Un Papel Arrugado

Hacía frío. Mucho. Caminaba apurado, como si eso lo hiciese entrar en calor. Estaba más que abrigado. Se había tirado encima todo lo que encontró en su armario. Repasaba mentalmente las cuentas que tenía que pagar ese día. Según sus cálculos, no llegaría a fin de mes en condiciones dignas. Los últimos días, debería comer arroz y fideos para estirar el sueldo.

Al pasar por una tienda donde había una tele enorme, que estaba fuera de su alcance económico, titubeó y siguió de largo. De pronto, se paró en seco como pensando. Como haciendo alguna cuenta mental, o repasando una lista. Dio media vuelta y volvió a la tienda, donde estaba esa tele de dimensiones absurdas. Sacó un papel arrugado de su gastado jean y miró nuevamente la tele. La observó unos segundos y volvió al papel. Y luego a la tele. Así unas quince veces. La gente se lo llevaba por delante. Esa vereda no estaba pensada para que un tipo se ponga a ver tele. Las quejas y los insultos no tardaron en llegar. Estaba molestando a todos, pero claramente no se daba cuenta. Seguía yendo del papel a la tele y viceversa.

Una multitud lo empezó a empujar, como para que siguiese su camino, como diciendo: "Dale, viejo. Arrancá."

Él, obviando todo los maltratos e insultos recibidos, dijo dubitativamente: "Creo.... que me gané el que Quini"

La turba iracunda de repente entró en un silencio admirable. Ya no lo empujaban. No sabían si felicitarlo, si robarle el papel, o si empezar a forjar ahí mismo una amistad por conveniencia.

Colocó la boleta ganadora en su gastado jean y siguió su camino, como todos querían hacía segundos nomás. No sé si fue charlado o qué, pero se abrieron formando un pasillo, cual Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo. Luego lo aplaudieron y lo empezaron a seguir.

No le gustó nada que una muchedumbre lo siga a sol y sombra una vez que se enteraran que se había ganado el Quini. Se lamentaba por haber dicho lo que dijo, pero estaba en shock. El miedo lo invadió. Nunca había sido paranoico, pero tampoco nunca había sido millonario. ¿Y si alguno de estos me quiere robar? ¿Y si cuando eso suceda, se suman más? Ya pensaba que las cien, doscientas personas que tenía por detrás, se le iban a abalanzar bruscamente en busca de esa boleta arrugada.

Los problemas de ser millonario. Hacía unos minutos, ni el más optimista de los ladrones hubiese intentado robarle a José. Peeeero ahora, era una presa sabrosa para cualquiera. Solo tenían que arrebatarle ese papel, que no decía quien lo había comprado, ni de quien era. Tenía números. Cualquier X que se presentase en la Lotería con ese boleto, sería el dueño y ya.

Luego de unos angustiantes minutos llegó a lo que sería su ex trabajo. Saludó a sus compañeros y entró en la oficina del jefe. No era un mal jefe, pero tampoco era el mejor. José sentía que podría ayudar mucho a sus empleados, si tuviese las ganas de hacerlo. Le comentó que se había ganado el quini, mientras se palpaba el jean donde estaban sus millones y que renunciaba ese mismo día.

El jefe lo abrazó, en lo que pareció un abrazo sincero y afectuoso. Incluso pareció que alguna lágrima recorría su mejilla mientras se despedía. Le aseguró que su puesto lo iba a estar esperando por si en algún momento decidiese volver.

José no tenía pensado volver a verlo en su vida, como tampoco a sus compañeros. Se imaginaba una casa en Hawaii. Playa, sol, mujeres. Todo. Lo quería todo.

Cuando finalmente llegó a su pequeña casa se duchó, para sacarse el frío de la calle. Al terminar, se puso la bata y fue en busca de su jean, con la boleta. Al día siguiente iría sin falta a reclamar su dinero, ya no iba a tener que preocuparse por las cuentas, por la comida, por nada. Ese era el José de ayer.

La boleta estaba. Y los números eran correctos. Respiró aliviado, cuando escuchó un ruido en la habitación, y otro en la puerta de entrada. Y otro en la ventana y otro y otro. Se recluyó en el baño, con la bata y el papel. De repente escuchó que alguien golpeaba fuertemente la puerta de su improvisado bunker.

Los golpes eran cada vez más fuertes, la puerta no resistiría demasiado. Él se aferraba al boleto mientras pensaba resignado: "Esto, al José de ayer no le pasaba"

Tomó una rápida decisión. O sería de él o no sería de nadie, pensaba mientras destruía la boleta en mil partes. La puerta comenzaba a ceder, el ruido era ensordecedor. Arrojó esos mil papelitos por el inodoro y tiró frenéticamente la cadena como diez veces, por si esos tipos tenían algún poder raro para reconstruir boletas ganadoras del quini.

Cuando ya no quedaba ningún resto de su fortuna en el inodoro, se percató que la puerta seguía en su lugar y que el ruido había cesado. Miró el inodoro y recordó que tendría que comer arroz y fideos para llegar a fin de mes. FIN

DARIO BESADA
35 AÑOS
13/06/2018








Comentarios

  1. Nooooo!!!!! Pobre y paranoico José :(

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    1. jajaja, ves? hay gente que no está preparada para ser millo

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