La apuesta

-La panamericana es un caos!! Siempre es un caos. Siempre hay un boludo al que se le queda el auto y nos jode el día.

Esa era la queja cotidiana de Miguel. Todos los días la misma historia. No era que lo enojaba, era más como ya parte de una tradición. Para llegar a su trabajo tenía que cruzar toda la panamericana y para volver también, como muchísima gente de la ciudad. La Panamericana tenia un montón de carriles de ida y vuelta pero la gente se las arreglaba para que ese trayecto fuese un infierno. Choques y autos descompuestos eran los incidentes más comunes. El tuerto había escuchado esa queja de Miguel durante años y años, hasta que un día decidió hacer algo al respecto.

-Te apuesto a que el Miércoles no se queda nadie en la Panamericana.
-¿A vos te gusta perder plata por algo en particular? ¿Lo deducís de impuestos o sos sencillamente un boludo?
-¿Te animas o no? Una luca.
-Nunca he ganado plata tan fácil. ¿Cuál es la trampa? ¿Tenes un billete de una luca falso y no sabes a quien encajarselo? Tuerto... te dejo ciego, eh!
-Nunca ganaste plata tan fácil y no vas a empezar hoy.

La apuesta estaba hecha, ahora el tuerto solo tenía que empezar a activar la maquinaria para ganarla, porque siempre hay un boludo que se queda en la panamericana, es una ley que todo el mundo sabe. Estuvo meses planeándolo. No era un tipo improvisado y tenía el plus de que conocía mucha gente de diversos ámbitos que convenientemente casi todos le debían algún favor. Los fue acumulando durante años hasta poder hacer algo a gran escala. Y que no se quedase nadie en la Panamericana entraba en esa categoría. Desde barrenderos hasta políticos de renombre, pasando por operarios de gruas y capos de la mafia. Tenia a su disposición una gran abánico de posibilidades. Tuvo que hablar con gente con la que no tenía contacto hacía años pero era como un ejército desarmado esperando que su líder diese la señal y como una célula terrorista se organizase con una velocidad asombrosa. Funcionaba precisamente como una célula terrorista, nadie sabía que hacía el otro y tampoco sabía quién era el otro. Solo tenían un trabajo. Tenían que hacerlo bien y rápido y volver a las sombras, entonces su deuda estaría saldada.

A medida que se acercaba el día el tuerto estaba más confiado, parecía una locura pero todo iba cuadrando. Miguel se reía y proyectaba en qué iba a gastar ese dinero. Incluso había pensado fingir un desperfecto mecánico él mismo por si ese día se alineaban los planetas. En la apuesta no decía nada de eso. Sería trampa, pero el tuerto nunca se enteraría.

El miércoles se encontraron en el comedor de la oficina en la hora del almuerzo y Miguel fiel a su costumbre se quejó de la Panamericana.

-¿Podes creer? No se que mierda pasó y está toda cerrada. Tres horas tardé en llegar por abajo
-Escuché algo en la radio. No se que delegación de mandatarios pasa por ahí y por un tema de seguridad nacional, la cerraron toda.
-¡Qué bárbaro! ¡Siempre hay algo!
-Ah, me debes una luca
-¿De qué hablas?
-¿Se quedó alguien en la Panamericana?
-No, porque está cerrada.
-Me debes una luca.
-¿Vos no habrás tenido algo que ver?
-Una luca es una luca.
-¿No te digo? Siempre hay un boludo que nos jode el día. Pero esto de financiarlo yo, es toda una novedad.


DARIO BESADA
01/12/2019
EDAD: 37 AÑOS



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