Un Segundo Más
Había llegado la hora. En el estadio no cabía un alma más. La banda estaba en su mejor momento. Sin embargo yo estaba al borde de un ataque de nervios. No me preocupaba el rendimiento de mis compañeros, ya que habíamos ensayado hasta el hartazgo. Me preocupaba ella. Me aterraba pensar que afuera había treinta mil personas. y en un descuido nuestros ojos se pudiesen cruzar. Era improbable, pero posible. Tal vez me paralizase. Un horror. Todo el mundo me decía, cual sermón: No te metas con la mujer de un amigo, y menos si es la mujer del cantante. Pero a veces las cosas sencillamente suceden. Son inevitables. Se pueden postergar y evadir cierto tiempo, pero cuando la vida se encapricha con complicarte las cosas... no hay mucho que hacer. Había empezado como un juego. Un cruce de miradas inocentes, pero pícaras. Una mirada que había demorado un segundo más. Eso había bastado. No hicieron falta palabras, gestos, ni nada. Ya estábamos metidos en eso que no debía suceder. Quiero...