Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2025

Lo que no debía besar

Imagen
  Le besé la mano y un olor nauseabundo me provocó una arcada inmediata. No era que estuviera sucia: era como si se hubiera ensuciado a propósito para la ocasión. Tenía una textura indefinida, un color imposible y un aroma capaz de tumbar a cualquiera. Si existiera un museo de manos que no deberían haber existido, esa sería la atracción principal. Para colmo, era grotesca, deforme, espantosa. Yo no podía entender cómo alguien con semejante esperpento podía ser el capo de la mafia. Fui imprudente, lo admito. Ni sospechaba que ella era su única hija. Y claro: en ella no había ni rastro de la maldita mano. No era hereditario. Si lo hubiera sido, yo no estaría ahora en esta situación. Los gorilas que escoltaban al capo me levantaron y me colocaron otra vez en posición para jurarle pleitesía eterna. Era eso o la muerte. Un don nadie como yo había deshonrado a su especie. Su hija estaba reservada para un rey o algún presidente de una potencia mundial, no para un tipo como yo, que le pone...

El anuncio

Imagen
  Entró a la casa y la vio llorando. Recorrió con la vista todo el living, buscando algún motivo, hasta que le preguntó: —Má… ¿Por qué llorás? ¿Qué pasó? ¿Te pegó papá? Decime y lo cago a trompadas. Es un hijo de puta, ¿Cómo te va a tocar? Lo mato ya mismo. —No, nene, no —dijo ella, secándose la cara con el repasador—. Tu viejo es incapaz de levantarme un dedo, ¿qué decís? —¿Entraron a robar otra vez? ¿Se llevaron tus joyas? La puta madre… No te hagas drama, mañana mismo vamos a la calle Libertad y te compro todo nuevo, má. Es solo guita. —Pero no, si desde que nos robaron la última vez tu padre convirtió esto en una fortaleza. Si alguien quiere entrar, vuela en mil pedazos. Olvidate. —¿Entonces? No me digas que palmó el tío Oscar. La puta madre… ¿Cuándo es el velorio? Agarrá todo que te llevo. Deberíamos comprar una corona de flores, ¿no? —No, hijo, no. Además, ¿Por qué pensás que fue el tío Oscar antes que el tío Jorge, que ya está en las últimas? —No sé, lo presentí. Estuve con ...

Chequeo de rutina

Imagen
 Entré al consultorio y me encontré con un viejo gruñón. Debía tener mil años, o tal vez más. Me señaló la camilla sin mirarme y dijo: —Sacate la ropa. Toda. Me quedé dura. —¿Toda? —Es lo habitual —respondió, como si nada. El asco me subió a la garganta. Ese viejo verde iba a verme desnuda. Podía imaginarlo babeando, usándome para sus fantasías nocturnas. Cuando acercó el estetoscopio a mi pecho, me recorrió un temblor. Sentí que, si se pasaba un centímetro más, iba a gritar. Podía ver cómo se le hacía agua la boca al mirar mi piel. Viejo pajero. No habían pasado ni cinco minutos cuando se escuchó un estruendo. La puerta voló por el aire y entró un ejército de policías. Gritos, armas, luces. Yo, desnuda y paralizada. El jefe, un tipo de bigote prolijo con una chapa que decía Jorge, empujó al viejo contra la pared y le puso las esposas. —Disculpe, señorita —me dijo sin mirarme a los ojos—. Este tipo se hace pasar por médico para manosear jovencitas. Es la tercera vez que lo agarramo...