Secuelas de un sueño

El hechicero los reunió, y les dijo que si intentaban, como tenían planeado, escalar la montaña los tres... uno moriría. No era uno de los hechiceros copados, buena onda, no, era despiadado.  No les dijo cuál moriría. Y se fue, sin aceptar repreguntas, se esfumó, dejándolos en un silencio escandaloso. Un silencio que tardó en romperse, y eso que ellos hablaban todo el tiempo, de lo que sea. Nunca habían estado tanto tiempo sin emitir ningún sonido. Sólo se miraban, recorrían sus rostros, en busca de algo.  Cuando uno amagaba a decir algo, los cuatros ojos restantes se le clavaban. Era un silencio incómodo, pero necesario. Tenían que procesar esa información.

Los tres se habían criado juntos, desde el jardín de infantes, primaria, secundaria, En la universidad cada uno siguió su camino, pero ellos eran uno. Se complementaban. Tenían un sueño compartido. Esa bendita montaña. Se prepararon toda la vida, para poder escalarla. Los tres, no uno, ni dos, los tres o nada. Lo habían planeado todo, bah... todo por lo visto, no. No contaban con que se les apareciera un hechicero y les diga que si cumplían su sueño, uno se moría.

Cada uno por su lado, intentaba descifrar cual era el que supuestamente se iba a morir. Claro que ninguno pensaba que era él mismo. Se habían entrenado como nunca. Alguno de los otros dos se tendría que haber tomado este desafío a la ligera, y si subían, ese flojo moriría.

- ... Creo que no podemos hacer esto - Dijo Beto, con muchas dudas
- ¿ Y si el hechicero miente ? ¿ Nos vamos a quedar acá, al borde de nuestro sueño? - Arremetió Damián
- Vos lo viste... vino volando. El tipo vuela. Si vuela, porque no podría adivinar lo que va a pasar? o lo que es peor, podría matar a uno de nosotros con solo un chasquido de dedos si los tres decidiesemos subir. - Sentenció Daniel
- No sabemos si tiene ese poder!! - Dudó Damián
- Estás dispuesto a jugarte la vida, o la mía, o la de él? - preguntó Beto, señalando a uno a por uno, mientras los mencionaba.

El silencio volvió a apoderarse de la situación. A la mañana siguiente habían decidido no escalar la montaña. Ninguno de los tres podría vivir con la culpa, por haberse cargado la muerte de uno de sus amigos. ¿ Como se lo explicarían a su esposa, a sus hijos? Un pequeño dejo de resentimiento se escondió en sus corazones.

Al pasar los años, ese resentimiento se fue expandiendo, hasta ocuparlo y destruirlo todo. La hermosa relación que tenían, ya no existía. Luego del viaje, y la escalada frustrada, se fueron distanciando lentamente. E incluso, con alcohol de por medio, se habían acusado tristemente por no haber podido escalar la montaña por culpa de alguno.

El hechicero era tan despiadado que le había salvado la vida a uno, destruyendo la de los tres. FIN

DARIO BESADA
23/03/2018
35 AÑOS

Comentarios

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena