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Operación helado

  Llegué al mostrador y pedí el helado de siempre. Chocolate y dulce de leche. Agarré la billetera para pagar y estaba vacía. La cajera me miraba con impaciencia. Entonces empecé a alejarme muy despacio . Ella no entendía nada. Yo meditaba si salir corriendo o si primero agarraba el helado y luego salía corriendo. Le arrebaté el cucurucho de un manotazo y procedí al operativo “huída”. Cuando iba a cruzar la puerta con el botín robado, un tipo disfrazado de ninja me pegó un fuerte golpe en la frente y caí al piso. El ninja se movió a la velocidad de la luz y se hizo con el cucurucho en perfecto estado. Luego se acercó mansamente a la caja y le dio plata a la cajera que no salía del asombro. Cuando logré volver en mí, Desde el piso, vi cómo el ninja se alejaba, lamiendo mi helado con una paz insultante. No lo perseguí. No gritaba. Solo lo miraba. Ese día aprendí dos cosas: que no es tan fácil chorearse un helado, y que el karma cuando quiere, se disfraza de ninja y te roba el postre...

La sustancia

 El rey se paró en el atril y le habló a su pueblo: -Estamos en problemas. Los vecinos del norte están marchando hacia nuestras fronteras. Necesitamos una producción total de nuestra arma secreta. Toda persona, hombre, mujer, mayor de 10 años capaz de producir la sustancia debe presentarse al almacén de su zona y entregar todo el suministro que tenga y que pueda producir, para que nuestra arma tenga la mayor pureza jamás vista. Nuestras máquinas y nuestros científicos van a trabajar sin descanso hasta que el invasor sea derrotado. Nuestro legado está en peligro, hagan su mayor esfuerzo. Mis propios hijos, los príncipes de este gran reino ya están donando su sustancia. La gente murmuraba cosas inentendibles, pocos entendían como el moco de un granjero que le salía al sonarse la nariz, podía detener un ejército. Pero su rey, que fue elegido por los dioses divinos, les aseguraba que era un arma letal, que los invasores no tenían una cura, ni antídoto, ni nada. Que de hecho los están a...

Experta en atracones

  Corrió el armario, sacó el ladrillo flojo y miró dentro. La abuela le había dicho que tenía que haber al menos tres cuerpos, pero había muchos más. La habitación estaba repleta. El olor nauseabundo de la putrefacción le produjo arcadas. Tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no vomitar. Había de todos los tamaños y formas. No terminaba de entender como una abuelita tan malvada pero frágil había logrado meter, sola, todos esos cuerpos en ese habitáculo. Sola. Le parecía imposible. Puso todo en su lugar antes de volver a hablar con su abuela, no vaya a ser cosas que algunos ojos moralistas se encontraran con ese botín. Nieta: Hay un montón Abuela: Ah, fuiste a chusmear nomas Nieta: No te creía. Imaginate que venga tu abuela que tiene 300 años y te diga que tiene un par de cuerpos escondidos detrás de una pared? Abuela: No siempre tuve 300 años, antes era más… ágil y prolifera. Me puse una cuota semanal o quincenal y la cumplía a rajatabla. Pero con el paso del tiempo se me hi...

Insultos que importan

El arquero había venido de afuera, de Colombia más precisamente, para ocupar el inmenso arco de Boca. No tenía grandes pergaminos, pero lo había recomendado una leyenda del club, y eso le allanó el camino. Los hinchas hubiesen preferido a alguien consagrado, con títulos encima y años de experiencia bajo los tres palos, no un X total que, encima, usaba un valioso cupo de extranjero. El debut fue caótico. Un error suyo desembocó en la derrota del equipo. Los hinchas, con nula paciencia, no tardaron en abuchearlo. Tardó un par de partidos en demostrar por qué lo habían traído. Una vez afianzado, fue una auténtica muralla. Se convirtió en el mejor arquero del continente y ganó todos los premios que le pasaban cerca. Además, contribuyó en los éxitos del club durante su estancia, obteniendo torneos locales y copas internacionales. Había ganado absolutamente todo lo que se podía ganar. Pero no todo era color de rosas: algunos hinchas lo seguían insultando todos los partidos. —¡Ponete las mano...

La bestia

 Se despertó y estaba en un calabozo. No era de grandes dimensiones ni estaba solo. Otro joven de su misma edad lo miraba divertido. Joven 1: ¿Qué me pasó?  ¿Qué hago acá? Joven 2: Muchas preguntas. Te trajo el viejo. Estaba enojadísimo.  ¿Qué le hiciste? 1: ¿Un viejo? … Ah, ahora me acuerdo. Yo estaba caminando por la calle y me choqué con un viejo. Cuando me levanté, él estaba tirado, panza arriba, con las manos y patas al aire, cual tortuga. Creo que no pude contener la risa 2: Típico. Me pasó lo mismo. Exactamente lo mismo de hecho. Es su forma de caer. Y se enojó tanto por la burla que me drogó y me desperté acá, hace ya unos meses. 1: ¿Unos meses? Pero... mi mujer me espera para cenar! Es nuestro aniversario. Si la planto de nuevo, me deja! 2: No vas a llegar a esa velada romántica. Es que el viejo va tan en su mundo que choca y cae panza arriba. Es muy difícil no descostillarse de risa ante esa imagen 1: ¿Vos estas acá hace meses? ¿Cómo sé que no sos un c...

Último recurso

 Me vino. Esa era la frase que tiraba abajo toda ilusión de formar una familia entre Carla y Manuel. Todos los meses era igual. Lo intentaban, eh. Cuando ella estaba ovulando no hacían otra cosa, mes tras mes. Ya había dejado de ser algo romántico, y se convirtió en rutina, algo tedioso, que lo hacían por obligación, algo rapidito para sacárselo de encima. Y ella no quedaba. Carla: Che, gordo, ¿Por qué no nos hacemos los análisis? Manuel: ¿Análisis de qué? C: Vos sabes cuales. Los de fertilidad. Así nos sacamos las dudas de una vez. Hace más de 1 año que estamos intentando y nada. M: Ya te dije que no. No me gusta. Además andá a saber que hacen con la esperma después. Capaz la venden. C: En el mercado negro de esperma, si. ¿Sabes donde queda? Quiero uno rubio, alto, onda alemán. ¿Se puede pedir profesión también? Quiero un astronauta M: Rubio, alto, alemán. ¿Estas describiendo a tu ex? Salvo lo de astronauta... A menos que la ferretería la tenga como hobby. Bueno, no quiero saber n...