Experta en atracones

 Corrió el armario, sacó el ladrillo flojo y miró dentro. La abuela le había dicho que tenía que haber al menos tres cuerpos, pero había muchos más. La habitación estaba repleta. El olor nauseabundo de la putrefacción le produjo arcadas. Tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no vomitar. Había de todos los tamaños y formas. No terminaba de entender como una abuelita tan malvada pero frágil había logrado meter, sola, todos esos cuerpos en ese habitáculo. Sola. Le parecía imposible. Puso todo en su lugar antes de volver a hablar con su abuela, no vaya a ser cosas que algunos ojos moralistas se encontraran con ese botín.

Nieta: Hay un montón

Abuela: Ah, fuiste a chusmear nomas

Nieta: No te creía. Imaginate que venga tu abuela que tiene 300 años y te diga que tiene un par de cuerpos escondidos detrás de una pared?

Abuela: No siempre tuve 300 años, antes era más… ágil y prolifera. Me puse una cuota semanal o quincenal y la cumplía a rajatabla. Pero con el paso del tiempo se me hizo cada vez más complicado planear un atracón sin dejar ningún cabo suelto. 

Nieta: ¿Atracón?

Abuela: ¿Cómo le dirías vos?

Nieta: Asesinato

Abuela: Si... bueno, me parecía más simpático decirle atracón. A veces tenía hambre eh, pero otras fue solo para despuntar el vicio

Nieta: ¿Cuántos hay?

Abuela: Me encantaría saberlo. De verdad. Perdí la cuenta hace unos años, y por un tema evidente no podía tener una planillita como me hubiese gustado. Con nombre, edad, foto y fecha del atracón. Ahora que lo pienso, la podría haber dejado dentro de la bóveda. No se me ocurrió en ese momento. Que lástima.

Nieta: Pero... ¿Los conocías? ¿O fue al voleo?

Abuela: Mirá, a los primeros se las tenía jurada, después tuve que hacer algunos más para despistar a la poli, luego le tomé el gustito y esa bóveda se fue llenando. ¿No entran más, no? Cuando la llené me jubilé.

Nieta: ¿Hace cuánto de eso?

Abuela: Mmmm, no sé. Unos cinco años tal vez

Nieta: ¡Cómo que cinco años! ¡Hace cinco años tenías 295! ¡No entiendo como hiciste para esta edad cargarte un cuerpo!

Abuela: ¡Es que era buena eh! ¡Buena buena! Con los años pulí mi método y al tener esta imagen de abuelita de 300 años, no sospecharon nunca realmente de mi. Me interrogaron, pero como a todos los vecinos. ¡Lo que me divertía con esos detectives! ¡Una de las cosas que más extraño!

Nieta: ¿Te acordas del último?

Abuela: Imposible olvidarse del debut y de la despedida. La última fue Berta

Nieta: ¿¿¿¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee???? 

Abuela: Se la buscó. Metió las narices donde no debía y ¡encima tuvo el tupé de intentar chantajearme! ¡Que mujer insensata!

Nieta: Pero... ¡Si hasta participaste del rastrillaje cuando la buscamos!

Abuela: Y también lloré en televisión, si. Hice muchas cosas por ese atracón, no lo valía. 

Nieta: Era tu amiga de toda la vida. ¿Nunca sentiste culpa?

Abuela: Estaba todo bien con Berta hasta que un día fui al baño y de tan metiche que era, encontró la bóveda. Después de ese incidente la escondí mejor. Y Bertita no tuvo mejor idea que intentar chantajearme. A mi, que no tengo un peso partido por la mitad. No se porque ella pensaba que yo tenía una bóveda llena de cuerpos y otra llena de oro. Le tocó la de los cuerpos. 

Nieta: Tus maridos no te abandonaron...

Abuela: Lo intentaron, pero me sentía humilladísima. Que esos buenos para nada me dejen para irse con alguna chicuela de 20 años... Era un golpe al ego que no estaba dispuesto a tolerar. 

Nieta: Entonces esta casa no la vamos a poder vender nunca

Abuela: Como te dije el otro día: No mientras yo viva. Pero tengo como 300 años, ¿Cuánto más voy a vivir?

Nieta: ¿Mamá lo sabía?

Abuela: ¿A vos qué te parece? Tu madre me hubiese entregado a los cinco segundos. No es como vos, ni como yo. Es de otro material. Me salió moralista. Lo medité, eh. Pero después se fue de viaje con ese hippie y no la volvimos a ver.

Nieta: La extraño. Antes mandaba una postal cada tanto... Pero... Yo te podría entregar. Agarro el teléfono, policía y adiós. 

Abuela: Podrías, si. Estoy en tus manos la verdad. Pero intuyo que te resultaría más interesante que te cuente las historias de los atracones para que después publiques una de esas novelas que escribís. Digo, capaz te sirvo de inspiración.

