La sopa de la vieja




Cuarenta grados bajo cero… bueh, no hacían cuarenta grados bajo cero, pero se sentía así. No había buzos, ni pulóveres que alcanzasen. No había manera. Hacía frío. No entiendo para que inventaron el invierno. ¿En qué estaban pensando? Imaginate verano. Calor. Salir a la calle en remerita, short, ojotas... eso es vida. O eso debería ser vida, bah. Pero no, nada en esta vida es tan simple. Tenemos tres meses de esos, y al tiempo llega lo opuesto. El temible invierno. Lo peor de todo es que hay fanáticos acérrimos del invierno. Come on! Gente mayor! No hay otra explicación. Gente que se encierra en su casa, con la estufa y no sale en tres meses.

Pero, para ser absolutamente sincero, hay aaaaaalgo bueno en el invierno. Debe haber más cosas, que aún no descubrí. Si el invierno no existiese, posiblemente tampoco existiría la sopa de mamá. Ya solo por esa sopa, valen la pena esos tres meses de tormento. Todo por una sopa. ¿Se podría tomar la sopa en primavera, u otoño? Claro que sí, pero perdería mucha de su magia. Porque esa sopa, créanme, es mágica.

Cuando me fui a vivir solo, intenté recrearla... después de todo, era solo sopa. No me salió. Ni cerca. Los ingredientes eran básicamente los mismos, pero la sopa de la vieja... es la sopa de la vieja. No sé que le ponía. Bah, le ponía amor. Porque a mí me gustaba un tipo de sopa y a otro de mis hermanos le gustaba otro, así que tenía que hacer diversos tipos de sopa. Una santa la vieja. ¿A quién se le ocurre comer cabellos de ángel? Si querés fideos mojados, comé fideos mojados! La sopa es de dedalitos y se acabó!

Cuarenta grados bajo cero. Y me llega un mensaje de mi vieja que decía: "¿Querés venir a cenar a casa ? "

Que dilema... cenar con la vieja, con altas probabilidades de sopa o guiso de mostacholes/arroz (en un futuro tendrán su apartado), o bien, cenar alguna porquería fácil de hacer en casa...

Le contesté que iba, con un contundente: Voy. No hacía falta más. Hora? En general es a las 21, es algo tácito. A lo de la vieja, es a las 21hs.

21:01 Entré en lo que fue mi casa durante muchísimos años. Ese living ha visto canchas de ping pong, de fútbol, de todo. Éramos 4 hermanos, y el living pagó las consecuencias.

Ni bien terminé de abrir la puerta, un olor familiar, y potente me golpeó. Porque fue un golpe. Tipo un sopapo. De repente tenía diez/doce años y estaba tiritando de frío, sentado, frente a la mesa. En eso apareció mi vieja, con la sopa. El frío ya no era tan frío. La sopa tenía ese poder. Les dije que era mágica. Mi vieja la ponía frente a mí, y yo me desesperaba. No tenia cuchara. Con tanto frío, me había olvidado la cuchara. Tenía que ser una cuchara grande, donde pudiese entrar toda esa sopa en la menor cantidad de sorbos posibles. Era tan especial, tan mágica, tan deliciosa, que temía que se evaporase, así que tenía que apurarme.

Luego del golpe inicial, me acerqué tímidamente a la cacerola. Tenía mis dudas. No sabía si hacerlo. No sabía si el ver la sopa en la cacerola me iba a romper parte del idilio. Pero tenía que ver esa obra maestra, y me asomé. El caldo era de un color... no sé, indescriptible. Para mí hay seis colores, así que ni idea que color era ese. Veía danzar los dedalitos con el resto de los ingredientes, se movían de un lado a otro, como esperando ansiosos su destino. Era como una gran reunión de ingredientes, como si fuesen convocados los mejores de cada especie para: "La Sopa"

Pensé seriamente en agarrar ahí mismo una señora cuchara y aprovechar el descuido de mi vieja, que estaba en otra parte del departamento, y hablándome, claro. Me contuve. No podía ni quería alterar ese ritual.

Me senté en la mesa, y observé a mi compañera por esa noche. Una cuchara de metal, de un tamaño standart. Hubiese preferido un cucharon de dimensiones bíblicas, pero había que ver si la cuchara no preferiría otro comensal también. Estábamos juntos en esa empresa, y había que darlo todo, antes de que la sopa se evaporase.

Cuarenta grados bajo cero hacía al entrar a la casa de mi vieja. No sé si estuve dos, tres, cuatro o seis meses en esa noche, pero al salir, parecía una hermosa e inigualable noche de verano, de esas que decís: "La puta que vale la pena estar vivo". FIN


DARIO BESADA
28/03/2018
35 AÑOS
http://alos50mejubilo.blogspot.com


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