El anuncio
Entró a la casa y la vio llorando. Recorrió con la vista todo el living, buscando algún motivo, hasta que le preguntó:
—Má… ¿Por qué llorás? ¿Qué pasó? ¿Te pegó papá? Decime y lo cago a trompadas. Es un hijo de puta, ¿Cómo te va a tocar? Lo mato ya mismo.
—No, nene, no —dijo ella, secándose la cara con el repasador—. Tu viejo es incapaz de levantarme un dedo, ¿qué decís?
—¿Entraron a robar otra vez? ¿Se llevaron tus joyas? La puta madre… No te hagas drama, mañana mismo vamos a la calle Libertad y te compro todo nuevo, má. Es solo guita.
—Pero no, si desde que nos robaron la última vez tu padre convirtió esto en una fortaleza. Si alguien quiere entrar, vuela en mil pedazos. Olvidate.
—¿Entonces? No me digas que palmó el tío Oscar. La puta madre… ¿Cuándo es el velorio? Agarrá todo que te llevo. Deberíamos comprar una corona de flores, ¿no?
—No, hijo, no. Además, ¿Por qué pensás que fue el tío Oscar antes que el tío Jorge, que ya está en las últimas?
—No sé, lo presentí. Estuve con una sensación rara todo el día. ¿Palmó Jorge entonces?
—¡Que no! No se murió nadie.
—Ah… ¿Te caíste o te golpeaste con algo? Vamos al hospital, ya mismo.
—No me caí ni nada de eso. Estoy bien.
—Entonces, ¿Por qué llorás? No te puedo ver así, má.
Ella suspiró, se acomodó en la silla y dijo:
—Bueno, te cuento. Viste que me dijiste que hoy ibas a venir a hacer un anuncio. No sé si te recibiste, o si te vas a casar con la Clara, o si te ganaste el Quini, vaya uno a saber. La cosa es que quería prepararte unos fideos al tuco, de los que tanto te gustan.
—Son una delicia. El día que quieras llenarte de plata, abrimos un resto y la levantás en pala, má.
—Sos muy exagerado vos, eh. Bueno, el tema es que fui al chino a comprar las cosas… y estaba cerrado.
—¿Cerró el chino?
—Sí. No sé si fue por la mafia o por un ajuste de cuentas, pero cerró. Los precios eran sospechosamente baratos, algo raro había ahí.
—Tenía unas ofertas tremendas. Ojo, capaz laburaban con piratas del asfalto.
—Ese es el rumor más fuerte. Pero bueno, como estaba cerrado, tuve que ir a lo de la Pituca.
—Uff, carísimo.
—Ni me hables. Sale todo un huevo, pero no me iba a ir al Coto que está a diez cuadras.
—Sale más barato ir a comer a Puerto Madero.
—Sí, pero era una ocasión especial. Estaba en las góndolas, buscando una lata de tomates, cuando en el pasillo siguiente escuché a dos personas hablando.
—Mirá que sos chusma, eh. ¿Qué hacías escuchando conversaciones ajenas?
—Yo no soy de esas, no me gusta andar llevando y trayendo. Pero hablaban en voz alta y… justo los escuché.
—¿Y qué decían para que te pongas así?
—Eran el Jorge y el Manuel.
—Ah, los pibes. Los conocés desde que tenían cinco meses.
—Sí, pero esta vez… estaban hablando de vos.
—¿De mí? ¿Qué estaban diciendo esos dos sinvergüenzas? Te juro que no hice nada, má. No sé qué dijeron, pero es mentira. Traé ya mismo el polígrafo de papá —ese que anda cuando se le canta—. Vas a ver, no hice nada de nada, en serio. Tenes que creerme.
—Esos dos sinvergüenzas... estaban hablando bien de vos. A tus espaldas.
El hijo la miró desconcertado.
—¿Y entonces por qué llorás?
Ella sonrió con los ojos húmedos.
—De la emoción, hijo. Porque escuché en otros lo que yo siempre supe de vos.
DARIO BESADA
EDAD: 43 AÑOS
12/11/2025

Hermoso para una madre
ResponderEliminarGraciassss
EliminarCobras por los chicos jaja. Muy bueno daro. Nes
ResponderEliminarGracias Nesss :)
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