Cuestión de estado

:-Noooooooo, ¿Cómo que tengo que ir a al chino?

-La última vez fui yo, así que dale, apurate

Raúl: -Peeeero, están por arrancar los partidos de la Champions. No me hagas esto

Esposa: -.¿Qué me importa quien juega? Dale, que volves en 2 minutos

R: -Imposible. Cada vez que me toca ir a mi, me armas una lista para un batallón. Voy a pasar navidad en el chino.

E:-Naaaa, esta vez son dos boludeces. Se acabó la leche y la mermelada. ¿Cómo pretendes que meriende en estas condiciones?

R: -La puta madre. Vos y tus sagradas meriendas. Armame bien la listita. Porque seguro que no son dos boludeces. Y con precisión, eh. Porque si en la lista dice leche y veo tres o cuatro tipos de leche, manoteo una al azar.

E: -¿Cómo fui a terminar con un tipo tan limitado? Por dios.

R:-Yo tendría que ser famoso y tener alguien que vaya al chino por mi.

E:-Si existiese un torneo mundial de limitados, no te digo que lo ganarías pero estarías peleando hasta el final, y de ahí, si: A la fama. 

R:-Vos cargame todo lo que quieras, pero fui lo mejor que conseguiste. I-ma-gi-na-te. ¿Y si pedimos a domicilio? Ahora están esas app que te mandan todo a tu casa

E:-Por una no tan módica suma. Dejate de joder. Dale, ya te armé la listita. Que ni se te ocurra comprar pelotudeces eh. Te conozco. Vas por la leche y volves con una tonelada de golosinas y papitas y toda esa comida chatarra riquisima.

R:-Eso pasó solo una vez. 

E:-Todavía lo estamos pagando. 

Raúl salió de la casa con destino al super más cercano, con un humor de perros. No estaba en su mejor día. Había esperado toda la semana para ver las semis de las Champions, una de las pocas cosas que le interesaban y por esta nimiedad se iba a perder gran parte de los partidos. 

La lista constaba de al menos diez productos con detalles, a su parecer, absurdos. Mencionaba colores, etiquetas, formas del envase, precios estimados, dibujos y diversas cosas más. Entró al chino y parecía hora pico. Como si todo el barrio hubiese decidido ir al super en ese preciso momento. Nunca había visto tanta gente en en ese lugar. Demoró unos veinte minutos para encontrar todos y cada uno de los productos mencionados en la lista y se puso en la cola para pagar. Adelante tenía no menos de quince personas y la cola no se movía. Justo estaban atendiendo a una señora que quiso pagar con tarjeta, pero no la encontraba, así que tuvo que vaciar sus dos carteras sobre el mostrador, buscándola, mientras decía cosas como: -¿Cómo puede ser? Ayer mismo la usé. Fui a la farmacia a comprar las vitaminas para José. Esas que son rojas y blanditas, porque las duras no las traga. No sé que más hacer con ese muchacho

Raúl, como todos los presentes, se empezó a impacientar. Miraba constantemente la hora y maldecía el momento que había decidido casarse. Ahora estaría plácidamente en el sillón, tomando una cerveza y viendo lo mejor que el futbol pudiese ofrecer. Sin embargo, estaba ahí, en la cola, junto a la góndola de perfumes. En eso vio un leberwurst. Lo agarró incrédulo. ¿Qué hacia eso en la góndola de perfumes? es muy común que la gente se arrepienta de una compra y la deje mientras espera a pagar, así que lo miró y dijo:

-Ya fue. Me lo merezco. Me lo llevo de contrabando, lo escondo abajo de los 5kg de lechugas. A la noche, mientras duerme, me levanto y cual terrorista del sabor, me doy flor de panzada.

En eso, la señora que estaba adelante en la fila le llamó la atención:

Vieja: -Señor, ese leberwurst es mío

Si hubiera sido un día común, Raúl le hubiese devuelvo el leber sin demoras y con algún chiste oportuno. Pero no era el mejor día para cruzárselo. Y encima le dijo señor. No joven, ni muchacho, "Señor". Él se iba a ir con el leber pasara lo que pasara. 

Raul: -¿Cómo que tuyo? Lo agarré acá, del estante.

