Regalo de navidad

 Miré el reloj y marcaba las 23:45. Faltaban quince eternos minutos para la entrega de regalos. Mientras tanto la familia se la pasaba recordando anécdotas incomprobables de cuando yo era un niño. Esas historias que todos saben de memoria y aparecen irremediablemente en las reuniones familiares. A veces le agregan un detalle inédito como para despertar la curiosidad del oyente. Faltando quince minutos, debían ir por la historia de cuando yo tenía seis años y se me cayó un ladrillo en la cabeza. Entré tapándome la cara y corriendo al baño, todo ensangrentado. Alguna vez mi abuela le agregó que le hice un gesto de que no dijera nada, otra vez mi mamá lo condimentó diciendo que con una mano me tapaba la cabeza y con la otra traía el ladrillo. Seis años, ¿Cómo voy a levantar un ladrillo con una sola mano? Me acuerdo como si fuese hoy lo que pesaba. Necesité de las dos manos para tirarlo hacia arriba en busca de un timbre para recuperar la pelota colgada. Pero bueno, supongo que en todas las familias exageran las historias de los hijos. 

Catorce minutos. El tiempo no pasa más. Es algo curioso. Quince minutos pueden parecer interminables según qué tan bien o mal la estés pasando. Cuando estoy escuchando una charla sobre signos y horóscopos quince minutos son... no sé, tres años. ¿Dónde está el botón de omitir en el control remoto de la vida? En cambio cuando estás charlando con amigos, quince escasos minutos pasan volando. 

 Trece minutos. Esta podría ser una navidad más pero en los regalos hay algo que lo puede cambiar todo. Es un juego macabro, lo admito. A mi novia hace tres meses le salió un viaje a Europa por trabajo. Dos meses sin verla me pareció un horror cuando me lo comentó, pero la realidad es que estuve más de treinta años sin conocerla y tampoco es que estaba muerto. Dos meses son dos meses. Mandó en los regalos la fecha en que vuelve. Mi esperanza es que regrese antes de fin de año. Una semana falta para ese día. Muy optimista de mi parte, pero bueno, la extraño, la quiero hoy acá y para siempre, basta de Europa sin mi, vamos juntos a donde sea. 

Doce minutos. Lo que más me choca es que mi vieja sabe qué tiene el regalo porque básicamente mi novia se lo dictó por teléfono. La muy sinvergüenza no me quiso adelantar nada. ¿Cuáles son las opciones? Utópico: Que del regalo salga ella. Realista: que tiene para un mes más y pega la vuelta. Pesimista: A la empresa le encantó lo que estuvo haciendo allá y le renovaron la estadía en el viejo continente por otros seis meses más.

Once minutos. Hace unas semanas renové todos los pasaportes. Si se queda mucho tiempo más, me voy para allá mañana mismo. Hasta que mi endeble economía aguante. Le pregunté a mi vieja varias veces para que me tire una pista y nada. No suelta nada. Pareciera que disfruta con mi pequeña agonía.

Diez minutos. Hollywood y las películas navideñas son mi peor enemigo. ¿Cuántas películas arrancan con una muchacha con pareja estable viajando para navidad, el destino hace de las suyas, se cruza con un francés irresistible y voilá?. Eso no nos va a pasar. Tenemos una relación sana y estable, con proyectos y metas y toda la bola. Además que veo sumamente improbable que le haya dicho eso por teléfono a mi vieja, y mi madre haya puesto el regalo en el arbolito como si nada. Difícil. 

Nueve minutos. Mi vieja me vive corriendo con el tema del casamiento y los hijos. No se porque aún no le propuse matrimonio a mi novia. Creo que fueron pasando los años y dimos por sentado que íbamos a estar juntos de por vida. Pero esta distancia obligatoria me puso a pensar en esas cosas. Capaz incluso ella está esperando la proposición hace tiempo y yo ni enterado. Metas para navidad: Proponerle casamiento a esa bella mujer ni bien la vea. Tengo que pensar el discurso, no puede ser algo improvisado. Es único e irrepetible y algo para contar a nuestros hijos y nietos. Una propuesta con un discurso inolvidable.

Ocho minutos. ¿Este reloj funciona bien? Tengo que revisarle las pilas, no pueden faltar ocho minutos todavía. Ya están por mi adolescencia en el sector anécdotas. Agradezco que mi novia no tenga que escuchar estos vergonzosos acontecimientos. A mi familia les parece super simpático, pero dios, ¡qué vergüenza! 

Siete minutos. Mi vieja es de no creer. Se le ocurrió pedir el postre por delivery. En navidad!!! Hizo una torta y le salió mal. Es una estupenda cocinera, la mejor que existe en este mundo, pero los postres no son lo suyo y no es la primera ni va a ser la última vez que arruine una torta. Era incomible, es cierto. Yo me puse a pensar ¿Cuánto te puede cobrar un delivery en plena navidad para enviar un par de tortas?, y ¿Cuánto hay que darle de propina al pibe? ¿Y si el pibe llega justo a medianoche tenemos que brindar con él? Mi vieja le separó una copita de champagne porque dice que es de muy pero muy mala educación no invitarlo a pasar en las fiestas con el favor que nos está haciendo.

Cinco minutos. ¿No es muy estresante el tema de los regalos? Yo tuve que comprar como diez. Hermanos, cuñadas, tíos, tías, madre, padre, abuelos, abuelas, sobrinos. Por favor, la lista es interminable. En alguna ocasión, me iluminé y les compré a todos lo mismo. Algo útil. Salvo a mis sobrinos que ligaron un juguete como todo festejo amerita. Tampoco se puede regalar un sobre con plata para que se compren lo que quieran. No está bien visto, aunque sin duda es lo más práctico del mundo. A mi novia no le compré nada ahora que lo pienso. Igual no me preocupa, tengo un mes más para pensar el regalo ideal que acompañe la propuesta de mano. 

Tres minutos. La luna de miel podría ser en Francia con la torre Eiffel de fondo, aunque ella estuvo por allá en estos dos meses, así que perdería parte de su encanto. Me llama alguna islita del caribe, con esas playas que parecen irreales. Desconectarnos del mundo un mes.

Dos minutos. Sonó el timbre. Mi vieja me dijo que abra la puerta yo, y que lleve la copita de champagne para el pibe del delivery. El champagne en mi opinión está sobrevalorado, pero creo que es un tema de status. No es lo mismo decir que brindamos con champagne, que decir que brindamos con una Manaos de uva.

Un minuto. Abrí la puerta y me encontré con ella. La llené de besos. Tenía una alegría irracional. No me lo esperaba, no podía dejar de besarla. Boca, mejilla, frente, cuello, manos, hombros, nariz, brazos. Era un desfile interminable de besos. 

Cero minutos. Nos olvidamos de los festejos, me contó todas las cosas que estuvo haciendo y la infinidad de gente interesante que conoció allá. Luego agarré la copita para brindar y me tiró la bomba: 

Ella: -Yo no debería tomar alcohol. 



DARIO BESADA

24/12/2023

EDAD: 41 AÑOS


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