La Liga (Parte 2)

Consideró que luego de semejante honor, tendría que dar un golpe importante, como para dar que hablar, como para retribuir la confianza que habían depositado en él. Nunca había realizado un robo a gran escala, y en parte lo atemorizaba la idea. Pero si alguna vez lo iba a hacer, este era el momento adecuado. Estuvo unos días buscando una víctima a la altura de las circunstancias. No podía ser un robo más. Y luego de analizarlo, encontró a su presa.

Se trataba de un excéntrico millonario. Que tenía varias propiedades repartidas en la ciudad. No todas estaban adecuadamente vigiladas. Tampoco tenía fortunas en esas propiedades. Pero no necesitaba fortunas. Solo asaltar la casa, llevarse algo y asombrar a los miembros y jurados de la Liga.

La victima en esta ocasión era Claudio Mayer. Un treintañero multimillonario, que nunca trabajó en su vida. Esa clase de millonario que recibió una herencia muy generosa, y solo se encargó de disfrutarla. No despilfarraba, como otros. Sabía cuánto tenía, y cómo hacer para que esa fortuna no desaparezca. Algunos asesores se encargaban de hacer las inversiones necesarias como para que Mayer tenga el estilo de vida que quería.

Mayer era del tipo de personas que salían en las revistas, con escándalos, mujeres, glamour. Porque hay dos tipos de personas. Las que salen en las revistas de chismes y farándula; y las que no. Mayer realmente se esmeraba para no pasar desapercibido. Tenía plata y el mundo tenía que saberlo.

El Fantasma recordaba que en una de las tantas notas que leyó sobre esta celebridad, enumeraban cada una de las propiedades, mansiones, casas y departamentos que poseía. Y que encima tenía el tupé de jactarse que apenas las protegían, aduciendo que nadie se animaría a robarle a él. No justo a él.

Al Fantasma, apodo que usaba desde que comenzó en esta profesión, le gustaba este personaje. Tenía mucha confianza en sí mismo y planteaba un desafío al mundo: Intenten robarme.

Los desafíos de la Liga, que generalmente incluía famosos y/o millonarios, por alguna razón lo venían obviando. Pero era cuestión de tiempo. El ladrón que aceptaba el desafío y lo lograba, tenía que, como obligación, dejar una tarjeta en el lugar del robo, con una inscripción que decía: Usted fue robado y humillado por la Liga.


Así que la policía sabía de la existencia de la Liga, pero no tenía ninguna pista, solo sabían que era un grupo de ladrones, que robaban a los millonarios o famosos. No conocían la estructura, no tenían soplones infiltrados, no tenían nada. La Liga era un misterio. Tan misterio que no lo daban a conocer. Era inaceptable que un grupo de ladronzuelos entusiastas asalten a las familias más adineradas de la Ciudad y ellos no sepan cómo detenerlos. Ellos. Burlados por gente de mala vida. Inaceptable. (CONTINUARA)

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