V: -Si, pasa que están tardando mucho y no lo podía sostener, también dejé al lado un maple de huevos

Raúl vio el maple y se dio cuenta que la vieja tenía razón. Era una discusión perdida, peeeero,...…

R: -No sé porque hay huevos en el estante de perfumería, tampoco sé porque estaba el leber. No le ando preguntando esas cosas a los repositores. El tema es que lo vi en la góndola y lo agarre. Lo voy a pagar y me lo voy a llevar.

V: -No te lo vas a llevar. Voy a hablar con la gerenta.

La señora fue en búsqueda de la gerenta, la cual no encontró y volvió con el guardia de seguridad. Le contó todo el caso y el señor luego de meditarlo un rato dijo: 

Guardia: -El leber debe ser de la señora...

Vieja -¿Viste? ¿Qué te dije? Damelo

Guardia: -Pero la única manera real de comprobarlo es revisando las cámaras. Para ver si la señora dejó efectivamente el leber en la góndola o no

Raúl se sentía atrapado. Iba a perder su pequeño y delicioso tesoro

A los pocos segundos apareció la gerenta de la sucursal. Al escuchar las dos versiones y el dictamen del guardia dijo:

Gerenta: -Pero.... vos sabes que las cámaras no funcionan hace meses.

Guardia: -Ah, si. Les dije que eso les iba a traer problemas pero no me quisieron escuchar.

Gerenta: -El leber es de la señora. Devuélvaselo

Raul: -No. Estaba en la góndola, lo agarré de ahí y lo pienso pagar.

Para Raúl ya se había convertido en una cuestión de estado. Todo ese periplo valdría la pena si se pudiese ir victorioso. A todo esto, las operaciones en el super se habían detenido. Se había armado un pequeño tumulto alrededor del conflicto. Se podía distinguir claramente los dos bandos. El team Raul, y el team Vieja. Incluso el guardia de seguridad y la gerenta estaban en bandos diferentes. La gerenta tomó una decisión drástica: Llamarían al repositor más antiguo de la sucursal y él decidiría de quien era el producto. Fuese cual fuese su decisión las partes debían aceptarla. Luego de abrumadoras quejas, las partes terminaron aceptando. Al llegar el repositor y escuchar el caso atentamente, pidió una silla para sentarse a deliberar. Miraba de reojo a Raúl y a la vieja, se tocaba la mandíbula y miraba fijamente el leber como si este pudiese darle la respuesta. Entonces dijo:

Repositor: - Tengo varias soluciones. La más practica, y aún no entiendo como no se les ocurrió, es ir a buscar otro leber y listo

La gerenta corrió al pasillo de embutidos y volvió pálida:

Gerenta: -Era el último 

Repositor: -Me lo suponía. Nunca hay demasiados leberwurst para la demanda actual, pero ese es otro tema. Tengo la solución. Uno de los dos se va a llevar el producto, y no lo voy a decidir yo. 

-¿Entonces quien? - Preguntaron a coro Raúl y la vieja

Repositor: -Ustedes. Van a jugar al antiquísimo y decisivo piedra, papel o tijera. El que gana, bien. el otro se va con las manos vacías - 

Gerenta: -¿Para esto te llamamos? 

Repositor:-¿Tenes una idea mejor? 

Los dos bandos se pusieron a debatir la propuesta. Finalmente la aceptaron. Se pudieron ver incluso varias apuestas. El guardia de seguridad le apostó a la gerente una cena si ganaba Raúl, su pollo. 

Raúl estaba eufórico. Tenia un multitud de gente alentándolo, tirándole tips para ganar, que estrategia debía usar. Se acordaba de un capítulo de Los Simpsons, donde Bart decía: La buena piedra, nada le gana y seguido aparecía Lisa diciendo: Pobre Bart, siempre elige piedra.

¿Quién era el ? ¿Bart o Lisa? ¿La buena piedra le daría el leber? Propuso hacerlo al mejor de tres. Podía perder una vez pero dos era totalmente inaceptable. Estaba con su tropa, repasando la estrategia cuando recibió un mensaje de su mujer que decía: ¿Y Raúl? ¿Adonde fuiste a buscar la leche? ¿Al chino o fuiste a ordeñar una vaca a La Pampa?. 

