Un manjar

 El restaurante estaba lleno. No dábamos abasto con los pedidos cuando El Ruso entró a la cocina como si fuese el living de su casa. Así se manejaba, como si fuera el dueño de todo. Era un mafioso local, de poca monta, no vayan a creer que era El Padrino, no no. Era su gran ambición pero por lo pronto era básicamente un Don Nadie. Empezó a llamar al chef a los gritos y al ver que nadie le contestaba, lanzó un maletín arriba de la mesa. Toda la ciudad sabía lo que significaba eso. Silencio. De repente había captado la atención de todos. Yo era dueño y chef de ese modesto restaurante durante los últimos quince o veinte años. Estuve haciendo malabares para pagar las cuentas mientras otros emprendimientos se iban a la ruina:

Yo: ¿Qué es todo este espectáculo?

Ruso: ¡Quiero saber quien está a cargo!

Yo: Yo

Ruso: Pensé que este era un restaurante serio. Hace rato que estoy acá y no me dan bola

Yo: No sé si sabe donde está. Esto es una cocina, de un restaurante y resulta que estamos cocinando porque hay gente afuera esperando comer

Ruso: La gente puede esperar. Esto es mucho más importante. Además por tu cara, sabes quien soy.

Yo: Si y también sé que estuvo toda la semana haciendo propuestas a los restaurantes de la zona. No sé cuales fueron dichas propuestas porque se escandalizaron de tal manera que no quisieron hablar del tema.

Ruso: Tengo una propuesta para hacerte. Los demás chef no estuvieron a la altura y dejaron pasar una oportunidad que les cambiaría la vida para siempre.

Yo: Algo seguramente ilegal y cambiar una cocina por una celda no es taaaaan tentador como usted piensa

Ruso: Ilegal ilegal, no sé, está mal visto, si, pero ilegal es otra cosa.

Yo: A ver, digame. Así lo puedo rechazar de una vez y nos deja seguir cocinando

Ruso: Esta es una propuesta que usted no va a querer rechazar

Yo: ¿Eso es una amenaza?

Ruso: No. ¿Ve ese maletín? Le puedo dar un maletín como ese, una vez por semana, si acepta prepararnos la cena a mi y a unos amigos, los domingos por la noche.

Revisé el maletín y creo que nunca había visto tanta plata junta. Era un auténtico dineral. ¿Cuál era la trampa? ¿Por qué los otros chef habían rechazado la oferta? ¿Cocinar para un banda de mafiosos de poca monta y recibir toda esa plata? Algo más tenia que haber

Yo: ¿Qué no me está diciendo?

Ruso: Con mis amigos tenemos gustos.... específicos

Yo: ¿Puede dejar de dar vueltas por favor?

Ruso: Comemos carne humana.

Instintivamente agarré un cuchillo, preparado para rebanarle la cabeza ante cualquier amenaza repentina. Él se horrorizó:

Ruso: Pará pará, es menos espeluznante de lo que pensás

Yo: Yo no voy a matar nadie y nadie de mi equipo va a matar a nadie. No sé si está claro. No importa cuantos maletines de dinero tire arriba de la mesa.

Ruso: No te voy a pagar por eso. Te voy a pagar por cocinar, nada más. Yo tampoco voy a matar a nadie. Sé que hay rumores sobre mi persona. Pero son francamente exagerados, nunca maté ni mandé a matar a nadie. Mi negocio es otra cosa.

Yo: Si nadie va a matar a nadie, como se supone que cocinemos lo que ustedes desean comer

Ruso: El tema es así: tenemos un arreglo con la funeraria. Les pagamos una pequeña suma, a veces no tan pequeña, y nos proveen de carne fresca y deliciosa. No matamos a nadie. Sale ganando la funeraria, salís ganando vos y nosotros comemos lo que queremos. Todos ganan, ¿entendes?

Yo: Que asco

Ruso: ¿No probaste carne especial todavía? Así le decimos. Carne humana puede ser chocante para la gente delicada.

Yo: Por supuesto que no. No soy un bárbaro ni un caníbal

Ruso: El único temita es que.... bueno, la funeraria nos da el cadáver, te lo traemos acá, no es que lo tenes que ir a buscar ni nada, y... bueno, ustedes deberían trozarlo y cocinarlo según nuestras exigencias.

Yo: ¿Qué qué?

Ruso: Eso, te traigo el cuerpo y te damos una lista de qué quiere comer cada uno y que tan jugoso lo quiere o no. La carne especial varía muchísimo según la cocción.

Le pedí que se retire para discutirlo con mi equipo. Era realmente mucho dinero pero la idea de descuartizar un cuerpo para luego cocinarlo me provocaba horcadas. Era de esperarse que a algunos de mi equipo le pasara lo mismo. La gran mayoría era gente muy humilde que a duras penas llegaba a fin de mes. No es que les sobraba el dinero y esto les podía cambiar la calidad de vida notablemente. De las diez personas presentes, ocho aceptaron a regañadientes al ver la cantidad de dinero que les correspondería. En unos meses podrían comprarse algún departamento y dejar de alquilar. Siempre y cuando no caiga la policía y nos meta a todos preso. No estábamos al tanto de que tan ilegal era lo que nos proponía el ruso. Tener un cadáver en la cocina era difícil de explicar en una redada policial.

Llegó el gran día. El ruso entró a la cocina, puso una bolsa de plata arriba de una mesa y atrás apareció un matón cargando un muerto. Lo tiró arriba de otra mesa y se fue sin decir palabra.

Ruso: Acá tenes la plata y la carne. También te dejo la lista de como la quiere cada uno. 

Yo: ¿Y si cae la cana?

Ruso: No te preocupes por eso, está todo arreglado. Incluso uno de mis amigos es subcomisario. Es el que la quiere muy jugosa, te lo remarqué en rojo. 

