serio, porque así no ibamos a ningún lado.

Un día como cualquier otro, reprodujo la lluvia de ese miercoles. La lluvia a cantaros con la que accidentalmente nos habiamos chocado.

El cielo se venia abajo, y para salir me tuve que poner la campera gruesa que nunca usaba, donde ella me había dejado en un bolsillo, su numero, aquel miércoles, en el cual fortuitamente nos chocamos. FIN

DARIO BESADA
11/04/2018
35 AÑOS

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