La última carrera

Sonó el silbato y corrí. Como nunca. Como soñaba que podía hacerlo. Las piernas se movían a una velocidad asombrosa. El cuerpo acompañaba. Parecía que volaba. Que una fuerza del más allá me atraía hacia la meta.

200 metros. Me había preparado todo el año, para esos 20 segundos. Pero no era el esfuerzo de un año. Era el de una vida. Mi vida no tenía sentido si perdía esa carrera. Podía ganar muchas otras, pero esa... esa la tenía que ganar. Por el entorno, por lo que significaba, por mí, por él.

Era su última carrera. No volvería a correr. No volvería a ganarme. Era mi última chance de derrotarlo. Nunca estuve ni cerca de hacerlo, pero ese día... ese día tenía que ser diferente

Yo estaba corriendo como nunca en mi vida, sin embargo, ese tipo que se estaba jubilando, estaba cómodamente delante mio. Mi mente no paraba de recordarme que si no le ganaba ahí mismo, nunca lo podría hacer. Era una tortura.

Mi corazón estaba en otro lado. Le hablaba a mis piernas, las abrazaba, las exhortaba a que se muevan un poquito más rápido. Podía escuchar como les hablaba. Mis piernas estaban dándolo todo.

Y en eso, una puntada. En el medio del estomago. Falta de aire. Se me vino el mundo abajo. Restaban 150 metros, y sentí que ya no podía correr más. En eso mi corazón, alertado ante esta emergencia, abandonó a las piernas, y me alentó. Me habló del sacrificio que había hecho ese año, de como me cambiaría la vida si ganase esa carrera. Me dijo que dependía de mi esfuerzo, de mis ganas de triunfar y de nada mas.

Sentí que la puntada ya no era tan tremenda, pasó a ser una molestia. Sin embargo, seguía segundo.

Empecé a mirarle las piernas. Debía tener algún secreto. No había manera de que naturalmente las moviese así de rápido. Genética, entrenamiento... patrañas. Algo había. En ese momento me hubiese gustado tener algún tipo de poder mental, para que esas piernas de movimientos perfectos, se chocasen. Me lo imaginaba cayendo. Y yo esquivándolo con un salto elegante. Me imaginaba las fotos, con el trofeo. Las entrevistas, la fama. Entrar en la historia. Me imaginaba lo que sería ganarle.

Se estaba jubilando, pero corría como los dioses. Ya iban 100 metros, y su velocidad no menguaba. De pronto, algo cambió. Como si hubieran prendido de repente la luz. Antes era oscuridad total, y ahora... lo estaba alcanzando!

No sabía si mis piernas obedecieron a mi corazón, o si finalmente su físico le estaba pasando factura tras años y años en las pistas. Lo que importaba era que lo estaba alcanzando. Creo que yo estaba corriendo más rápido, porque sentía que estaba fuera de control, como cuando manejas una Ferrari a 300km/h y si viene una curva arreglate... bueno, eso. Si venia una curva, me estrellaba.

Faltaban 50 metros y finalmente me puse a su par. Un lugar que jamás había alcanzado. Me fascinaba tanto que giré la cabeza para mirarlo. Estaba exhausto, podía verlo. En eso, él también me miró. Medio sorprendido, porque a esa altura de la carrera, nadie osaba ponersele a su lado. Tal vez por eso se estaba jubilando, su velocidad ya no era la misma.

En sus ojos pude ver una especie de súplica, como diciendo: Quiero ganar mi última carrera

Por su orgullo, seguramente no quería que lo dejase ganar. Quería ganar por sus propios medios

No faltaba nada. A esa altura, creo que estábamos empatados. Se definiría por una foto. El titular de los diarios dependería de esa foto: "Se retiró ganando" o "Se retiró porque ya le ganaba cualquiera"

Hoy, muchos años después de esa inolvidable carrera, miro mi vitrina con la copa y no puedo parar de pensar en si se cayó porque se cayó, o si se cayó porque se dejó caer. FIN

DARIO BESADA
09/05/2018
35 AÑOS

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