Nieta: Hace rato que tengo un bloqueo. No puedo escribir dos palabras seguidas

Abuela: Por eso te hablé de la bóveda. Es más, si te animas y me das una mano enterrando algunos de esos cuerpos para que entre alguno más, salgo del retiro. Una última vez. Y lo vas a ver todo de primera mano

Nieta: La palabra sería cómplice.

Abuela: Palabras, palabras. Imaginate el nivel de detalle que podría tener la novela.

Nieta: ¿Y si te agarran? Digo... Ya no sos tan ágil ni tan prolifera

Abuela: Siempre llevo en la cartera una cápsula de cianuro. No sé si estará vencida. Cuando vence el cianuro: ¿No hace efecto o hace más efecto? Siempre tuve esa duda. 

Nieta: Pero... Nos arruinarías la vida. A toda la familia

Abuela: Es algo con lo que van a tener que lidiar cuando quieran vender esta casa. Dale, animate. Incluso te puedo dejar elegir la víctima.

Nieta: ¿Porqué estás tan segura de que no voy a salir corriendo a la policía ahora mismo? 

Abuela: Lo veo en tus ojos. Hay maldad. Lo noté cuando eras muy chiquita. No es una maldad visible, pero los ojos no mienten. Incluso no me sorprendería que luego de mi muerte, los convenzas a todos para quedarte vos con esta casa... y la bóveda y continuar con mi legado. 

Nieta: ¿Tu legado de asesina en serie?

Abuela: Yo me defino como experta en atracones, pero ponele el titulo que más quieras a tu novela.

Nieta: Estas totalmente desquiciada. No voy a ser parte de esta locura

Abuela: Puede que aún te dure el shock, pero esta noche, cuando te acuestes e intentes conciliar el sueño vas a preguntarte: ¿Qué se siente? ¿Qué siente quitar una vida? Y solo hay una manera de responder esa pregunta. 

La nieta se fue horrorizada de la casa. Algo la inquietaba. Esa oscuridad o maldad, que la abuela decía que había visto en sus ojos, la atormentaba hacía años. Durante mucho tiempo intentó ocultarla, hizo todo lo posible para que la gente de su alrededor no se percate de ese espíritu nefasto que albergaba. 

Esa noche no durmió. Dio vueltas en la cama hasta que, cerca del amanecer, se puso de pie, tomó una pala del galpón y volvió a la casa de su abuela. La vieja la esperaba con una taza de té y una sonrisa que no inspiraba ternura sino complicidad.

Abuela: Sabía que ibas a venir. Solo hay que enterrar uno o dos para ganar espacio para un nuevo atracón.

Trabajaron en silencio. La nieta cavaba mientras la abuela elegía cuerpos con la misma naturalidad con la que otros eligen frutas en una góndola. Cuando terminaron, ya amanecía.

Nieta: ¿Y ahora qué? 

Abuela: Ahora descansamos, y mañana planeamos. El primero es importante. Marca el estilo.

La nieta dudó un momento.

Nieta: Tiene que ser alguien que lo merezca. Un violador, o un asesino...

Abuela: ...O un asesino en serie ibas a decir

Nieta: Bueno, si. Eso.

Abuela: No te preocupes, en este pueblo levantas una piedra y sale un violador. Hace mucho que no sabes nada del tuyo, ¿No?

Nieta: Pero.... ¿Cómo lo sabes? Hace varios años que se fue del pueblo gracias a dios.

Abuela: Más que del pueblo, se fue de este mundo.

Nieta: ¿Lo mataste?.

Abuela: ¿A vos qué te parece? ¿Iba a dejar que ese miserable siguiese como si nada pudiendo vengarte? Creo que fue al único que torturé y decapité, no recuerdo bien. 

La nieta con una mezcla de consternación y alivio, asintió. Aún no sabía si lo hacía por justicia, por inspiración literaria o por esa inquietud sorda que la acompañaba desde la infancia.

Cuando se fue a duchar, la abuela caminó hasta su habitación. Abrió el fondo falso de un viejo costurero y sacó una libreta encuadernada en cuero. La apoyó sobre la mesa con cuidado y la abrió en la última página.

Atracón #98

Nombre: Marta Suárez

Edad: 56

Motivo: Se negó a ayudar

Método: Sobredosis

Notas: Mi propia hija. No fue fácil… pero era ella o mi legado.

Atracón #99

Nombre: Berta Martínez

Edad: 78

Motivo: Se negó a ayudar / Intento de chantaje

Método: Empujón por la escalera

Notas: Lloré en televisión. Engañé a todos.

Cerró la libreta con una sonrisa serena. En la tapa, desgastada por los años, se leía: Recetario de la abuela.

—Uno más —susurró—. El atracón número cien. Y me retiro.

Guardó la libreta con cuidado, volvió a llenar su taza y miró hacia la puerta del baño mientras reflexionaba:

—Qué alivio, querida. Ya estaba practicando cómo quebrarme la voz frente a las cámaras. Cien y el reinado de terror cambia de manos.

Y se quedó ahí, en silencio, planeando su último banquete.



DARIO BESADA

16/04/2025

42 AÑOS

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