Yo: ¿Cuánto pagó por este cuerpo?

Ruso: No me gusta hablar de números, pero digamos que el monto varía según la calidad de la carne. Incluso puede salir muchísimo más si sabemos que es carne prestigiosa. 

Yo: ¿Carne prestigiosa?

Ruso: Claro. De algún famoso. ¿Te imaginas? Se me hace agua la boca

Yo: No sé como duerme de noche

Ruso: Con la panza llena duermo de mil maravillas. Pero volviendo a la carne prestigiosa, hay todo un mercado por explotar. Mi idea es hacer un negocio de esto. Mis amigos pagan lo que sea por la carne especial

En ese momento entendí de qué iba todo. Él no estaba tirando maletines de dinero a tontas y locas, no. Estaba preparando el terreno para que sus amigos, o quienes fueran, paguen cifras estrafalarias por la carne especial. Era como la droga, la primera dosis es gratis, después....

Fueron pasando los domingos y con todo el dinero que me dio fui arreglando el restaurante que se estaba viniendo abajo, lo refaccioné de punta a punta. Hasta parecía lujoso. Mis empleados cambiaron el auto, se compraron departamentos. Todo iba viento en popa. Llegado un momento el ruso nos pasó el contacto de la funeraria para desligarse de esa parte, y él solo se dedicaba a poner una bolsa de plata sobre la mesa de la cocina cada domingo. 

Un día entró a la cocina y arrojó en la mesa de siempre, dos bolsas de dinero.

Yo: ¿Y esto?

Ruso: Para la cena de esta semana te voy a tener que pagar un poquito más

Yo: No entiendo

Ruso: Esta semana vamos a comer algo realmente especial y seguramente te vas a negar, y como todo en esta vida se arregla con plata, acá tenes. el doble.

Yo: No todo se arregla con plata. Pero no nos pongamos filosóficos. ¿Qué pasa esta semana?

Ruso: Con mis amigos estamos de festejo porque nos salió bien un negocio inmenso y queremos festejar en grande. O en chico, no sé si me entendes, ja ja

Yo: No, no le entiendo.

Ruso: Esta semana te vamos a traer a un chico. De unos diez años. Palmó en un accidente de tránsito, lo iban a cremar, pero por un dineral, a la familia le dieron otras cenizas y nos reservaron el cuerpo. Total.... ¿Cómo le haces un ADN a cenizas? ja ja

Yo: ¿Un chico dijo? 

Ruso: ¿Acaso no hablo alto y claro? Un chico. Carne joven. Tenes que probarla. Es un manjar

Un chico es una barrera que no sé si estaba dispuesto a pasar. No solo era cocinar la carne, el tema es cuando te traen el cadáver y tenes que arrancarle las partes del cuerpo. La forma humana te descompone. Observé lentamente a mi equipo, sosteniéndoles la mirada, esperando que afirmen o nieguen, para ver con cuantos contaba. No podía hacerlo solo, aunque sea por todo el dinero del mundo, no quería ser el único con ese cargo de conciencia. Dos me pidieron permiso y se retiraron. Era de esperarse. Uno acababa de ser padre y el otro hacía unos meses que había fallecido su único hijo por, precisamente, un accidente de tránsito. 

A mitad de la cena, El Ruso entró a la cocina con un plato de carne especial

Ruso: No probaste esto, ¿no?

Yo: Mmmmm no. ¿Está crudo? o ¿muy cocido? Creo que respetamos a rajatabla la lista de exigencias

Ruso: Probalo y decime si está bien o mal

Yo: No voy a comer carne especial

Ruso: O lo probas o este es el último domingo que venimos


Silencio. Todos habían dejado de hacer sus cosas y me miraban consternados. Estaba seguro que en algún momento ese desgraciado me iba a hacer eso: Un ultimátum. Era demasiado dinero y era sólo carne. Humana, de un chico. Casi vómito al pensarlo. Agarré el plato, cerré los ojos. El ruso me exigió que los abriera. Los abrí, agarré un tenedor, pinché un trozo de carne y lo comí.

Yo: ¿Contento?

Ruso: Está bueno, ¿no?

Yo: Está bien preparado

Ruso: ¿No vas a admitir que está rico?

Yo: ¿Desea algo mas? En breve le acercamos el postre y el champagne

Ruso: Está bien. Estás en negación. Puedo notar en tu mirada que te gustó. Y como te dije alguna vez: Es un camino de ida. ¡Bienvenido!

Cuando se fue de la cocina, mi equipo se acercó a consolarme y después de unos minutos finalmente me preguntaron qué me había parecido. Les dije que era seca, tenía poco sabor, era absurdo pagar toda esa plata solo por el morbo de que sea carne especial, porque el sabor dejaba mucho que desear. Les mentí, bah. Muy a mi pesar, esa carne valía cada centavo que el ruso había pagado. 

Fueron pasando los meses sin sobresaltos y los domingos se convirtieron en algo habitual, ya le habíamos perdido el asco a la carne especial y desmembrar un cuerpo era algo rutinario, en eso uno de mis empleados me informó que habían matado al ruso. Lo acribillaron en una balacera entre mafiosos. Le hicieron la cama, me dijo. Todo el equipo lamentó su muerte, sobre todo porque la cena de los domingos era historia. Adiós a los maletines llenos de plata. El ruso, como él mismo había predicho nos había cambiado la vida. Ya no éramos los mismos. Incluso yo, no era el mismo: Había probado carne especial y no podía parar. Agarré el teléfono de la funeraria amiga y llamé:

Yo: Hola, si, ¿Qué tal? Si te llega el cuerpo del ruso, ¿Me lo mandas?


DARIO BESADA

EDAD: 41 AÑOS

31/03/2024











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