Dildo gate

Era un día común y corriente en el Resto de Flores, la gente se agolpaba para entrar ya que afuera hacía un frío demencial, y adentro sobraban los platos con sopa de maní. Esa sopa, pensaban muchos, debía haber sido inventada en invierno. La mesas estaban razonablemente llenas cuando de pronto entró La eminencia: Kiki. Instantáneamente, todos los comensales dejaron sus cucharas en el aire para mirarlo. No era que el lugar fuera feo, pero lujoso, lo que se dice lujoso, tampoco. Funcional, digamos. Y Kiki, de eminencia, solo tenía los aires: se creía la gran cosa. Y si encima al entrar la gente reaccionaba de ese modo, su ego danzaba entre las nubes. Pidió al mozo la mesa “más destacada” del salón, mientras sonreía a la decena de celulares que aparecieron de golpe. No es que fuera una estrella, pero tenía dos mil seguidores en TikTok, y veinte o treinta de ellos estaban ahí mismo. Kiki sabía dónde moverse para ser reconocido: le encantaba la idea de que alguien llegara a su casa y ...