Hay un topo entre nosotros
Leyó la
carta una vez más y la rompió en mil pedazos. Luego largó un grito que venía
conteniendo hacía varios un días. Uno lleno de furia e impotencia. Lo estaban
extorsionando. Justo a él. Al tipo más poderoso del país. Y estaba atado de
pies y manos, iba a tener que ceder. Hacía varios días que alguien estaba
filtrando información sensible sobre diversos ministros. Información veraz que
los hizo a renunciar. Uno por uno. La carta básicamente decía que si no renunciaba
a la presidencia en dos semanas, sacarían a la luz sus propios chanchullos. Era
la cuarta carta en las últimas dos semanas, la primera con este ultimátum.
Era un
presidente corrupto. Como casi todos. Pero quizás era el presidente menos
corrupto de los últimos treinta años. Podría haber saqueado el estado, como
tantos otros, pero solo había agarrado un vueltito de acá, y otro de allá, como
para tener una jubilación a la altura de lo que él esperaba. Después de todo,
le había dedicado diez años a su país, relegando a su esposa, hijos, amigos, a
su vida prácticamente. Su idea era la de un segundo mandato, y luego retirarse
de la vida política dejando al país andando y a él en una buena posición
económica.
Hacía
diez años que se había abocado a la política, su esposa lo había entendido,
pero su relación nunca se había recuperado, eran casi dos extraños compartiendo
una cama. Él nunca la había engañado y eso que ofertas no le faltaban. A diario
alguna modelo o becaria lo tentaba con la esperanza de recibir algún tipo de
favor. Él no era de esos.
Citó a su
mesa chica. Los cuatro paladines de la justicia, como la prensa los había
bautizado. Lo habían acompañado desde el primer día. Confiaba ciegamente en
ellos. Sabía que habían resignado sus propias ambiciones de poder para
acompañarlo. Les comentó que había un topo en la administración. Les contó lo
de las carta. Ellos sabían de esos pequeños robos sistemáticos. Incluso tenían
lo suyo a menor o igual escala. Les encomendó que tratasen de encontrar al
espía en sus filas. Tenía dos semanas antes de renunciar. Quizás lo podría
sobornar o algo un poco más... definitivo.
La
segunda presidencia se le estaba escurriendo de las manos. Las renuncias de los
ministros, no lo habían salpicado aún, pero suponía que era cuestión de tiempo.
Hizo una pequeña lista preliminar de sus más acérrimos enemigos. Aquellos que
darían lo que no tenían por verlo caer. La lista constaba únicamente de tres
nombres. Los primeros dos, eran los candidatos que derrotó para convertirse en
gobernador de la provincia y cuando fue reelecto. Ambas elecciones ganadas
ajustadamente, con mucho, pero mucho, juego sucio.
El
tercero era nada más ni nada menos que el ex presidente, a quien había
derrotado, para sucederlo. Con la campaña mas sucia que el dinero pudo pagar.
Una sarta de mentiras, calumnias, y difamaciones constantes durante toda la campaña. Sólo así pudo convencer a la opinión pública de que el país
necesitaba un cambio y él era el indicado. Él, que tenía una reputación
intachable. Ahora su reputación se iría a la basura.
Esa noche
volvió a su casa, luego de un par de días. Su mujer se sorprendió al verlo. Lo
notaba tenso y le preguntó
- ¿Qué te
pasa hoy?
- Tengo
que decirte algo.
- Lo
sabía. Hay otra. ¿Está embarazada ? Esperá que busco al tipo que se encarga de
estas cosas.
- Eh? No
no. Pará un poco. No es nada de eso. No hay, ni hubo otra mujer.
- Sí,
claro. Bueno... ¿Qué pasa?
- Me
están chantajeando.
-......
- ¿Viste
que estas semanas renunciaron varios ministros...? Bueno, parece que el mismo
tipo tiene información sobre mí. Y, sí, antes de que me preguntes, algo me
robé. No quería involucrarte, no me hubieras dejado, pero es nuestro
retiro. No es ¡wow! Es un poco, en alguna cuenta perdida. Pero bueno, no
importa. El tema es que quieren que renuncie en dos semanas o me delatan.
-
... ¿No es ¡wow!? Encima de corrupto, pelotudo. Si vas a robar, robá
bien, ¡Como todo buen presidente! Mis hijos no se merecen ver al que
le tocó de padre, preso.
La charla
se terminó ahí mismo, porque ella se encerró en la pieza con un portazo.
Al día
siguiente, el presidente se juntó con su mesa chica. No habían encontrado
indicios del topo. Sabían que si renunciaba él, iban a tener que renunciar
todos. Contactaron a los tres sospechosos, y luego de un intenso interrogatorio
no encontraron absolutamente nada.
Con un
nuevo día llegó una nueva carta. Antes de tiempo. Capaz ya era demasiado tarde.
Antes de abrirla, prendió la tele, a ver si en el noticiero ya había una foto
suya detrás de los barrotes. Falsa alarma. La abrió cuidadosamente, como si
tuviese una bomba y al romper el sello, todo explotase.
Leyó la
carta con cuidado, y luego se dejó caer en su sillón. Era el final. O
renunciaba al día siguiente o harían caer a su mesa chica. No podía parar de
preguntarse de donde sacaban toda esa información. ¿Y si era mentira? ¿Y si no
lo era?
Le avisó
a la secretaria que se iría temprano, y volvió a la casa con su esposa. La
abrazó, la besó, y charlaron toda la noche, buscando alguna solución. Tenía que
haber alguna. Algo simple con lo que un presidente pudiese exterminar a un
chantajeador de baja calaña.
A
primeras horas del día, el aún presidente salió de su casa, con la firme
decisión de renunciar, para salvarse a él, y a sus paladines.
Su esposa mientras lo despedía pensaba: Las cosas que tiene que hacer una, para recuperar a su esposo...FIN
Su esposa mientras lo despedía pensaba: Las cosas que tiene que hacer una, para recuperar a su esposo...FIN
DARIO BESADA
19/06/2018
35 AÑOS
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