Guardó el celular sin molestarse en contestar. Estaba con cosas mucho más importantes. Había llegado la hora decisiva. Sería un día inolvidable, donde triunfaría y se llevaría a su casa el trofeo o sería una jornada para el olvido de la cual no quisiera volver a hablar en el futuro. La atención de todo la sucursal estaba en la contienda. Incluso la gerenta había ordenado cerrar las persianas del local hasta que terminara la competencia, nadie podía ni debía interrumpir. Los dos bandos habían analizado la estrategia a fondo, incluso se pudo a ver a algunos fanáticos buscando tácticas infalibles en internet.

Raúl se tenía fe. No podía perder de ninguna manera. En su lista no figuraba ningún leber y le habían pedido específicamente que no comprase pelotudeces, pero esto era fuerza mayor. Tenia casi un ejercito a sus espaldas que clamaba por una victoria contundente y decisiva.

Raúl arrancó con piedra. Un analista de su equipo había leído en un estudio de dudoso rigor científico que generalmente la piedra era un buen comienzo. La vieja fue confiada con su tijera. Bullicio total. Gritos, alaridos, descontrol como jamás se había visto en esa sucursal. Las cargadas de un bando al otro eran francamente exageradas. La partida estaba uno a cero a favor de Raúl, nada estaba decidido, pero el team Raul festejaba a cuenta. Hubo un receso para que los equipos analizaran a detalle las posibilidades de elección del segundo round. El científico, como lo habían bautizado luego de que había sugerido piedra en la primera vuelta, le recomendó a Raúl insistir con piedra. Había pegado un salto de credibilidad inmenso luego de acertar la primera y ahora sus detractores se mantenían en silencio. El científico había hablado. Sería piedra. Raúl dudaba. Otra vez piedra resultaría previsible. Miraba de reojo al team de la vieja, que habían agarrado un pizarrón de una de las góndolas y estaban haciendo diagramas y dibujos. La locura había llegado hasta el punto de que dos clientes hacían como guardias de seguridad y no dejaban ver las cosas que estaban escribiendo en ese pizarrón.

Llegó el momento del segundo round. Raúl esta vez no estaba convencido, pero el científico le aseguró que la vieja no se vería venir esa piedra. Raul dudó y puso piedra. La vieja, papel. Uno a uno. El científico, boquiabierto, no volvió a hablar por el resto de la jornada. El team vieja estalló en un grito de alegría contenida. Las cargadas fueron nuevamente desproporcionadas para un piedra papel o tijera por un leberwurst. El team Raúl ahora se encontraba en silencio. Nadie quería dar su opinión y ser responsable de una posible derrota inolvidable. El team vieja, con sus guardias de seguridad infranqueables, seguían haciendo diagramas y dibujos en el pizarrón. 

Cuando reinaba el mas absoluto de los silencios en el team Raúl, el guardia de seguridad de la sucursal, alzó la voz, ante la mirada dubitativa del resto y dijo: Papel. Si queres ganar, papel.

Todos se miraron en busca de refutación o apoyo. Nadie sostenía la mirada, nadie quería tener algo de responsabilidad en esa decisión tan crucial. Raúl valoró el consejo. No iba a repetir piedra de ninguna manera. Estaba entre papel o tijera y el guardia de seguridad que hacía meses quería invitar a salir a la gerenta, convencido le dijo papel. Meditó las opciones unos segundos y se puso de pie sin dudar. Más seguro que en el segundo round. Había llegado el momento decisivo. Las treinta o cuarenta personas dentro de ese local estaban en un silencio expectante, conteniendo la respiración. Raul sacó papel, la vieja piedra. El desmán que se produjo después quedará en la memorias de esos vecinos por el resto de sus días. El local quedó básicamente deshecho. Tardó no menos de dos o tres días en volver a abrir. El triunfo había desatado una locura difícil de explicar. Incluso el guardia de seguridad aprovechando que no funcionaban las cámaras se había sumado a ese descontrol, tirando góndolas y haciendo estragos por doquier. 

Raúl volvió a su casa, varias horas después. Lleno de gloria y con un leberwurst que había ganado en buena ley.  No pasó mucho tiempo para que le empezaran a llegar mensajes pidiéndole clases de piedra papel o tijera. Se había convertido en algo así como en el campeón barrial. La gente lo paraba por la calle y, ante la cara de desconcierto de su mujer, le pedía selfies y él con una sonrisa difícil de ocultar solo le decía: -La fama es así.


DARIO BESADA

EDAD: 40 AÑOS

FECHA: 13/06/2023






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