El Pájaro del Vecino

El gato se murió. Seguramente por comer esa planta de colores extravagantes que tanto le gustaba. Todo tiene un precio. Estaba hinchado, de un color raro. Estaba muerto, decididamente muerto. Hice un hoyo en el jardín, y lo enterré, como supongo se debe enterrar a las mascotas. A la vista de las miradas curiosas de los vecinos.

No lo querían. Debían estar contentos. Se había cansado de comerse cuanto pajarito comprase el vecino. Era una experto, perdí la cuenta de cuantas veces vino Oscar a quejarse de que mi angelical gatito había asaltado una vez más la jaula con su nuevo pajarito.

Yo creo que le gustaba ver como se las ingeniaba para matarlos, una y otra vez, porque sino no se entiende por qué no cambiaba de jaula y ya. Pero por lo menos una vez por semana, sonaba el timbre, y sabía que era Oscar. Las primeras veces me escandalicé y reté a mi gato fuertemente. Con el pasar de las semanas, ya lo esperaba con un mate, unas facturas y una pantomima que ya tenia aceitada.

A la mañana posterior al entierro aún sumido en un depresión que sólo podes entender si alguna vez tuviste un gato, me acerqué a la tumba, como para ir a hablarle, y decirle cuánto lo extrañaba. Y eso que había pasado sólo un día.

Mi sorpresa fue absoluta cuando me encontré con el hoyo que había cavado. No había un gato muerto adentro. O el gato había revivido, o alguien había profanado su tumba.

Tenía que encontrar a ese gato, que tal vez había revivido unas horas y había huido de la casa donde el dueño lo había enterrado vivo. No podía estar demasiado lejos. Pero no lo encontré. Mi temor ahora residía en los vecinos. Los rumores no tardarían en llegar. Ese hoyo necesitaba un gato muerto dentro y pronto, o sería la burla del barrio.

Pensé en tapar el hoyo y fingir que ahí dentro estaba el cadáver de mi gato. Pero si éste volvía a comerse alguno de los pájaros de Oscar, el timo saldría a la luz. Cabía la posibilidad de que la tumba hubiese sido profanada por mi vecino, solo por venganza, y en este momento se encontrara en el living de su casa, echado en el sillón, descotillándose de risa ante mi perplejidad.

Pasé la noche afuera, haciendo guardia en su tumba, pensando en alternativas. Ese gato podía estar vivo. Podía estar agonizando luego de comer esas flores coloridas y venenosas. Podían ser muchas cosas. Entonces fue cuando Oscar se me acercó y me comentó con una sonrisa irritante que había emboscado a mi gato. Resulta que había comprado un pájaro exótico que le había costado un dineral y no podía permitir que mi gato se lo comiese como si nada, entonces había visto en no se qué programa de la tele, que si envenenaba a un pájaro, y éste era devorado por un gato, el gato resultaría envenenado.

El pobre había tenido un último banquete, pero aún no se explicaba el por qué de la tumba profanada. Un pájaro exótico valía más que mi gato. Al menos a los ojos de mi vecino. Le prometí a su tumba que eso no quedaría así.

Entré a mi habitación para reponer energías y pensar en como corno asesinar un pájaro exótico. Tal vez Youtube me diera ideas. Me quedé helado al ver a mi gato. Ahí, tirado, sobre la cama, como reponiéndose de una jaqueca, de una noche difícil, en absoluto silencio. Ya no tenia ese color raro, ni estaba hinchado. Estaba como siempre, y vivo. Nunca supe como fue que salió de su tumba pero el pájaro exótico tenía las horas contadas.

A la mañana siguiente sonó el timbre. Oscar entró llorando a la cocina, y antes de que pudiese quejarse, lo recibí con mates, facturas, y la pantomima aceitada de siempre. FIN

DARIO BESADA
06/06/2018
35 AÑOS


Comentarios

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena