La cena está servida

Colgó el hacha y su esposa le preguntó cuántos jabalíes había cazado. Él rezongó y, sin decir ni media palabra, entró a la habitación y se tiró a dormir, así como estaba, con toda la ropa de caza puesta. La mujer agarró el hacha y salió al bosque, otra vez. Hacía varias semanas que su marido no cazaba ni un gusano. Antes traía alimentos para una legión, pero desde la noche trágica —donde un par de jirafas se aliaron con dos zorrinos y lo habían perseguido y humillado— había perdido el instinto, o la suerte, o el coraje... o vaya uno a saber qué le pasaba por la cabeza, ya que apenas hablaba. A las pocas horas, ella apareció cargando un oso. Lo trozó como una experta en la materia y al ratito llamó al marido para cenar. Él se despertó con el aroma de la comida. Salió del dormitorio y, al ver la mesa preparada y el hacha llena de sangre colgada en su lugar, dijo un par de palabras inentendibles y se fue de la cabaña. Pasaron las horas y, al ver que él no volvía, ella salió en su búsqueda...