Persecución nocturna

Dejé el auto en el garaje y empecé a caminar hacia mi casa. A unas tres cuadras. Para mi eso nunca fue un problema, tres cuadras no son nada, salvo que llegues a la madrugada. Y yo solía volver a mi casa muy, pero muy tarde. Era Martes. 3am. Un crudo invierno, esas tres miseras cuadras parecían inalcanzables. Crucé la primera y vi a lo lejos a un viejo, tirado en la vereda, tomando un vino, con un perro con su respectiva correa. Me frené en seco antes de que me vea, para pensar si quería pasar por esa experiencia o si daba la vuelta a la manzana y la omitía. Toda mi vida haciendo malabares para no prejuzgar y de pronto había un viejo, posiblemente alcoholizado, con un palo, que bien podía ser un bastón, echado en la vereda poniéndome a prueba. No era el barrio más seguro de la ciudad, pero... ¿Qué barrio es seguro a las 3am?. Luego de meditarlo medio minuto decidí atravesar esas cuadras lo más rápido que pudiese. No me iba a poder perdonar si daba la vuelta a la manzana evitando al viejo con el perro y el palo, solo porque parecían peligrosos. Mirada al frente y nada de correr, ni ninguna boludez. Si estuviera en las olimpiadas, estaría en la categoría de marcha. Es caminar, pero rapidito. Como si tuviese que llegar para ir al baño. Básicamente apurado. Sin desviar la mirada a los costados. Tratando de pasar por al lado del perro y del viejo, sin que estos se diesen cuenta de mi preocupación, como si eso cambiara algo. 

El perro estaba con una correa y cuando pasé a su lado, se me quiso abalanzar. El viejo lo detuvo, sin dejar pasar oportunidad para darle otro trago al vino. Eso me calmó. Si este dúo me quería atacar, el viejo soltaba al perro y yo era historia. Pero lo contuvo, el perro no estaba muy contento con esa decisión, el viejo le decía: Calma, calma.

En ese momento, honestamente, me alegré de no haberlos evitado. No se puede andar por la vida pensando que porque está tirado en la vereda tomando un vino, lo primero que va a hacer es atacarte. A todo esto, yo seguía caminando rapidito por si por esas cosas de la vida, el dúo cambiaba repentinamente de opinión. 

A los cincuenta metros, aproximadamente, el horror. Lo peor que podía escuchar en ese momento: TACA TACA TACA, seguido de ladridos varios. Se me paró el corazón. Estos dos me estaban persiguiendo. El viejo, con el bastón, y el perro. Mientras daba vuelta la cabeza para constatar que el dúo había salido a toda velocidad, me maldije de porque demonios no di vuelta a la manzana. Era un minuto más y ahora estaría en casa, pegándome una ducha de agua hirviendo y no corriendo por mi vida una madrugada de un martes. Tenía que calcular si llegaba a abrir la puerta de mi casa antes de que el perro me alcanzara. Tenía mis dudas de la velocidad punta del viejo con el bastón, pero si lograba ponerse a cierta a distancia, un bastonazo me podía derribar. Adoro a los animales, pero ¿Qué tan mal visto está si en caso de vida o muerte, logro pegarle una patada fulminante?

En ese microsegundo que parecía eterno, se me cruzó por la mente también el tema de la llave. ¿En qué bolsillo la tenia? ¿La había bajado? A veces me pasa que me bajo del auto y la llave de mi casa, bien gracias, y tengo que volver al auto a buscarla. Tal vez lo más prudente era no intentar entrar a mi casa, sino pasar de largo a toda velocidad, o mejor dicho, a toda mi velocidad, esperando que esta sea mayor que la del perro y este finalmente se agote antes de cazarme. Si el viejo era un atleta encubierto no había nada que yo pudiese hacer. 

Cuando finalmente giré la cabeza para ver a que distancia real estaban mis perseguidores, me encontré con una imagen desconcertante. Yo con el corazón en un puño y el viejo, con su bastón y su vino, seguía panza arriba en la vereda, descostillado de la risa. El perro lo imitaba, muerto de risa, mientras me miraba y puedo jurar que decía: Se la hicimos, se la hicimos. 


DARIO BESADA
EDAD: 40
FECHA: 14/07/2023

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La apuesta

La parca

Sueños de cuarentena