Un error fulero

 Entré al natatorio y había un mundo de gente. Me lamenté no haber ido en otro horario, uno menos popular. La pileta tenia cuatro andariveles y me pareció haber leído que el máximo de nadadores (como si realmente esta gente se podría llamar nadador) eran tres por andarivel.  Busqué con la mirada alguno que tuviese menos personas que el máximo permitido y fui hasta ese con todo mi kit. Porque no soy un improvisado. No es que fui con una mallita y listo. No señor. Me compré malla, ojotas, toalla, antiparras, gorrito, todo nuevo. También llevé una botellita de agua para hidratarme si era necesario. Coloqué mis cosas cerca del borde para poder, dentro de mis posibilidades, vigilar que nadie se robase nada mío y me lancé al primer largo. Crol, me sentí rápido. Dudo que nade bien, pero rápido, si. El segundo largo lo hice practicando pecho, que cansa menos y es como para regular ya que tenía toda una hora por delante. Hice varios largos y cuando llegué al borde inicial manoteé la botella para darle un sorbo de agua. Justo antes de abrirla algo me llamó la atención. Me puse a mirarla con detenimiento, y si: Le faltaba agua. Yo la había llenado hasta cierto punto y a esa botella le faltaba un poco de agua. Di vuelta la cabeza en modo instintivo buscando al culpable pero todos estaban en la suya. Que hijos de puta, mientras uno nada, un sinvergüenza se toma un sorbo de mi agua, con total impunidad, porque sin dudas sabe que yo no voy a hacer un escándalo público por esto. No es que voy a ponerme de pie en el trampolín con la botella en la mano y gritar: ¿¿¿¿Quién fue el chorro que tomo de mi agua???? El crimen perfecto. Debería estar en los mandamientos: "No tomarás del agua del prójimo en el natatorio", pero no, pusieron fruslerías como: "No desearás a la mujer del prójimo", buo. Prioridades. La mía es esa botellita con agua. Igual hay que darle algo de crédito eh, porque lo hizo con tanto sigilo que nunca lo sospeché y además si yo no tuviese el ojo entrenado para detectar boludeces (todos tenemos o deberíamos tener un superpoder inútil) se me pasaba de largo, tomaba un poco y listo. Estuve unos segundos pensando como atrapar al delincuente, pero todo el largo que le daba la espalda a la botella era el tiempo para que el malviviente actúe. Ese día me había derrotado. Seguí nadando y midiendo los niveles de agua. Cada vez había menos, creo que ya lo hacía por diversión el muy sádico. Luego de medir los niveles del agua, miraba a mis alrededores a ver si encontraba algunos ojos culpables que se corrieran un segundo tarde, pero no. El tipo era bueno.

Llegué a casa y me pegué una ducha para sacarme el cloro y el sentimiento de derrota que me agobiaba. Esa noche no pude pegar un ojo pensando como solucionar mi nuevo problema. Se me ocurrió algo bien inocente, como para no exagerar. Le puse un cinta con una inscripción que decía: NO TOMAR. pensé en agregarle: LADRÓN, pero mi psicólogo me dijo que tengo que aprender a controlar los ataques de furia y esta vez lo voy a intentar. NO TOMAR, con eso debería bastar. Es bastante probable que esos nadadores sepan leer, diría que estoy 95% seguro. Además que al poner el cartelito, el criminal que toma agua ajena, ya está avisado que la victima sabe de su accionar y capaz se reprime las ganas de hidratarse con esa botella en particular. Debía haber muchas botellas más, que agarre otra. 

Llegué al natatorio, puse las cosas en mi lugar y la botella marcada en el borde. Clavado y a nadar. Cuando llegué al punto inicial, no tardé nada en constatar que el bandido había actuado de nuevo. Otra vez, casi imperceptible. Se debía estar riendo a carcajadas mientras nadaba. El cartelito no lo había espantado en lo más mínimo. Tenía dos posibilidades: olvidarme del asunto y dejar que largo a largo me tomen el agua o pasar a acciones mayores. Sin dudas, me incliné por la segunda opción. Este malhechor no tiene ni puta idea con quien se metió.

Cuando entré a mi casa se me ocurrió una idea. Ya que no podía atrapar con las manos en la masa al ratero, iba a hacer lo que haría cualquier persona de bien en mi lugar: adulterar el agua. Me puse a googlear diversos diuréticos, con especial atención en los efectos secundarios. Quería que tuviese alguna consecuencia, que se arrepintiera en la soledad de su guarida. Una noche de descompostura era un castigo aceptable. Terminé comprando el más fuerte que encontré, total iba a tomar un traguito. Al leer los efectos secundarios se me erizó la piel: Vómitos, diarrea, convulsiones, ceguera temporal, impotencia y en caso extremos de consumo irresponsable: hemorragias, paro cardiaco, muerte.  Igualmente todos sabemos que a esta gente le encanta exagerar para asustar a la población y cubrirse ante cualquier incidente. Pero cualquier desequilibrado va a la farmacia, compra eso y desata el caos alegremente. ¡Y todo eso sin prescripción medica!

Entré al natatorio y nuevamente estaba repleto de gente. No podía cambiar de horario porque mi ahora presa venía sin falta en este turno. Miré a todo el mundo, dándole una última oportunidad para confesar, que se me acerque y diga algo como: Che, perdón lo del otro día. Es algo que le hacemos a los nuevos: rito de iniciación, una boludez, no te enojes. 

Pero nada de eso pasó, cada uno estaba en su mundo, incluso el desgraciado que me venía tomando el pelo y el agua hacía días, camuflado entre toda esa gente inocente que seguramente no era consciente del crimen del que era testigo en cada jornada. Puse la botellita en su lugar y me puse a nadar. No voy a negar que todo mi ser estaba alborotado. Ansiaba profundamente volver y que faltase un poquito de agua de mi botella. Para que aprenda que meterse conmigo era un error fulero. Llegué y no me daban las manos para agarrar la botella y revisar la marca. Si, faltaba agua. Rei por dentro. Esas risas maquiavélicas, de villano que una vez se sale con la suya. Cuando iba a guardar la botella con la misión cumplida, sentí un pinchazo de codicia: Quería un poquito más. Un segundo sorbo no le iba a hacer demasiado daño, quizás le extendería las horas en el baño y ¡se lo merecía! Así que sin pensarlo mucho, me sumergí nuevamente en la pileta y ya mi corazón latía descontroladamente. Estaba haciendo una maldad. Lisa y llanamente una maldad. Capaz con el primer sorbo era suficiente. Esto tal vez era ir demasiado lejos. Un exceso diría mi psicólogo. En la próxima sesión veremos que opina. Gustar gustar no le iba a gustar, pero no es el fan número uno de las decisiones que tomo. 

Cuando llegué al borde me encontré con la botella vacía. Me refregué los ojos como si eso cambiase algo y pude ver una manchita roja sobre su superficie. La verdad que no soy un experto en analizar manchas de sangre pero si alguien me quisiese apostar, yo hubiese apostado mucha plata a que eso era una mancha de sangre. Di vuelta la cabeza buscando a alguien, no se bien a quien, y me encontré totalmente solo. Eso era absurdo. Hacía minutos había una multitud de gente y resulta que se habían evaporado en un abrir y cerrar de ojos. Salí del agua, agarré la botella, limpié la evidencia, me sequé y me senté en un largo banco de madera. Agarré el celular y llamé a mi abogado:

Yo: - Hola Marcos, si, soy yo, de nuevo.

Marcos: -¿Qué hiciste ahora?

FIN

DARIO BESADA

19/03/2024

EDAD: 41 AÑOS


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